Destrucción de manglares de Tajamar representa MÁS DE 14 MDD en pérdidas para México

Laura Vargas-Parada
El Economista

Todo parece reducirse a un tema de dinero.

Al menos es lo único sobre lo que han hablado los funcionarios públicos en días recientes. Manuel Mercado, director jurídico del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), aseguró en conferencia de prensa, el lunes 25 de enero, que detener el proyecto del Malecón Tajamar Cancún tendría un costo millonario que pagaríamos todos los mexicanos.

Fonatur forma parte del sector público paraestatal y es coordinado por la Secretaría de Turismo. De acuerdo con el funcionario, de cancelarse el proyecto, el gobierno federal podría pagar hasta 3,000 millones de pesos (unos 166 millones de dólares), para resarcir los daños a las empresas afectadas. Según datos del propio Fonatur, por la comercialización de estos predios la paraestatal obtuvo 2,040 millones de pesos en ventas.

Hay dos preguntas cruciales, sin embargo, que nadie ha respondido hasta hoy: ¿cuánto nos cuesta a todos los mexicanos cada hectárea de manglar que perdemos en el país? y ¿acaso no existen alternativas racionales que permitan conciliar el desarrollo con la urgente necesidad de conservar nuestro patrimonio natural?

“El tema de los manglares y las costas es uno de estos nuevos paradigmas del siglo XXI, en los cuales las ganancias son privadas pero las pérdidas son de la nación”, dice Exequiel Ezcurra, director general y profesor de ecología de plantas del University of California Institute for Mexico and the United States (UC Mexus). Ezcurra recuerda el año 2005, cuando después del paso del huracán Wilma, el presidente Vicente Fox eximió a los hoteleros del pago de impuestos por dos años y después se comprometió a algo que ha ocurrido hasta el día de hoy: que el gobierno federal y Fonatur se encarguen de pagar las dragas y traer la arena para restaurar las playas. “Esa arena la sacan de los arrecifes de Cozumel con un daño inmenso para la comunidad cozumeleña. Así, básicamente, si gano dinero es mío, pero si pierdo dinero el gobierno viene y me compensa. Mientras tengamos un esquema así, a los hoteleros les da igual dañar los manglares, porque las consecuencias no las van a pagar ellos”, dice Ezcurra, experto en conservación, manglares y manejo de recursos naturales.

Dando valor a nuestro capital natural

A primera vista, poner un valor monetario a un bosque, un desierto o un manglar parecería una sinrazón. La naturaleza parece ser algo tan intangible como el amor, la amistad o la vida misma. Sin embargo, desde hace varios años, un grupo de economistas especializados en la ecología (economistas ecológicos) han propuesto que la mejor manera de proteger a la naturaleza es determinar cuánto vale en términos monetarios, esto es, valuar los ecosistemas.

Uno de esos especialistas es el doctor Robert Costanza, fundador del Gund Institute for Ecological Economics en la Universidad de Vermont, en EU, y cofundador de la International Society for Ecological Economics. En 1997, Costanza y sus colaboradores publicaron en la revista científica Nature un estimado del valor neto anual de la biosfera (la suma global de todos los ecosistemas): 33 millones de millones de dólares, un valor mayor que el Producto Nacional Bruto (PNB) de todas las economías del mundo combinadas.

En otro estudio publicado en el 2002, en la revista Science, Costanza y sus colaboradores concluyeron tras diversos análisis estadísticos que una inversión anual de 45,000 millones de dólares para preservar grandes extensiones de naturaleza virgen daría un retorno anual a la sociedad de entre 4.4 y 5.2 millones de millones de dólares, en “servicios ecosistémicos”, como filtración de agua, regulación del clima o protección contra inundaciones. Esto es, invertir en la preservación de los ecosistemas intactos genera un retorno económico de 100 a uno. En términos de dinero constante y sonante, el estudio concluye que los ecosistemas valen mucho más dinero si se dejan intactos que si son explotados.

