Angélica Jocelyn Soto
Proceso
MÉXICO, D.F. (apro-cimac).- Madre soltera de dos menores de edad, Laura X vivió más de un año de acoso sexual y hostigamiento por parte de su jefe directo, Gonzalo Mendoza Ríos, gerente de ventas de la línea de autobuses Enlaces Terrestres Nacionales (ETN).
En mayo pasado, cuando se armó de valor para denunciarlo, sus compañeros de trabajo la enjuiciaron, se quedó sin empleo y aún padece el maltrato del sistema judicial.
De 32 años de edad, Laura cuenta en entrevista que desde 2009 entró a laborar como taquillera en la empresa de transporte de pasajeros ETN. Siempre estuvo bajo la responsabilidad de Mendoza Ríos.
En 2012 enfrentó una separación conyugal y debió cambiar de domicilio y mantener por completo a sus dos hijas, una de ellas recién nacida. La necesidad de hacer trámites la obligó a pedir permisos y cambios de horarios en reiteradas ocasiones. Entonces, su jefe se enteró de su estado civil.
Gonzalo Mendoza Ríos aprovechó el momento. Le dijo a Laura que entendía su situación y que la apoyaría con comisiones especiales y promoción de puesto… siempre y cuando aceptara tener una relación sentimental con él.
Ahí empezó el martirio. En incontables ocasiones el jefe la llamó para que acudiera a solas a su oficina. Insistía en apoyarla. Dos meses después, en una de las reuniones privadas empezó a acariciarle la mano. Luego la presionó para invitarla a comer, le mandó mensajes advirtiéndole que la estaba observando a través de las cámaras y que le gustaban sus piernas.
Confundida e incómoda, Laura no se atrevió a manifestar sus emociones. El acoso era tan evidente que sus compañeros de trabajo le hacían burla.
Así aguantó un año. Dos empleados que la pretendieron fueron despedidos por Mendoza Ríos, quien le recriminaba que otros hombres la buscaran.
El acoso sexual le generó malestares físicos: Sentía ansiedad y sufría ataques de pánico, daños que fueron constatados en pruebas médicas que están en su poder. También tenía miedo de ser despedida si no accedía a estar sola con su jefe. Temía que la vieran acompañada, sobretodo porque acababa de iniciar una relación sentimental con una persona externa a su trabajo.
Un día, Mendoza Ríos la llamó a su oficina, donde intentó besarla y la tocó. Laura quiso poner un alto, pero él la presionó: Le dijo que “dejara de verlo como un jefe porque también era un hombre”. Luego de negarse, salió de su oficina pero no le contó a nadie lo sucedido. Al regresar a su casa intentó suicidarse en el baño.
Hostigamiento
Después de tres días de incapacidad, Laura regresó al trabajo. Gonzalo Mendoza Ríos la llamó a su oficina. Ahí, criticó su desempeño, le dijo que “ya no era productiva para la empresa” y le propuso renunciar o cambiar de área en otra sucursal. El puesto era de telefonista e implicaba invertir más tiempo en el traslado y aprender desde el principio esta nueva labor.
Como rechazó el cambio, sobrevino un hostigamiento constante. Su jefe la exponía frente a sus compañeras, motivaba la rivalidad entre ellas y la insultaba. La obligaba a trabajar turnos extras y sin descansos.
Cierto día, mientras Laura se encontraba en el baño, éste abrió la puerta y, a la vista de todos, la mandó de regreso al trabajo. Entonces, la ansiedad y la depresión se apoderaron nuevamente de ella, pero se aferró a no perder su trabajo.
En mayo pasado pidió vacaciones. Su jefe las autorizó, pero le advirtió que al regresar ya no tendría empleo.
La mujer no aguantó más. El pasado 3 de junio solicitó por escrito una audiencia con Gustavo Ascencio Origel, gerente operativo de Ventas de ETN, para informarle el acoso y el hostigamiento. Nunca recibió respuesta.
Al terminar sus vacaciones, se enteró de que, por órdenes de Mendoza Ríos, fue removida a otra área.
Para denunciar el acoso y la falta de atención de Ascencio Origel, Laura mandó un oficio –del cual esta agencia tiene copia– a Francisco Javier López Barrón, director general de ETN. Éste le llamó y le prometió una investigación.
