MÉXICO Y EL DESPERTAR DE SUS VERDUGOS
Por Valentina Landero
(@ValeladeVilla)
-¡Agáchate, agáchate, que ahí se van a echar a un cabrón!
Mi amiga Mónica hizo caso al súbito mensaje de su esposo y desde el asiento delantero de su camioneta se giró hacia atrás, agachándose, mientras veía los rostros de sus hijos que iban sentados en la parte trasera del vehículo. Lo único que pudo hacer en ese momento fue extender los brazos hacia ellos, como si estuviera protegiéndolos. Segundos después se escucharon las detonaciones, luego el silencio. Finalmente, la luz del semáforo se tornó verde y los carros apresuraron la marcha.
Sería al cabo de unos minutos que Mónica y su esposo confirmarían lo sucedido: en el cruce que acababan de pasar, un grupo de sicarios había ejecutado a dos personas. ¿Un episodio normal de un día regular? Podría ser, pues el estado de Chihuahua debe al sexenio calderonista el primer lugar nacional en narcoejecuciones: casi 300 mensuales, 10 al día (21,128 del 2006 al 2012). Cinco años después, la situación continúa “normal”: Chihuahua sigue en el top de las entidades que registran mayor narcoviolencia, ocupando en esta administración peñista el tercer lugar en ejecuciones.
Ciertamente, hemos aprendido a normalizar lo terrible: el despliegue de violencia tan cruda y continua obliga a la psique de la persona a protegerse del estímulo exagerado y constante de imágenes e ideas que pueden ser dolorosamente insoportables. Georg Simmel explica este fenómeno en su estudio titulado “La metrópolis y la vida mental” , donde compara los procesos mentales del urbanita con los del campesino y concluye que el primero se distingue por emplear un carácter intelectualista ante las circunstancias que le rodean, mientras que el segundo tiene una mayor tendencia a vivenciarlas desde la experiencia emocional.
En apariencia blindados, pues, podríamos decir que nuestras existencias transcurren habitual y “tranquilamente” a pesar no sólo del narcotráfico y todas sus implicaciones, sino también de la miseria, la corrupción, el abuso, la burla, la marginación, el cinismo, la injusticia y la desigualdad que en diferentes ámbitos y formas se expresan en el país, sí, diariamente.
Sin embargo, este tipo de blindaje se caracteriza por ser temporal, ya que la naturaleza humana no está hecha sólo de pensamientos, sino también de emociones. Las personas necesitamos sentir que el mundo es un lugar seguro y amigable. Ante la alienación provocada por un sistema del que hemos sido víctimas y promotores a la vez, necesitamos recuperar nuestra humanidad.
Y es en esta parte donde múltiples veces nos hemos preguntado qué nos hace permanecer pasivamente en una misma situación adversa sin hacer algo para cambiarla, ¿en realidad somos los mexicanos unos “dejados”? ¿Habremos súper desarrollado el instinto protector descrito por Simmel? ¿O simplemente Octavio Paz no pudo dibujar mejor el supuesto carácter impasible y reservado del hijo de la chingada?
Hay en psicología un fenómeno llamado “Desamparo aprendido”, el cual explica la condición de un ser humano o de un animal que, creyéndose impotente, HA APRENDIDO a mantener una actitud pasiva ante una situación adversa o desagradable no obstante de que EXISTEN CONDICIONES REALES DE CAMBIARLA. En efecto, hay todo un aparato integrado por el gobierno, los grupos de facto que lo sostienen, los medios de comunicación, la iglesia y las grandes corporaciones comerciales y financieras a los que se han ido sumando otras estructuras con capacidad de persuasión que han complotado para que el resto de la población, enajenada, permanezca inmóvil.
Por si fuera poco, además de los mencionados, existe un universo aún mayor que perniciosamente contribuye a la causa arriba descrita: nosotros. Cuando aceptamos y asimilamos la creencia vendida de que no hay nada por hacer dado que lo que se haga resultará inútil, nos hemos convertido entonces en nuestro propio verdugo. Hemos renunciado a nuestra propia naturaleza, que nos insta a crear las condiciones para vivir en un entorno seguro y amigable. Sin embargo, esta renuncia es temporal: sabia que es la naturaleza, busca constantemente regresar a su cauce.
Si verdaderamente los mexicanos estuviéramos apáticos o mediocremente conformados con la situación actual del país, ¿estaríamos votando por partidos distintos a los habituales? ¿Haríamos patente nuestra indignación en las redes y en las calles? ¿Estarías tú leyendo esto? No. Hay aprendizajes que pueden y deben desaprenderse, y las personas tenemos la capacidad de hacerlo. Así como aprendimos a creernos impotentes, podemos reaprender lo contrario, porque sabemos que, efectivamente, tenemos a nuestro alcance las condiciones y los recursos reales y objetivos para empoderarnos del presente y del futuro del país.
Basta que escuches tu naturaleza y seas receptivo y consecuente con el mensaje latente que te envía. Los mexicanos no somos ni “dejados” ni robots ni impasibles. Abracemos hoy nuestros errores como el tesoro que nos permita hacer las cosas diferentes de aquí en adelante. ACTÚA, COMPROMÉTETE, PIENSA, ANALIZA, CUESTIONA, INDÍGNATE Y CONTÁGIANOS DE TU ENTUSIASMO.
Valentina Landero
Twitter: @ValeladeVilla