Yo, Godínez

Una reflexión sobre el estereotipo del oficinista asalariado y su responsabilidad en la situación nacional.

El apellido «Godínez» se hizo famoso gracias al mayor apologista público de la ignorancia, la miseria y el conformismo: el inigualable Roberto Gómez Bolaños, mejor conocido por los doctos tele-espectadores como «Chespirito», creador de otros célebres personajes que, al correr del tiempo, sobreviven en la memoria histórica del mexicano mucho mejor que las odiadas clases de matemáticas o los fraudes electorales del PRI. Este «Godínez» creado por Gómez Bolaños –personificado por su hermano Horacio– para la «escuelita del Chavo del 8», representaba al estudiante mediocre, el de «hasta atrás» que, consciente de su ignorancia, hacía lo posible por pasar desapercibido sin lograrlo del todo.

Hoy en día la palabra Godínez se asocia casi en automático a lo más pueril, común, corriente y mediocre de todo el mundo. Con la reminiscencia del antiguo compañero del Chavo del 8 que ya es adulto, Godínez se ha convertido en el estereotipo del pretencioso encorbatado que viaja en micro; el burócrata inútil que sólo se siente importante al entorpecer la vida de los demás; el que siempre tiene un pretexto para hacer su trabajo a medias… o mejor aún, ¡no hacerlo!; el huevón de la oficina que sólo sirve para cubrir la cuota mínima de nómina, justificar gastos y deducir impuestos; el chivo expiatorio que siempre rescata el pellejo de gerentes y hasta directivos; el católico hipócrita que venera fanáticamente el San Lunes y espera con ansia los viernes de quincena para abarrotar las cantinas y los teibol baratos de la ciudad.

A primera vista, pareciera inofensiva la existencia de este ciudadano intrascendente, cuya vida transcurre entre la rutina de un trabajo que por lo general detesta, y sus angustias triviales de todos los días: que la «secre» más guapa no lo saludó hoy, que el jefe lo regañó, que el compañero se burló o lo «troleó» por chat, que el «América» perdió (o las «Chivas», da lo mismo)… La retahíla de lugares comunes que dan vida a las eternas crónicas verbales del Godínez, se pueden escuchar en las cantinas cercanas al trabajo, en los andenes del metro, en los tacos a la hora de la comida o el puesto de periódicos de la esquina, donde el «Godínez informado» se pone al tanto del acontecer mundial contemplando las imágenes de la nota roja o las «viejas encueradas» del Gráfico.

El peligro de este mediocre individuo radica en su número. Desde las dependencias de gobierno hasta la invasión de los monstruosos corporativos trasnacionales, pasando por las pequeñas empresas, el Godínez se ha reproducido por miles, principalmente en las grandes ciudades, conformando uno de los grupos más numerosos de la clase media «burguesa», el sector de mexicanos que, precariamente, han asegurado un «sueldo», un estatus laboral («trabajo en el gobierno» o «trabajo en tal banco») y una zona socio-económica de comfort, si bien muy alejada de los grandes lujos del potentado, mejor que la del conserje o el «bolerito». Miles de Godínez conformistas e indiferentes, anquilosados en su mediocridad, constituyen un pesado lastre que impide el progreso genuino del país. Pero más peligroso aún es un segundo tipo de Godínez, también aumentando en número, que ve en el mundo corporativo para el que labora su realización personal y profesional, la fuente de su potencial riqueza, la materialización del «éxito»; el Godínez «fresa» que mira por arriba del hombro a compatriotas menos favorecidos; el Godínez de vocación y por convicción, que ve la «palanca del desarrollo» en estas empresas.

A esa clase pertenecí hasta no hace mucho tiempo. Formé parte de esas multitudes pletóricas de ambición y sueños de grandeza que trepan las enormes colmenas de hierro y concreto. Me «puse la camiseta» de grandes compañías convencido de que mi trabajo echaría a andar la «palanca del desarrollo». Sin embargo, al paso del tiempo, la cruda realidad me «bajó de la nube». Mis objetivos personales se cumplían a cuentagotas, mientras la empresa aumentaba exponencialmente su productividad, incrementaba sus negocios, extendía sus instalaciones, contrataba más personal y se hacía más próspera. En contraste, yo ganaba cada vez menos trabajando más, porque aunque obtenía anualmente incrementos raquíticos de sueldo, pagaba cada vez más impuestos, intereses más altos y el resto de aumentos al «costo de la vida» que las empresas trasladan al ciudadano común. Pero afuera del «mundo Godínez», la realidad que nadie quiere ver es mucho peor: el vecino que va a dar a la calle por el aumento a los intereses, el ratero en el metro, o el indigente afuera del Walmart se multiplicaban también, invadiendo las calles, los parques, los alrededores de las «colonias bien». En 2010, el INEGI contabilizaba 49 millones de pobres en un México de 100 millones de habitantes… la cifra ha aumentando de tal modo que hoy en día más de la mitad de la población sobrevive en extrema pobreza. ¿Por qué? Si cada vez más Godínez estamos activando la «palanca del desarrollo», ¿por qué aumenta la pobreza? ¿Por qué hay crisis, si las empresas para las que laboramos se enriquecen cada vez más? ¿Por qué tienen que aumentarnos los impuestos (a nosotros, los Godínez, y al resto del pueblo)? ¿Por qué tienen que abrir nuestro sector energético a la inversión extranjera, por ejemplo, para que el país obtenga más ingresos?

