Arturo Sierra
Reforma
Cd. de México, México (29 diciembre 2014).- La falta de centros para las adicciones administrados por las autoridades provocaron que las granjas y los abusos que en ellas se cometen sean tolerados.
El Instituto para la Atención y Prevención de las Adicciones (IAPA) reconoce que en la Ciudad de México operan 306 de estos sitios, de los cuales solo uno, con capacidad para 30 personas es del GDF.
De éstos, 84 están certificados. El resto no cuenta con ningún aval.
Rafael Camacho, director del IAPA, consideró que las llamadas granjas cumplen con una función que los gobiernos no han podido brindar.
«Alguien proponía que se debían cerrar todos los anexos (o granjas contra las adicciones), pero ¿qué pasa? Simplemente, nos quedaríamos sin nada de atención para los adictos», reconoció Camacho.
Sin embargo, en la mayoría de estos sitios, las irregularidades son comunes.
Por ejemplo, en el Centro de Rehabilitación de Alcoholismo y Drogadicción, en la Delegación Gustavo A. Madero, conviven mujeres menores de edad con hombres adultos.
«Todos te mentaban la madre», recordó Alejandro, quien estuvo internado tres meses.
«Dicen que era una forma de ver lo bajo que habías caído, pero eran puros abusos».
Además, la estancia en ellos muchas veces es contra la voluntad del adicto, por periodos de entre 2 y 4 meses, y los encargados de los anexos no dudan en aconsejar a los familiares que lleven con engaños a los enfermos.
REFORMA realizó un recorrido por centros de rehabilitación denominados «residenciales» en las delegaciones Gustavo A. Madero, Iztapalapa y Cuauhtémoc, así como en el Municipio de Ecatepec, y se observaron diversas irregularidades.
Entre ellas, el que se reúnan en el mismo espacio enfermos mayores de edad con mujeres adolescentes; además hay sobrepoblación, mala alimentación y falta de personal especializado para atender las adicciones.
La mayoría de los centros logra sobrevivir con las cuotas que dan los familiares, que van de los 200 pesos a los 750 pesos por semana, además de la entrega de despensas con alimentos.
También se visitaron al menos otros cuatro lugares que, según vecinos, tenían semanas que habían sido cerrados.
En el Centro de Rehabilitación de Alcoholismo y Drogadicción Dr. Sergio Berumen, ubicado en la Colonia El Olivo, en la Delegación Gustavo A. Madero, se pudo ver a los enfermos en recuperación competir en la limpieza de los pisos para ganarse un vaso de refresco de cola o un cigarrillo, pues todo les está restringido por su «padrino», una especie de guía que los ayuda a superar la adicción.
«Lo que recomendamos es que usted traiga a su familiar con mentiras diciendo que lo acompañe a una plática, ya entrando aquí ya se chingó, ya no sale. No crea que los vamos a golpear, sólo a someter y controlar, si usted firma la responsiva ya no se puede ir», dijo Héctor, padrino del lugar.
En los centros visitados los encargados mostraban una carta responsiva que un familiar debe firmar, donde acepta que solicitó la internación de su pariente por un periodo indeterminado y que el lugar no se hace responsable si al interno le ocurre algo.
Alejandro, de 28 años , estuvo internado en un anexo porque sus padres lo descubrieron inhalando cocaína y aseguró que no fue una buena experiencia.
«Yo nunca quise ir, los acompañé y ya no pude irme, lo peor es que pasé muy mal, con mucha hambre, porque no te dan de tragar nada o todo está muy mal, caldo que era pura agua, frijoles, arroz y tortilla, era lo que comía diario», dijo.
Convierten centros de atención en cárceles
Algunos anexos o granjas son verdaderas cárceles en las que personas con adicciones a las drogas o el alcohol deben permanecer en contra de su voluntad.
En el centro denominado A un Paso de la Libertad, en la Colonia Santa María Aztahuacán, en Iztapalapa, las puertas tienen rejas con candado y no se permite a los pacientes acercarse a ellas.
«De ninguna manera se puede salir nadie, tenemos enrejado en la azotea y todas las puertas con cadena y candado.
«Se garantiza que su familiar estará aquí los 4 meses de su rehabilitación, en ocasiones se les tiene que amarrar con vendas si el enfermo está muy aferrado», dijo Luis, uno de los encargados del lugar.
En algunos casos, el personas incluso traslada al paciente al anexo, aún en contra de su voluntad.
«Usted díganos a dónde tenemos que ir por su familiar y nosotros vamos por él, nos lo traemos a la fuerza si usted da la autorización», dijo Guillermo, del centro Nueva Vida, en Ciudad Azteca.