Un mes después, el directivo la citó para encararla con Gonzalo Mendoza. Al principio el acosador negó todo; luego aceptó que la pretendía y que era “un acto natural de los hombres”.
Ascencio Origel la recriminó al decir que como no hizo nada durante mucho tiempo, se sobreentendía que le gustó. Luego, intentó conciliar la relación entre ambos. Como ella se negó, el director los despidió a ambos, aunque le propuso perdonar a Gonzalo. “No sea mala, comprenda que él tenía una familia”, le dijo.
Laura siguió firme en su negativa. Entonces el argumento del directivo cambió; la despediría por supuestas “faltas a la moral”. También le propuso una indemnización de 20 mil pesos, cantidad supuestamente mayor a la que Laura merecía por el despido, si evitaba la denuncia penal.
La mujer no regresó a su empleo ni recibió la indemnización por el despido. Supuestamente, Mendoza Ríos tampoco podría regresar a trabajar, pero, a decir de Laura, 15 días después de la reunión, él aún laboraba en la empresa.
Cimacnoticias llamó a la oficina de Gonzalo Mendoza, donde una mujer informó que ya no trabaja ahí, pero su nombre y cargo siguen en el directorio electrónico de la empresa.
PGJDF y Conapred, indolentes
El pasado 18 de junio, Laura interpuso una denuncia penal en la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Sexuales de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF). La averiguación previa se abrió con el número FDS/FDS-6/T1/424/14-06.
En la Procuraduría le pidieron pruebas y testigos, pero ninguna de sus compañeras la apoyó. Entonces, la agente del Ministerio Público, Esperanza Alba Aguirre, y la secretaria del Tercer Turno de la Fiscalía, Elizabeth Galván Ibarra, le informaron que su demanda no procedería por falta de elementos.
Laura insistió hasta que le tomaran la declaración. Le dijeron que “si ella quería denunciar, que supiera que así eran las cosas, que se aguantara”. Y le advirtieron que enfrentaría algo peor y que se estaba metiendo en más problemas.
Al final escribieron en la declaración que no padecía ninguna afectación psicológica por la agresión y archivaron dos meses su expediente.
No conforme, interpuso una queja ante la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), bajo el número CDHDF/IV/121/CUAUH/14/D3751. La visitadora adjunta del organismo, Lesslie Yosahandy Vicente, la acompañó a la PGJDF para ampliar sus declaraciones y calificó la actitud del personal judicial: “No era adecuada y denotaba insensibilización y revictimización”.
El pasado 4 de julio se fue a las instancias federales. Presentó otra queja ante el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred). Ahí, Delfina Cecilia López Moreno, jefa de Departamento de Conciliación, le respondió que no se podían tomar medidas de emergencia, pero que pediría un informe a la empresa.
Varios días después y luego de diversos correos electrónicos, de los que esta agencia tiene copia, el Consejo –presidido por Ricardo Bucio— le informó que ETN envió una carta de respuesta, donde informó que Mendoza Ríos negó los hechos, por lo que las declaraciones de Laura “quedan en entredicho”. Aseguró que Laura no fue despedida, sino que dejó de ir a trabajar.
En la Procuraduría Federal de la Defensa del Trabajo, a donde Laura se acercó a pedir orientación, le informaron que si demandaba a la empresa, saldría perdiendo pues conciliarían un monto económico menor que el propuesto por el director. Peor aún: si la denuncia penal contra el acosador no procedía, ella perdería todo.
Con estos antecedentes, el pasado 30 de julio la CDHDF remitió el caso a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), donde también se investigarán las omisiones del Conapred.
Hasta hace dos días –y luego de que un grupo de activistas feministas emitió a todas las instancias implicadas un pronunciamiento firmado por más de 60 defensoras de Derechos Humanos de las mujeres–, Laura empezó a tener respuestas.
Recibió un correo del Conapred enviándole la carta en la que la empresa da respuesta al organismo. Las autoridades de la PGJDF la citaron para entrevistarse con ellos y darle detalles de su caso.
En lo que el proceso sigue su curso, Laura reconoce que la justicia –lo único que podría darle un poco de paz a ella y otras mujeres que están en la misma situación– aún está muy lejos de concretarse.