Estudiante de Física de la UNAM ganador del Premio Nacional de la Juventud… trabaja de velador a falta de apoyos

Mirtha Hernández
Reforma

Cd. de México, México (19 diciembre 2014).- Desde pequeño, Cristóbal Miguel García Jaimes fue curioso.

Le gustaba abrir las planchas para ver cómo funcionaban, le fascinaban los imanes y, cuando veía la televisión, se quedaba boquiabierto al imaginar cómo era posible recibir las imágenes.

No en pocas ocasiones la gente le dijo que estaba loco y que de seguro no lograría mucho en la vida.

Pero esa misma curiosidad fue la que lo impulsó a crear «el acelerador de partículas más barato del mundo», por el que recibió el 20 de noviembre el Premio Nacional de la Juventud en la categoría de Innovación.

El joven de 18 años, quien estudia Física en la UNAM, ha crecido en un ambiente no muy favorable.

De hecho, actualmente, para mantenerse, trabaja como velador de un edificio de oficinas.

Es originario de San Miguel Totolapan, en la Tierra Caliente de Guerrero, donde vendió pan y dulces y trabajó de albañil para llevar recursos a su casa, pues su padre lo abandonó.

Sostiene que en alguna región de México puede estar el Einstein, el Picasso o el Mozart del siglo 21.

Bajo esta premisa decidió, junto con otros jóvenes, crear la Fundación Ciencia sin Fronteras, que busca detectar a los niños mexicanos con talento.

«Puede estar en cualquier región de México: en Chiapas, Veracruz, Guerrero, no importa. El objetivo es encontrarlos y apoyarlos», afirma.

Él mismo es ejemplo de que en las zonas marginadas puede haber genios que requieren de apoyo para desarrollarse.

Desde la secundaria participa en concursos académicos y destacó a nivel estatal. Así, sus maestros le sugirieron intentar ingresar a la UNAM.

«A los 15 años me salí del pueblo. Entré a la Prepa 6 y obtuve 125 de los 128 aciertos. Pero allí me discriminaban, me decían: ‘indio pata rajada’, ‘indio Tizoc’. Estuve a punto de regresarme», relata el joven de 18 años.

Fue alojado por familiares y, aunque su madre le enviaba dinero, vendió artículos en un tianguis y trabajó en una carpintería para completar su alimentación.

A la vez, participó en certámenes como el Primer Concurso de Aplicaciones Matemáticas en Equipo de la UNAM, el cual ganó con sus compañeros, su premio fue un iPad y un viaje a Querétaro.

En el último año del bachillerato ingresó al programa «Jóvenes hacia la Investigación» del Museo de las Ciencias Universum.

Ahí conoció al equipo del doctor Efraín Chávez en el Instituto de Física, que trabaja con aceleradores de partículas y con el cual, en mayo, cumplirá dos años de colaboración.

«Le dije al doctor Chávez: ‘quiero un acelerador de partículas para llevarlo a mi pueblo y que sepan en lo que estoy trabajando porque nadie me cree que estoy con científicos mexicanos'», explica quien cursa ya la carrera de Física.

«Así empecé a construir mi acelerador y, después de 8 meses y 3 días, quedó. Para atraer la atención en los concursos, lo nombré ‘el acelerador de partículas más barato del mundo’. Yo sólo sabía que era muy barato, me había salido en menos de mil pesos».

Cristóbal creó un acelerador didáctico, con el que puede generar electricidad a distancia, sin cables, que le ha permitido ganar varios premios.

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