México, 13 de abril 2016 (NOTIGODÍNEZ).- La clase empresarial de este país es corrupta de principio a fin. Para ellos hacer negocio está por encima de cualquier cosa, empezando por la honestidad. Y no lo decimos nosotros, lo descaran ellos mismos. Son el producto «mejor logrado» del sistema neoliberal decadente y PUTREFACTO en el que vivimos, donde «todo se vale» y los principios pertenecen a un pasado que tal vez nunca existió y, de cualquier forma, nadie quiere recordar.
El diario La Jornada informó hoy que al menos 30 por ciento de los empresarios en este país, han tenido que recurrir alguna vez a la corrupción para sacar adelante sus negocios, de acuerdo con un estudio de la fundación privada Idea y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Pero como ese estudio fue elaborado y financiado por ellos mismos –los corruptos empresarios en cuestión–, lo más probable es que la cifra sea mucho mayor y cercana al 100 POR CIENTO.
Durante el foro «Información en el Combate a la Corrupcion», organizado por el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai), diversos representantes de la iniciativa privada confirmaron que han tenido que maicear a las «autoridades» –es absurdo llamar así a semejante ESCORIA que parasita este país– para poder agilizar algún trámite u obtener contratos públicos más fácilmente. Sin embargo, según el estudio, las prácticas de corrupción se extienden también al interior del sector privado, es decir, a los negocios realizados entre los propios empresarios.
Alberto Saracho, director de Fundación Idea, pretendió justificar la corrupción empresarial acusando un «exceso de regulaciones» a escala federal, que «obliga a los empresarios» a recurrir a la corrupción. «Una de cada cinco empresas ha sobornado a autoridades para obtener licencias o agilizar trámites». ¿»Una de cada cinco»? JA JA. Además MIENTE, porque su propio estudio demostró que los empresarios también son corruptos al negociar entre sí.
Francisco Mijares, administrador general de la Asociación Mexicana de Restauranteros, secundó el pretexto de Alberto Saracho pero, al menos, fue más «sincero» en sus cifras: ‘‘Quiero decirles que la industria restaurantera la conformamos 515 mil establecimientos a nivel nacional; 95 por ciento son Pymes y ninguno nos libramos de la corrupción«, espetó cínicamente.
Nuevamente aludió al «exceso de trámites» para justificar la deshonestidad, la corrupción y descomposición que inicia, efectivamente, en las cúpulas político-empresariales, y se extiende como hiedra venenosa en todos los demás rubros de la vida nacional.
‘‘Nos da hasta risa porque, como dicen, a mayor regulación es mayor la corrupción; nos quieren regular tanto que nos obligan a caer en la corrupción’’, se burló. ¡Qué risa le da ser un CORRUPTAZO! Pues no, mañoso. Nadie «los obliga» a ser deshonestos, al contrario. La obligación de todo ciudadno es ser honesto y denunciar a los delincuentes. Y ahora estos cínicos salen con que «los regulan en exceso». ¡Claro!, lo mejor para ellos sería que no existiera control alguno que les impida delinquir a placer, ¿verdad?
Por su parte, el actual director de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción, Juan Paratores, dijo a bocajarro que el sector de obra pública en nuestro país es sinónimo de CORRUPCIÓN. ¡Ni que lo diga! Basta ver los miles de millones de pesos del dinero de todos los mexicanos, que el corruptazo mayor de este país, asesino de Atenco y actual usurpador, Enrique Peña Nieto, ha entregado a su constructora favorita, Grupo Higa, propiedad de su igualmente corrupto amigo Juan Armando Hinojosa Cantú. Algunos «frutos» de esas corruptelas pueden visitarse en la calle Sierra Gorda 150, colonia Lomas de Chapultepec, en la Ciudad de México.
¿Hay solución a esto? Claro, pero pasa necesariamente por encerrar al corrupto mayor de México que acutalmente ocupa Los Pinos, junto a sus socios de las varias empresas beneficiadas en el actual espuriato, seguidos de una larga lista de «funcionarios» y empresarios criminales que saquean por todos los frentes al país. Pero esa justicia sólo puede realizarla el pueblo informado, organizado y en rebelión de conciencia.
Con información de La Jornada