«No puede existir, no existe, ni existirá jamás «igualdad» entre opresores y oprimidos, entre explotadores y explotados».
-Lenin
El 11 de septiembre 2017 fue el aniversario 44 del asesinato del presidente de Chile, Salvador Allende, en un Golpe de Estado perpetrado por EUA, utilizando al brazo militar chileno cuyo comandante en jefe era Augusto Pinochet.
Existe cierta similitud, sin suponer que eran iguales, entre el presidente Salvador Allende y el presidente Francisco I. Madero. Francisco I. Madero fue asesinado en un Golpe de Estado, con fuerte complicidad de EUA, encabezado por, entre otros, Victoriano Huerta, jefe de las tropas del gobierno federal.
El efecto para ambos, puede decirse, fue la causa de haber respetado el sistema rigente para partir sobre ese y haber querido desde ahí formar armoniosamente conciliación entre varios sectores mientras trataban de establecer transición a reformas populares, lo cual llevó a la polarización, la traición y asesinato por parte de los bandos que apoyaban a la clase alta.
De vuelta a la actualidad, el 05 de septiembre 2017 el PAN, PRD y MC formalizaron ante el señuelo «Instituto Nacional Electoral» (INE) la concreción del lóbrego «Frente Ciudadano por México». Ello, obviamente, significando un acto desesperado para intentar frenar el avance de Andrés Manuel López Obrador hacia las elecciones del 2018.
Teóricamente -y hablo del concepto teórico del imbécil- yace la monumental ironía de la unión política de pensamientos tan opuestos. No obstante, en realidad es incluso chico pensar en el hecho de que el moribundo PRD ya no es partido de izquierda sino un monstruo que se comercializa como izquierda y actúa como derecha, para que así en el sistema tanto izquierda como derecha voten por la derecha.
En preciso lo que existe es la lucha por los puestos en el sistema parasitario, la manutención y, si es posible, el refuerzo en poder del partido y -la razón de su existencia- la defensa del sector burgués neoliberal que goza de la salvaje explotación gracias a una economía desregulada; desregulación protegida asimismo por el coloso de EUA, entre varios. Estos poderes pútridos buscan frenar a Morena y su objetivo de regular el capitalismo salvaje que tiene destruido al país.
México, el pueblo mexicano, la clase baja no entra para ellos en el paradigma; al contrario, es un obstáculo. Tales palabras sólo son el bonito caballo de Troya en el léxico cantinflero del parásito. Su usanza repetitiva canaliza a la mentira estética. «Los tres partidos tenemos claro que lo que nos une es México» dijo la parca del PRD, Alejandra Barrales, misma que -fíjense- dijo que los tres partidos tienen diferentes ideales pero los mismos objetivos… Y todo es «bonito» en la mentira estética de esta República simulada, de este segundo país más violento del mundo.
Vivimos en un sistema simulador cuyas reglas son el diseño de tiranos, que año tras año tejieron una red infernal que propensa a la injusticia social y atrapa al buen ingenuo en un juego amañado que no puede ganar sin pactar, sin transformarse.
Andrés Manuel López Obrador criticó con buena razón la creación del «Frente Ciudadano» diciendo que es «gatopardismo» y un «régimen de simulación» que busca sólo unirse «para mantener al régimen de corrupción, de injusticias».
Y aquí entra la gran idiotez del falso pragmatismo, ejemplificado en el «Frente Ciudadano» del PAN, PRD y MC… o en el «Acuerdo de Unidad» de Morena. A razón cierta, existen niveles, y poner los acuerdos mencionados de par en par es para nada justo. Sin embargo, es factible decir que aunque Morena sí propone cambio, ninguno proporcionará un verdadero cambio.
Es desalentador ver una agresiva monopolización del cambio y un proyecto de nación endeble, iluso e ingenuo en Morena. Un proyecto al cual se han sumado los burgueses de la más alta índole y parásitos políticos (incluidos de ultraderecha y políticos responsables del extremadamente dañino «Pacto por México») que anticipan el fin del neoliberalismo y/o el fin del régimen simulador actual (los cuales han llegado a sus infames extremos y siguen estirándose) y buscan el nuevo nacer de estos -esa es la regeneración que esos deshonestos buscan al unirse a Morena-.
