Patricia Padrón
Quadratín
LA RUANA, Mich., 18 de diciembre de 2014.- Los enfrentamientos en La Ruana sólo dejaron muerte, dolor y desolación a once familias que aún no se sobreponen a la pérdida de su ser querido.
Viudas, huérfanos y compañeros de lucha, quedaron solos, se aferran a los feretros, presentan las ofrendas florales y las ollas de comida y agua no paran de ser entregadas entre los dolientes.
La calma expuesta a romperse en cualquier momento, los elementos de la ley resguardan, pero la rabia es evidente; sin pactarlo se percibe la tregua para velar a los muertos, los vivos reviran, ninguno de los dos bandos dejaran las armas.
Hipólito Mora ve en la muerte de su hijo Manolo un motivo más para seguir luchando, ahora con más fuerza, de pie pero destrozado por dentro recuerda a su primogénito con amor, lo describe como obediente y reservado.
Relata que hace poco más de un año, Manolo le pidió que depusiera las armas, Hipólito le pidió perdón en ese momento y le dijo que no, con lágrimas bajando por sus mejillas afirmó «si yo hubiera sabido que esto le iba a pasar a mijo, habría dejado las armas».
En el otro bando también lloran a sus muertos, Jesús Valencia -el comandante 8- perdió a su hermano Neymar Valencia en la refriega, el dolor es evidente, exige justicia.
Después de entregar a sus familias los cuerpos de los caídos de su grupo, vuelve a su casa, el féretro con los restos de su hermano lo esperan, se mantiene íntegro pero su mirada denota una tristeza inmensa.
Y así en la zona de Tierra Caliente de Michoacán donde surgieran las autodefensas para desterrar a Los Templarios, se matan entre ellos mientras el gobierno observa y advierte que llevara ante un juez a los responsables…la tarde del pasado martes, todos accionaron un arma, son presuntos culpables.