Arturo Cano
La Jornada
Son casi dos billones de pesos. Unos 800 mil millones corresponden a diversas deudas de Petróleos Mexicanos (Pemex). El resto, al régimen de excepción que permitió durante décadas que los trabajadores petroleros no hicieran aportaciones para su retiro.
Los diputados de la mayoría parlamentaria (PRI, PAN, PVEM y Panal) se quejan todo el tiempo porque de las izquierdas sólo reciben adjetivos insultantes, pero a la hora de explicar el nacimiento del Pemexproa lo más que explican es que es dinero que ya era deuda pública y que sólo cambia de cajón, un mero asunto contable. [ES DECIR, EL PUEBLO DE TODOS MODOS HUBIERA TENIDO QUÉ PAGAR COMO SIEMPRE LO HACE: SIN CHISTAR. ASÍ QUE, ¿QUÉ MÁS DA COMO SE LE DENOMINE (DEUDA PÚBLICA O PASIVO)?]
Horas después, la votación se impondrá, como ocurrirá de aquí al sábado; pero antes, Ricardo Monreal no logra que contesten su punto: “Ahora resulta que los dos billones de pesos que representan esos pasivos, al integrarse como compromiso de pago en el Presupuesto de la Federación en los próximos años, no se traducen en una presión adicional para las finanzas públicas. Tamaña barbaridad e ignorancia nunca habíamos visto. Tamaña actitud de cinismo y de desvergüenza no habíamos visto”.
Monreal y otros legisladores de las izquierdas insisten en que el pleito no es con los trabajadores de Pemex y tampoco ignoran que el problema debe atenderse: sugieren un plazo, comisiones, comparecencias del secretario de Hacienda. “Una comisión de expertos”, dice el perredista Miguel Alonso Raya, que revise a fondo el sistema de pensiones y ofrezca alternativas al Congreso.
Una cosa, sigue Raya, son las pensiones de los trabajadores y otra aprobar que el Estado asuma la carga sin depuración, para que los mexicanos terminen pagando.
“No confundimos el asunto de los trabajadores con la burocracia o la cúpula sindical”, afirma el guanajuatense, para quien tendría que darse una “depuración” para que los contribuyentes no paguen las pensiones de las “amantes” de líderes para que “ahora estén pensionadas con 70 u 80 mil pesos en las nóminas de Pemex o la CFE”.
El impacto “será positivo”
Las respuestas de la mayoría van más o menos en el tono de la expresada por la priísta Irazema González Martínez Olivares, cuadro mexiquense: “Evidentemente, cuando no se decidió fondear este pasivo fue porque se utilizaron los recursos para otro tipo de cosas, pero efectivamente fue problema del Legislativo pasado y de no tener claridad el Ejecutivo de asumir esta responsabilidad y resolverla de manera inmediata”.
En el pasado, se entiende, el Legislativo no fue “valiente” y los sucesivos titulares del Ejecutivo, del PRI o el PAN, simplemente no tuvieron la “claridad” que hoy ilumina al ocupante de Los Pinos.
La diputada de Naucalpan, quien no acepta preguntas de los opositores (ganándose con ello el aplauso de sus correligionarios), remata con impecable dialéctica: “La deuda pública de la empresa pública, pues efectivamente hoy es deuda pública. Sin embargo, la realidad es que el impacto neto sobre las finanzas públicas nacionales sería positivo”.
Podemos dormir tranquilos con una carga que supera el monto del Fobaproa.
Panistas y verdes al debate, priístas hacen mutis
Si alguna vez las tuvieron, las diferencias han desaparecido por completo. “Hermanos”, llama el priísta Francisco Arroyo Vieyra a los diputados del Panal (aunque tengamos en la cárcel a su madre, le falta decir) y del PVEM.
Los verdes son los héroes del PRI. Se echan de cabeza y duro, con pretensiones de tribunos que se agotan en poses de buscapleitos, contra las izquierdas. Los priístas los apapachan, los ovacionan, les dan palmaditas cuando dejan los micrófonos.
