Una veintena de jóvenes rescatados de las garras de Mamá Rosa viven ahora en las calles, abandonados y sin trabajo

Juan Carlos G. Partida
La Jornada (Foto Arturo Campos Cedillo / La Jornada)

Zamora, Mich., 31 de julio. Una veintena de jóvenes que salieron del albergue La Gran Familia días después de que la Procuraduría General de la República (PGR) intervino el sitio el 15 de julio pasado, están abandonados a su suerte y sin trabajo. Viven en las calles y pernoctan debajo de un puente en avenida Madero, a unos pasos del inmueble que fue su hogar por muchos años y hoy está deshabitado.

Freddy parece de 15 pero tiene 19 años. Es flaco y bajito, usa gel en abundancia y le gusta presumir sus tenis Converse negros, por los que necesitó ahorrar muchos días vendiendo la escasa ración de comida que le tocaba. “Un vasito de leche ni a la mitad. Nos daban comida enlamada, con tanta que llegaba al albergue y nosotros pasando hambre todos los días. Me daban un peso, dos por la comida. Así junté”, dice.

Forma parte del grupo de mujeres y hombres mayores de edad, por lo menos 100 en total según el muchacho, a quienes la PGR permitió su salida del albergue. “Así nomás, como a la semana que llegaron los federales nos dijeron que los mayores que se quisieran ir que se fueran ¿Cómo no me iba a ir si me quise escapar muchas veces?” Y comenta “no me dieron nada, nomás mi credencial del IFE, luego me fui”.

Autoridades ministeriales de la PGR niegan que los adultos que vivían en La Gran Familia fueron echados a la calle sin mayor interés, pues por cada uno que salió hubo un familiar que debió firmar como responsable.

Freddy nació en Veracruz y su vida ha transcurrido en albergues de Salamanca y León, en Guanajuato, y en el de La Gran Familia, en Zamora, Michoacán. En ellos permaneció de los 11 años hasta los 19 años que tiene actualmente.

Relató que en los pasados ocho años sus padres no lo visitaron y, por tanto, no tiene otra familia que la de sus “carnales” de La Gran Familia, esos que deambulan en las cercanías del viejo edificio que muy pronto, cuando la PGR termine el inventario, quedará confiscado por las autoridades hacendarias como “producto del delito”.

El principal factor que hizo que 10 madres que vivían en La Gran Familia se negaran a separarse de sus hijos fue que éstos se apellidan Verduzco Verduzco, como solía Mamá Rosa registrar a los que nacían de relaciones dentro del albergue.

“Yo no sé si es por castigo o por qué. Pero que mi hija tenga el apellido de la jefa hace que no me la puedan dar todavía, porque no están listos los exámenes esos que nos hicieron (de ADN)”, dice Olga Elia Cabrera Martínez.

Para su suerte, Olga vive en Morelia desde hace tres años que salió de La Gran Familia y podrá visitar a la niña, quien tiene nueve años de edad y como el resto de menores que habitaban el albergue en Zamora, fue trasladada ayer a Morelia, a la casa hogar que el gobierno estatal bautizó como Vivan los Niños.

No es la misma suerte que tiene Laura Azucena Bautista, quien vino a Zamora desde Toluca y vivió dos semanas en la calle en espera de que la PGR tuviera los resultados de las pruebas genéticas, y su mamá de crianza, quien fue una de las 10 mujeres que no quisieron abandonar el albergue para estar junto a sus hijos y fue llevada a Morelia, pueda por fin salir junto con la niña que reclama.

“Ella siempre me cuidó, todos los golpes que iban contra mí ella los recibió. Cómo no la voy a querer. Por eso vine por ella, pero ahora me voy a tener que regresar a Toluca, a esperar a ver cuándo la dejan salir para ir por ella a Morelia”.

Tampoco hubo suerte para Joel Estrada, un ex albergado de La Gran Familia que vino de Querétaro a Zamora por su esposa Cecilia, de 19 años, y su hija de año y medio, Cintia. “Cuando supo que Cecilia estaba embarazada, la jefa me corrió. Casi no he podido ver a mi hija y ahora no las puedo sacar porque la niña tiene el apellido Verduzco. Y las pruebas que les hicieron los federales nomás nunca llegan”, dice el muchacho, de 23 años.

Al margen de historias particulares pero a la luz del reflector mediático, los gobiernos federal y estatal no desperdiciaron la oportunidad para brindar muestras de apoyo a los menores. El DIF nacional adquirió cinco camiones que fueron rotulados y enviados en unos cuantos días a Zamora para transportar a los menores a Morelia.

En la capital michoacana el recibimiento incluyó comida, fiesta con música, regalos, confeti, globos y muchos medios de comunicación para reportar el festejo, además de un discurso en el cual el gobernador, Salvador Jara, agradeció al presidente Enrique Peña Nieto y a su esposa, Angélica Rivera, por el apoyo brindado al gobierno estatal y su interés particular por el caso.

Y si antes escaseaba la atención en La Gran Familia para sus 600 miembros, ahora el albergue Vivan los Niños tendrá a 70 empleados divididos en cuatro turnos para atender a los 84 niños y 10 madres bajo su cuidado.

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