«JUSTICIEROS»: La trampa de la violencia como otra válvula de escape al hartazgo social

Las autodefensas ciudadanas, entre quienes podrían contarse a los actuales «justicieros» de las grandes urbes, permean cada vez más en la sociedad mexicana frente a la brutal inseguridad y total INUTILIDAD de las falsas «autoridades», que en realidad estorban para resolver el problema e incluso forman parte del mismo.

Sin embargo, la proliferación de ciudadanos que hacen justicia ilegal no constituye una alternativa saludable en el combate a la delincuencia. Por el contrario, es otro síntoma de la descomposición y el canibalismo social crecientes. Desde golpizas callejeras a ladrones hasta linchamientos tumultuarios, la «justicia» al margen de la ley representa un serio retroceso en términos de civilidad, legalidad, Estado de Derecho y, por tanto, de la auténtica justicia.

La violencia es la manifestación principal del descontento social. Una sociedad empobrecida y esclavizada buscará medios para desahogar su tremendo descontento. No obstante, enajenada por el propio sistema que la somete, será incapaz de identificar las causas reales de su desgracia y terminará por descargar la violencia contra sí misma. Ahí radica el origen del canibalismo social que vemos manifestarse a diario en sus diversas formas brutales.

Rateros de poca monta, por ejemplo, que despojan a la ciudadanía pobre de sus pocos bienes, y los «justicieros» cansados de esta delincuencia impune, tienen exactamente el mismo origen -descontento social mal encauzado- y aplican el mismo método -violencia- para satisfacer cada uno su necesidad inmediata. Empero, al proceder de tal modo, no resuelven el problema de fondo sino que lo agudizan. El descontento social seguirá creciendo y con éste, la espiral de violencia que termina invariablemente cobrando vidas humanas.

Hace apenas unas horas, se informó sobre el asesinato de un ladrón a manos de un ciudadano «justiciero» a bordo del transporte público de Tlalnepantla, Estado de México, bastión del «Partido Revolucionario Institucional» (PRI) y, en consecuencia, de la delincuencia a todos los niveles. Otro asaltante fue detenido y un tercero logró escapar. Con éste suman ya varios casos recientes de ciudadanos que hacen «justicia» por su propia mano con resultados fatales. ¿Asesinar a los engendros de un sistema económico que, de suyo, fomenta la violencia, resuelve la situación? No. La violencia no puede combatirse con más violencia, y las cifras a la alza de robos, homicidios, violaciones y otros tantos delitos violentos en el Estado de México, primer lugar nacional en inseguridad, lo confirman.

A todo esto, ¿dónde quedan los causantes del empobrecimiento de masas que deriva en canibalismo y violencia social? ¿Quiénes son los titiriteros de este sangriento teatro guiñol de consumismo irracional? ¿Quiénes tienen secuestrado al planeta y lucran con todo, incluyendo los alimentos, el agua y otras necesidades elementales que la naturaleza proporciona gratuitamente? ¿Quiénes acaparan toda la riqueza que genera la humanidad causando una desigualdad monstruosa, con millones de niños muriendo de hambre en este preciso momento pese a que hay recursos de sobra para alimentarnos a todos? ¿Quiénes se benefician con la violencia de la sociedad contra sí misma mientras ellos, tras bambalinas, permanecen intocados e impunes?

Bancos y grandes corporaciones trasnacionales mantienen, desde hace siglos, esclavizada a la humanidad bajo una falsa ilusión de libertad. Estos imperios han avanzado tanto que ya controlan prácticamente todos los aspectos de nuestras vidas, determinan lo que debemos consumir, dictan el rumbo de nuestros pensamientos e incluso deciden el momento de nuestra muerte. En el proceso, se enriquecen obscenamente mientras agotan los recursos naturales del planeta, lo contaminan y lo destruyen.

Los verdaderos ciudadanos justicieros ya comprendieron todo ello. Saben que, a consecuencia de la insaciable voracidad de esos imperios, la sociedad se autodestruye atrapada en una espiral de violencia sin fin. Entienden, por tanto, que la violencia no es el camino para salir del círculo vicioso. Por el contrario, es otra de las trampas colocadas por el sistema neoliberal para que desahoguemos torpemente nuestra necesidad de liberación, facilitando el pretexto de la represión aún más violenta. LOS VERDADEROS CIUDADANOS JUSTICIEROS CANALIZAN SU DESCONTENTO DE LA ÚNICA MANERA EFICIENTE POSIBLE: BOICOTEANDO A LAS GRANDES EMPRESAS TRASNACIONALES Y DEJANDO DE COLABORAR CON SUS GOBIERNOS TÍTERES; dejándolos solos en su burda pantomima de «libertad» y dándoles la espalda en su farsa de «democracia». Cuando el sistema caiga por su propio peso, sin el sostén de nuestros brazos esclavizados, y cuando sus impulsores y beneficiarios reemplacen a los miles de presos políticos, de conciencia y de hambre en las cárceles del mundo, habremos materializado entonces la verdadera justicia.

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