La respuesta es evidente: esa famosa «palanca» que miles de crédulos como yo estábamos activando, es justamente el problema. Permite el «desarrollo» de unos cuantos, estanca a otros y empobrece a la mayoría. Está diseñada para funcionar así. El Godínez ambicioso, entonces, que enfoca sus energías en mover esa palanca… termina destruyendo al país.

Abejas y «Godínez», semejanzas y diferencias

AbGd

La primera semejanza entre una colmena de abejas y un edificio abarrotado de Godínez consiste en que la mayoría son obreras laborando incansablemente para alimentar a una reina. Cada obrera tiene asignada una celda, que en el mundo Godínez se llama cubículo, mampara o escritorio en el mejor de los casos. Sí, Godínez, eres un obrero que en lugar de overol y casco, usa traje y corbata. El Godínez también trabaja, mal o bien, para engordar a una «reina». ¿Sabes quién es la reina a la que alimentas con tu trabajo en Oracle, IBM, Microsoft, Banamex o cualquiera que sea la empresa donde labores?

En cuanto a las diferencias, la más importante es que las abejas producen alimento para su colmena y también para un sinnúmero de especies, incluida la humana. La miel es un alimento altamente nutricio que tiene aplicaciones incluso en la medicina.

En cambio el Godínez… ¿qué produce? Riqueza para las corporaciones. Si trabajas en Scotiabank, ayudarás a aumentar los ingresos de Bank of Nova Scotia, en Canadá. Si trabajas para Banamex, ayudarás a aumentar los ingresos de Citigroup, en Estados Unidos. Si trabajas para Grupo Maseca, ayudarás a aumentar la riqueza de la familia González Barrera, actualmente emparentada con las familias Hank Rohn y Salinas de Gortari. ¿Te suenan familiares?

bancos

Así podemos citar un largo etcétera de prósperas empresas nacionales y extranjeras, para las que millones de Godínez, como tú, producen riqueza, engordando a sus respectivas «abejas reinas». Se ha documentado ampliamente que las compañías más exitosas del mundo, entre las que se cuentan los grandes imperios «mexicanos» como Telmex, Grupo Televisa, Grupo Bimbo, Grupo Maseca, Cemex, FEMSA y todos los bancos, son también los mayores evasores fiscales del mundo. De la inmensa riqueza que acumulan, escamotean los impuestos (en el mejor de los casos) o simplemente no devuelven NADA a los países que están explotando. En consecuencia, los «gobiernos» –serviles a estos imperios– incrementan los impuestos a la población, suben los precios de los combustibles y, como efecto dominó, el impacto de los aumentos llega hasta la canasta básica, aumentando la cifra de mexicanos que son incapaces de adquirirla.

Por lo tanto, fuera del mundo Godínez, lo que realmente estás produciendo… es más pobreza.

La última semejanza (que al mismo tiempo también es una diferencia) entre las abejas y los Godínez, consiste en que si las primeras se extinguieran, toda la vida en la tierra desaparecería al cabo de unos años, incluyendo la humana. Análogamente, si el Godínez se percatara de su condición de esclavo y decidiera extinguir el concepto de Godínez, el sistema de explotación que mantiene sometida a la humanidad, se colapsaría.

Tú, Godínez, eres la clave para cambiar a México

No lector, no es ironía, sarcasmo o una ridícula frase motivacional. Los Godínez, mal o bien, hacen todo el trabajo de las empresas más exitosas de México y el mundo. El esfuerzo de millones de estos seres construye los grandes imperios capitalistas alrededor de los cuales flotan círculos de miseria, mucho más inmensos y peligrosos, pues los vicios de las sociedades tienen su origen y apogeo en la pobreza.

Godínez, tu responsabilidad en la situación del país y el mundo es enorme. Con tu esfuerzo, sumado al de millones, sostienes al sistema ideado para enriquecer a unos cuantos y empobrecer a la mayoría. Apaga la televisión y mira a tu alrededor. Entiende que hay un mundo más allá de tu «condominio», tu auto compacto y tu semana anual de vacaciones en Acapulco. La realidad brutal que te rodea y que tú estás ayudando a construir, no desaparecerá cerrando los ojos o fugándote en tus «domingos de futbol».

Llegó la hora de que te informes, te enteres para quién generas riqueza y estés consciente de las consecuencias que tu labor –bien o mal realizada–, tu indiferencia, tu ignorancia y tu egoísmo, provocan en tu entorno, a nivel nacional e incluso a nivel mundial. Entiende que nadie está excento de experimentar esas consecuencias, ni tú mismo, por más que te engañen con falsos privilegios o promesas siempre incumplidas de «desarrollo».

¡D E S P I E R T A!

 

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