Anayeli García Martínez
Proceso
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, Chis, (apro-cimac).- México es el primer país extranjero que visita María Clementina Vázquez Hernández, una hondureña bajita y menudita que ha pasado 15 de sus 70 años buscando a su hija María Inés Hernández, y quien de tanto caminar se lastimó un tobillo que la obligó a desplazarse en silla de ruedas durante tres días.
Madres de migrantes desaparecidos llegan a la Ciudad de México. Foto: Xinhua / Alejandro Ayala
Clementina es forma parte de la X Caravana de Madres Centroamericanas “Puentes de Esperanza” que recorre el país desde el 20 de noviembre y hasta el 7 de diciembre, y que ahora se encuentra en esta ciudad chiapaneca, al sur del país.
Los últimos 12 años esta mujer se dedicó a trabajar como empleada de la alcaldía de Villa Unión en el Sector Cuatro en Honduras, donde cada mañana barría las calles para ganar el sustento que le permitiera mantener al nieto que crio desde que tenía dos años de edad, cuando su hija migró hacia Estados Unidos.
Su hija, la joven María Inés, dejó su hogar el 7 de noviembre de 2000. “Tenía 22 años, ahorita debe andar por los 37, si la miro ya no la voy a reconocer porque ya no era como antes”, dice la mujer con un gesto de desánimo.
Mientras toma una taza de café en la casa zapatista que recibe a la caravana, Clementina, de caminar lento, cuenta que no sabe de organizaciones civiles, de partidos políticos y mucho menos de flujos migratorios, pero tiene claro que hay mujeres, como su hija, que desean un mejor futuro cerca de norteamérica y lejos de los barrios pobres y marginados.
Hace dos años, dice, su ánimo decayó y dejó de buscar a María Inés, pero en la iglesia encontró a una vecina que le dijo de un grupo de mujeres que estaban en búsqueda de sus hijos migrantes. “Me dijo que buscaban jovencitas de 25 a 30 años. Entonces le dije ‘tiene oportunidad mi hija’”.
Lo único que Clementina sabe es que María Inés se perdió en Tapachula, Chiapas, lo sabe porque unas compañeras de viaje de su hija, que regresaron a Honduras, le dijeron que ese fue el último punto donde estuvieron juntas. Tiempo después una de esas mujeres le dijo que la joven murió en el camino.
Esta madre se resiste a creer que una de sus siete hijas e hijos muriera, prefiere pensar que su hija vive en México, que está casada y es feliz, pero al mismo tiempo se lamenta: “No aparece ni muerta, ni enterrada, ni viva. No hay rastro, yo digo que está viva, yo tengo la fe”.
Luego, levanta la mano y dice: “Tiene un lunar acá”.
Clementina afirma que la haría feliz verla, así como fue feliz este 28 de noviembre al ver a su hijo Miguel, a quien no veía desde hace nueve años. En la Ciudad de México ella pudo mirar los ojos del hijo que abandonó su país para ir en busca de su hermana, a quien no pudo localizar. Al no encontrarla se quedó a vivir en México.
“No pienso regresar a Honduras”, dice Miguel, y es que todavía recuerda los días de hambre y de violencia, y aunque en su viaje por tren también atestiguó intentos de violaciones sexuales, extorsiones y personas aventadas del tren, prefiere vivir en este país que regresar a su patria.
Clementina está conforme con que su hijo viva lejos de ella, pero ahora está tras información sobre su hija, por eso aprovechará que la caravana parte hacia Tapachula, para seguir indagando qué sucedió con María Isabel en si viaje hacia Estados Unidos.