Alicia Mesino Castro, de 72 años, reclama al gobierno del estado justicia para sus hijos asesinados en 2005 y 2013.
ROBERTO RAMÍREZ BRAVO
La Jornada
–Es un dolor, un coraje inmenso. ¿Por qué lo hicieron, siendo una mujer? Dijera uno cuando es hombre con hombre, pues se mata con ellos, pero ella… sin defensa la mataron. Yo digo que es una cobardía, yo siento que es una cobardía matar a una mujer, así más indefensa.
Su voz, de un solo tono, apenas se eleva un poco; y una lágrima brilla en sus ojos, pero no resbala por su mejilla. Alicia Mesino Castro ha perdido a dos de sus hijos, asesinados a balazos en el contexto de la lucha social. Es madre de Miguel Ángel y Rocío Mesino Mesino, quienes fueran dirigentes de la Organización Campesina de la Sierra del Sur.
Él fue asesinado el 18 de septiembre de 2005 en el zócalo de Atoyac; ella, el 19 de octubre de 2013, cuando ayudaba a reconstruir el puente de Mexcaltepec dañado por la tormenta tropical Manuel.
–Yo lo que podría decir es que ya creciendo él, a Miguel Ángel, le gustó la lucha, le gustó defender al pueblo, unirse con compañeros para pedir al gobierno cosas para la gente. Y sí, estuvieron pidiendo un tiempo, y hasta la vez. A Rocío la mataron; ella todavía seguía pidiendo, nunca dejó a la gente, pedía para que vivieran su vida bien, pedía láminas de cartón, cemento, para que tuvieran sus casitas.
Doña Alicia Mesino tiene 72 años de edad, y tuvo ocho hijos. Al menos cinco han estado vinculados a la lucha con la Ocss, organización que el 28 de junio de 2005 perdió a 17 de sus miembros asesinados a balazos por la policía en un retén en el vado de Aguas Blancas cuando viajaban en una camioneta de pasajeros de Tepetixtla hacia Atoyac.
En entrevista, recuerda a su hija Rocío, asesinada el año pasado. “Ella estaba haciendo el puente provisional, y ella hizo un tambo de pozole, para que le dieran a la gente que estaba allá, y todavía en la tarde estuvo echándole agua al pozole, ¿y quién iba a decir que ese pozole iba a ser para su velorio?”.
–Si tuviera enfrente a los asesinos de sus hijos, ¿qué le diría?
-¿Qué le diría, pues? No pasaría de darle su… no sé, pues cómo podría hacerle ahí. Yo siento mucho coraje, mucho odio. Ellos tienen sus padres también; tienen hijos. No les gustaría que les hicieran como me hicieron a mí, que me dejaron llorando y ahorita va a ser el año y no he visto nada de justicia. Por eso pedimos que se haga justicia, es lo que pedimos.
–¿Cree que la lucha en la que participaron, que podría ser la causa de su muerte, ha valido la pena?
–Yo digo que es como si usted se mete de sastre y dice: voy a ser sastre y voy a ser sastre y si llegan a matarme, pues ya. Y si usted se murió en una lucha de que usted es sastre, así ellos, así yo también. Es una lucha que llevamos y mis hijos no tenían miedo para seguirla. Dicen algunos: ya no luchen, la gente no agradece; yo digo no. Hay gente que no agradece, pero hay gente que sí agradece, porque hay mucha gente pobre, que a Rocío la sintieron mucho. Cuando la mataron, como que dijeron ya se acabó todo; pero no, la lucha sigue. Por eso digo yo que si uno muere en una cosa pues, no tiene uno qué decir, porque lo que andaba haciendo es algo bueno, ayudando a los pueblos.
–¿Cree en el gobierno, que vaya a hacer algo?
–Quién sabe. Por eso pido yo a los tres niveles que haya justicia por mis hijos. Yo no les ando diciendo cosas malas, lo que quiero es que ellos siquiera me digan ya los tienen presos. Es un dolor feo, no creas que no: ver a tu hija viva ahorita, al rato verla tirada. Yo tengo que pedirles a ellos que hagan justicia.