Redacción Quadratín
(Imagen de archivo de un «aula» al aire libre bajo una carpa)
MORELIA , Mich., 30 de agosto del 2014.- Los niveles de ruido en las escuelas primarias exceden por mucho los límites saludables marcados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo cual afecta el sistema nervioso del ser humano, provocando diversos daños que van desde falta de concentración en clase, náuseas, dolores de cabeza, hasta alteración de la presión arterial, manifestó la investigadora Belem Echeverría, de la Facultad de Ingeniería Eléctrica, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH).
En un estudio realizado en una escuela primaria en Morelia, ubicada a 300 metros del libramiento norte, la investigadora Echeverría junto con sus colegas Sherezada y Anaid Ochoa, midieron las emisiones de ruido dentro de un salón de clases, a la hora del recreo y durante las clases de educación física de tres grupos de alumnos correspondientes al primero, cuarto y sexto de primaria.
La investigadora explicó que el término contaminantes se ha familiarizado entre la sociedad actual aludiendo a diversos agentes como la basura, el humo y gases tóxicos, químicos vertidos al agua que afectan al ser humano y se ha sido un tanto omiso en cuanto a la evaluación de lo que el ruido puede provocar en el ser humano.
Al explicar el procedimiento a seguir para realizar el estudio, Echeverría, dijo que no en todas las primarias se permite hacer un estudio sobre ruido, al cual definió como un agente contaminante que se distingue del sonido, por los decibeles de potencia al ser emitido, esto es, el sonido no afecta al ser humano, el ruido es aquel sonido que rebasa un límite de 65 decibeles (dB) de acuerdo a la OMS y puede clasificarse en una escala que va desde molesto, nocivo, altamente nocivo y aquel que al alcanzar los 100 dB o más, provoca el detonante para enfermedades mentales hereditarias como la esquizofrenia.
“Sabemos que el sonido es parte de nuestro hábitat y que el ruido puede producirse en la escuela, en la calle, en la casa, durante un viaje y la frecuencia y tiempo en el que estamos expuestos a un nivel alto de decibeles puede determinar problemas en el sistema nervioso que desencadenan síntomas físicos”.
Los niveles óptimos para el desarrollo de una clase están entre los 35 y 50 dB, afirmó, “el ruido es menor cuando los alumnos escriben o leen en silencio y los máximos cuando el profesor expone clase”.
Sin embargo, al efectuar las mediciones correspondientes durante un día de clase, se encontró que el promedio de ruido en el salón de primer año fue de 71 dB, en cuarto año 76 dB t en sexo de 70 dB, al sacar un promedio entre las 8 y las 12 del día, tomando en cuenta el recreo y las clases de deportes.
Si al salir de clases, el niño llega a casa y encuentra el televisor prendido, sus padres hablan a gritos o bien se escucha la música a altos niveles, supuso la investigadora, “nos enfrentamos a un problema generacional grave, ya que el ruido en la escuela no es ocasionado finalmente por las calles aledañas o los automóviles, sino por los propios niños que hacen ruido y hablan con voz muy alta, porque así lo hacen en casa”.
Si el cerebro responde a una situación de ansiedad, tensa los músculos lo cual impide el paso de la sangre aumentando la presión arterial, provocando diversas reacciones además del daño permanente en el sistema auditivo y la imposibilidad de estudiar y comprender, de allí concluye Echeverría y sus colegas, que sea necesario educar para el silencio, hablar en voz más baja y privilegiar un estado de sonido benéfico para el buen funcionamiento del cuerpo.