Asimismo uno de los errores más graves es que legitiman al sistema desde la aceptación de las reglas del sistema fraudulento pseudo democrático, desde la aceptación de sus fraudes como en el que ocurrió en el Estado de México -hay que ser honestos, no hubo una verdadera lucha contra ese fraude-, desde la aceptación de su léxico (como tan bien lo explicó el compañero Juan Godínez en su columna) donde al usurpador le dicen «presidente».
Las marchitas usanzas son presentes en el movimiento. La infiltrada apuñala-espaldas, Eva Cadena, actora en la comedia ridícula para manchar la imagen de López Obrador, fue impuesta con dedazo como candidata en Las Choapas, a pesar de la manifestación que realizó la misma militancia. Hubo, por ejemplo, una similar manifestación contra la imposición del ex-candidato a la gubernatura de Sinaloa, Jesús Estrada Ferreiro, donde López Obrador acusó a la misma militancia en manifestación de ser «enviados de la mafia del poder».
Ha llegado a la tragedia de lo risible ver el modo en que esos políticos parásitos que se unen son espontáneamente lavados de imagen. Tal falso pragmatismo resultará en más Evas Cadenas, es decir, en más traiciones internas y fuertes intentos para la permanencia del sistema pútrido.
Es prudente preguntarse qué ganan al incluir y empoderar a tal escoria, si sólo es poder político en un sistema amañado y antisocial. ¿Las bases, es decir, el trabajador, el obrero, el campesino, tienen menos valores y buena disposición para puestos que deben ser de representación popular? Es prudente preguntarse qué sacrifican al incluir y empoderar tal escoria, cuántos inocentes son condenados por la inclusión de cada parásito.
«Acuerdo político de unidad por la prosperidad del pueblo y el renacimiento de México», «fe», «esperanza», suma de -fíjense- diferentes ideologías políticas con un mismo objetivo, «gran frente […] con los integrantes de todas las clases sociales»: Suenan bonito también. Pareciera en el discurso de López Obrador una promesa de conciliar las clases sociales con un arcoíris de multi-sabor acaramelado y dibujos animados melodiosos.
Nunca será pragmático intentar hacer un maridaje entre el explotador (clase alta) y el explotado (clases bajas) porque a final de cuentas, desentrañando todo, ahí radica la raíz del problema: en la guerra de clases. Ambicionando, por «pragmatismo», una conciliación entre los dos, aseguras un sistema que permite la explotación, y no se logrará un cambio real ni perdurable.
El discurso de la corrupción como el principal problema de México es erróneo. «La mafia del poder» no es un villano que eliminas y todo se vuelve armonioso. La corrupción no es una enfermedad, es un síntoma de un sistema económico, político y social enfermo que genera tendencia a actuar antisocialmente -pues no se puede negar que para «triunfar» (es decir, acumular riqueza, explotar y gozar las reglas) en este sistema, el camino fácil y seguro es siendo un hijo de puta-.
Cabe ver el efecto que le depara a Morena; hasta qué punto sus líderes de base tolerarán y defenderán por «pragmatismo» el rumbo lleva el partido. Le vendría bien a su base comenzar a aceptar y reflexionar la crítica constructiva -y esto lo escribo en riesgo de recibir la ofensiva de los afines, arguyendo que no es pragmático- que varios realizan.
No es difícil vaticinar que la apuesta por vía fraudulenta y pactos en este infierno ponen en sumo riesgo a que concluya el movimiento en traiciones y tragedias, como ha pasado en la historia.
Por otra parte, el deber del pueblo es la lucha y la rebeldía. Sólo el pueblo levantado puede dictar el verdadero cambio, la abolición de las clases, la eliminación, sin comprometimientos con explotadores, del actual sistema inhumano y el establecimiento de un sistema humanista.
Comandante Haza. México, 10 de octubre 2017.
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