La voz cantante de los verdes la lleva Arturo Escobar, el diputado que en 2009 llegó al aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez con un bolso de la marca favorita de Elba Esther Gordillo lleno de billetes para aceitar la campaña de Manuel Velasco; que aspira –dicen en los corrillos camerales– a quedar al frente de uno de los órganos reguladores que crearán las nuevas leyes, y que escribe preguntas rudas que luego sus compañeras de banca no saben formular.
“Presidente, cortemos el sonido como acuerdo”, pide Escobar desde su curul, cuando una legisladora rebasa los tres minutos fijados para su intervención.
En su turno en tribuna, Escobar se muestra patrimonialista: “Sabremos ser generosos”, ofrece, como si hablara de recursos que le pertenecen. Les irá bien a los gobiernos estatales perredistas, jura. “Qué bien se ha de sentir hoy el gobernador Arturo Núñez”.
Lo verdaderamente suyo, sin embargo, es la restauración de las viejas costumbres que se deshacen en elogios al señor Presidente: “Enrique Peña Nieto tuvo la capacidad, tuvo la valentía, pero más importante que todo, tuvo el patriotismo para saber conceder, para saber ceder y para poder obtener a lo que México estaba llamado…”
El priísta campechano Alejandro Moreno no se quiere quedar atrás. Reconoce la “valentía” del Presidente y promete que “el petróleo, los hidrocarburos, Pemex y la CFE, son y seguirán siendo propiedad de los mexicanos”, y lo hace quizá con la misma soltura con la que viajaba en los aviones de Oceanografía o con la que se calzaba los relojes de lujo que le regalaba Amado Yáñez.
El petróleo se vende, la grilla sigue
Un nuevo acuerdo parlamentario (¿para qué quieren reglamento si todo lo resuelven con arreglos de los coordinadores?) permite a los diputados de Movimiento Ciudadano subir a tribuna en más ocasiones, con lo que se aligera uno de los motivos de preocupación de Manlio Fabio Beltrones.
A pesar del tamaño del golpe, la pulverizada izquierda no olvida la marca de la casa: el importante debate energético es también escenario de las disputas internas.
Entre los priístas corre la especie de que los diputados afines a René Bejarano traen ganas de “alargar” el debate (quieren que termine el sábado, porque el Senado ya ha programado sesiones para votar de nuevo lo devuelto por la cámara baja).
En el PRI, sin embargo, interpretan los jaloneos más como un asunto interno del PRD que como una jugada que involucre al conjunto de la Cámara.
Lo pone así un legislador priísta: “Los de Movimiento Ciudadano traen muy clara su estrategia: de aquí van a sacar material para sus espots electorales. El PRD no trae estrategia, sino una disputa interna sobre quién será presidente de la Cámara”.
Si se cumple uno de tantos acuerdos cupulares, al PRD le correspondería, en el próximo periodo, la presidencia de la Cámara. Esa posibilidad implica varios movimientos. Todos dan por hecho que en unos meses Silvano Aureoles dejará la coordinación perredista para ir a su campaña por el gobierno de Michoacán (comenzó el martes, pidiendo la renuncia del socialité comisionado Alfredo Castillo). Su lugar sería ocupado por Miguel Alonso Raya, hoy vicecoordinador. La corriente bejaranista pide mano, en consecuencia, para la presidencia de la Cámara en la persona de Aleida Alavez. Sin embargo, la diputada iztapalapense no es “bien vista” por las cúpulas del PRI y el PAN, que preferirían a Luis Cházaro o, mejor, a Fernando Zárate, quien actualmente maneja los dineros del grupo parlamentario perredista. Formado en el ITAM y la Universidad de Columbia, Zárate es un “fajador” de los chuchos. Para él, Marcelo Ebrard es “oportunista y cínico”, y Andrés Manuel López Obrador. “un pachuco”.
¿Importa que la izquierda gane el debate?