Álvaro Ramírez Velasco
E-Consulta
Una bala de goma, dependiendo del modelo y del arma con el que se dispara, puede alcanzar hasta 720 kilómetros por hora y en el mundo, principalmente en Europa, hay varios casos de personas que han muerto por uno de estos impactos; el más reciente es el del español Íñigo Cabacas Licerazu, quien falleció en abril de 2012 luego de pasar 4 días en coma por haber recibido una de estos proyectiles “no letales” en la cabeza.
Las balas de goma son distintas de las pelotas de goma, que tienen un impacto más agresivo y que ya han sido prohibidas en varios países de la Unión Europea.
Estas armas “menos letales” han llevado a varios de los amputados o lesionados permanentes a crear asociaciones como “Stop Bales de Goma” y “Ojo con tu ojo” en Cataluña, las que han realizado los estudios que concluyen que pueden alcanzar hasta los 720 kilómetros por hora.
De acuerdo con la empresa Nidec Defense Group, que ofrece varios modelos de armas y proyectiles de goma, éstas pueden ser de aire comprimido –con lo que se evita que sean consideradas armas de fuego– o por detonación con pólvora, de lo que dependen la fuerza, velocidad y alcance de los proyectiles.
“En Nidec Defense Group priorizamos el ofrecer soluciones menos letales así como de entrenamiento lo más cercano a la realidad posible antes de las soluciones letales.
“Por esta razón hemos incorporado en nuestra gama de productos para antidisturbios y entrenamiento, las armas de Tiberius Arms, que son especialistas en soluciones para la policía antidisturbios y vienen desarrollando y produciendo armas neumáticas de tecnología avanzada tanto para agencias civiles, como para la Policía, Militares y personal de Seguridad”, describe la ficha técnica con la que ofrece el Rifle Tiberius T9.1 CQB Less-Lethal, cuyo costo es de 605 euros.
De acuerdo con documentos históricos, estas armas “menos letales” fueron utilizadas por las policías antidisturbios para disolver manifestaciones, por primera vez en Latinoamérica, en las dictaduras de Jorge Rafael Videla, en Argentina (1976-1981), y Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, en Chile (1973-1981), aunque antes ya habían desaparecido a miles de sus compatriotas, en regímenes que fueron considerados de terror.