Con un retorno de 100 a uno, cualquiera se pregunta, ¿por qué los inversionistas no están haciendo cola para invertir en la selva tropical del Amazonas o comprando manglares en la costa del Caribe, en lugar de talar árboles o destruir manglares para levantar miles de habitaciones de hotel?

El problema está en cómo los costos y beneficios se distribuyen.

En una entrevista concedida a Jeffrey Wakefield de la Universidad de Vermont, Costanza explica que las políticas que promueven desarrollos dañinos pasan desapercibidas, sobre todo porque no tenemos suficiente información y no se asigna un valor a los recursos y servicios naturales. De ahí que los desarrolladores no pagan por los costos sociales. “Claramente, se necesita un sistema compensatorio. Las corporaciones necesitan conocer el verdadero costo de hacer negocios. Si asignamos un sistema de gravámenes compensatorio, por ejemplo, los individuos tomarán decisiones diferentes, de mayor beneficio ambiental y social”, dijo el especialista en ecología de sistemas, ciencias de ingeniería ambiental y economía.

En la década de 1920, el economista británico Nicolas Pigou propugnaba poner impuestos en aquellas actividades que causaran contaminación o enfermedad, de la misma forma en que los gobiernos ponen impuestos al tabaco para desalentar el tabaquismo.

Adoptar este tipo de impuesto y eliminar lo que Costanza llama los “subsidios perversos”, de los cuales la sociedad no obtiene ningún beneficio, debería estar sobre la mesa de discusión en este momento.

Sobre los subsidios perversos, la revista Nature nos da un ejemplo.

En el 2002, los productores de caña de azúcar de la Florida en EU recibían apoyo del gobierno para poder competir con los productores de la vecina Cuba. La realidad es que producir caña de azúcar en Florida es muy poco rentable y en cambio ha causado un gran daño a los extraordinarios humedales del sur de Florida. Subsidios de este tipo cuestan a los gobiernos del mundo cerca de 950,000 millones de dólares al año, una cifra que podría pagar 20 veces una red mundial de reservas naturales.

En el 2014, el doctor Costanza revisó sus estimaciones iniciales, en un trabajo publicado en la revista Global Environmental Change. Considerando datos recientes para estimar el valor de los servicios ecosistémicos y tomando en cuenta el cambio de uso de suelo ocurrido entre 1997 y el 2011, Costanza y sus colaboradores concluyeron que el valor total global de los servicios ecosistémicos ronda los 125 a 145 millones de millones de dólares al año (considerando un valor de dólar del 2007). En el mismo periodo, las pérdidas de ecoservicios debidas al cambio de uso de suelo se situó entre los 4.3 y 20.2 millones de millones de dólares por año

La evidencia científica disponible debería ser parte de la discusión para hacer un uso más racional de nuestros recursos. Eso si la Semarnat cumpliera con su objetivo.

Cuánto cuestan 
los manglares

Los manglares son formaciones vegetales que se localizan en las costas de los mares tropicales y subtropicales y están adaptadas para sobrevivir en ambientes inundables. En los manglares predominan distintas especies conocidas como mangle, un árbol o arbusto adaptado a vivir en condiciones (con altas concentraciones de sal y falta de oxígeno) donde otras especies no pueden sobrevivir.

Entre otros beneficios, los manglares intervienen en la conservación de la calidad del agua costera y actúan como barreras naturales que protegen a las costas de la erosión de vientos y mareas. Son además el hábitat de diversas especies vegetales y animales, en el que se reproducen cerca de 70% de las especies pesqueras que más se comercializan en el país y que dejan una gran derrama económica.

México es uno de los países con un mayor número de manglares en el mundo.

En un estudio publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences, en el 2008 se estimó el valor ecológico de los manglares costeros en México mediante una combinación de trabajo de campo, análisis geográfico -incluyendo imágenes satelitales— y valuaciones económicas. Para el análisis se utilizaron datos de desembarques pesqueros y sobrecaptura de peces.

Entre el 2001 y el 2005, en las regiones pesqueras del Golfo de California se capturaron, en promedio, 11,600 toneladas de peces y jaiba que provienen de manglar, generando cerca de 19 millones de dólares para los pescadores locales.

“Los manglares son los viveros de reproducción de la mayor parte de las especies pesqueras de México y del mundo. La pesquería se cae cuando empezamos a modificar los manglares y a anularlos”, explica José Sarukhán, doctor en ecología y coordinador nacional de la Comisión Nacional para el Conocimiento y uso de la Biodiversidad (Conabio). “Claro, a la mayoría de los desarrolladores turísticos no les importa nada qué pasa con los pescadores, a no sé cuántas millas de distancia”.

De acuerdo con el estudio publicado en PNAS, en el Golfo de California, aproximadamente un tercio de los desembarques pesqueros de pequeña escala provino de especies que utilizan a los manglares como hábitat.

Sin embargo, y a pesar de su valor para las economías locales, en México el número de bosques de manglar está disminuyendo en la región a una tasa de 2% por año; entre otras razones, por la destrucción de manglares para levantar nuevos desarrollos costeros y granjas camaroneras. Otra investigación de 1984 encontró que 23% de los bosques de manglar cercanos a La Paz se eliminaron entre 1973 y 1981.

A nivel mundial, el valor anual de los servicios ecosistémicos que proveen los manglares se estima en más de 1.65 millones de millones de dólares. En consecuencia, una hectárea (10,000 metros cuadrados) de manglar costero en el Golfo de California tendría un valor económico anual de unos 37,500 dólares al año. Esto sólo considerando los servicios ecosistémicos que presta el manglar a la pesca.

Tomando en cuenta otros servicios ambientales, ese valor podría elevarse, en una estimación conservadora, hasta los 100,000 dólares al año por hectárea, lo que significa que las cerca de 700,000 hectáreas de manglar que hay en México contribuyen anualmente a la economía nacional, ¡con más de 70,000 millones de dólares!

Ezcurra, en colaboración con Octavio Aburto —ambos autores del artículo del PNAS—, calcularon el valor como capital natural del mangle rojo, especie de mangle destruida en Tajamar. “El mangle rojo que cortaron tiene un valor de unos 650,000 dólares por hectárea. Considerando sólo las 20 hectáreas recientemente destruidas, estamos hablando de unos 13 o 14 millones de dólares en daño patrimonial para la nación, solamente en términos pesqueros”, explica el doctor Ezcurra.

Para Aburto, profesor de la división de investigación en biología marina del Scripps Institution of Oceanography, en La Jolla, California, el verdadero problema que enfrentamos es un modelo de desarrollo -conocido como de sol y playa— establecido hace más de 40 años por Fonatur, que: “destruye con un costo ambiental y social muy alto. Este modelo es el que se ha venido repitiendo en Acapulco, Huatulco, Cancún y Los Cabos. En el corto plazo, deja mucho dinero para unos pocos, pero no es viable. La gran pregunta, ahora que ya sabemos cuánto beneficio económico generan los ecosistemas intactos es, ¿hasta cuándo vamos a dar un giro de 180 grados al modelo de desarrollo de costas en México?”.

Mientras tanto, la nación pierde y ahí, dice el doctor Ezcurra, es donde tendría que entrar la autoridad y normar.

Es posible el desarrollo preservando el patrimonio natural, dice el doctor Sarukhán, siempre y cuando “no quiera uno depredar el lugar para hacer una ganancia rápida y luego irse a otro lugar como si fuera minería. Se puede incluso tener un desarrollo turístico muy cerca del manglar, utilizando tecnologías de construcción adecuadas que no alteren el ecosistema”, concluyó el funcionario.

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