Juan Carlos Cruz Vargas
Proceso
MÉXICO, D.F. (apro).- En México, más de la mitad de las muertes registradas entre jóvenes ocurren de manera violenta, es decir que fueron provocadas por agresión, accidentes de transporte o lesiones autoinfligidas intencionalmente, informó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
De acuerdo con las estadísticas que publicó hoy el organismo, a propósito del Día Internacional de la Juventud que se conmemora el 12 de agosto, existe una “sobremortalidad masculina” que se ha convertido ya en una característica de las defunciones en el segmento de población comprendido entre los 15 y 29 años de edad.
A nivel nacional, 323 hombres fallecen por cada 100 mujeres. Ello quiere decir que por cada 10 muertes de jóvenes varones, 5.6 son violentas, mientras que por cada 10 fallecimientos de mujeres, sólo tres son provocadas por algún hecho de esa naturaleza.
Según el Inegi, en 2012 fallecieron 36 mil 956 jóvenes, lo que en términos porcentuales representa 6.1% de las defunciones totales de la población mexicana.
Para la Organización de las Naciones Unidas (ONU), “el hecho de estar vivo es la oportunidad más básica que puede disfrutar un ser humano. La integridad personal es condición necesaria de su libertad y dignidad (…) mientras que el patrimonio –que es necesario para adquirir casi cualquier bien o servicio– es fácilmente la siguiente oportunidad en importancia. La violencia o el despojo criminal, sin duda, califican como amenazas ‘graves y previsibles’ contra estas tres oportunidades fundamentales”.
Lo cierto es que el tema que más preocupa a los jóvenes mexicanos es la inseguridad (56.6%), por encima de asuntos emergentes como el desempleo (49.2%), pobreza (31.4%), educación (30%), corrupción (28.6%), salud (28.2%) y el aumento de precios (28.1%).
De hecho, la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2013 (ENVIPE 2013) arrojó que tres de cada 10 jóvenes fueron víctimas de algún delito en 2012.
Sobre los motivos que ocasionan la inseguridad, los jóvenes aseguran que la principal causa es el desempleo, seguido de la corrupción, droga, pobreza y malos policías.
Y su percepción es importante, ya que es un grupo estratégico en la política preventiva del delito.
Según Naciones Unidas, “la prevención de la delincuencia juvenil es parte esencial de la prevención del delito en la sociedad. Si los jóvenes se dedican a actividades lícitas y socialmente útiles, se orientan hacia la sociedad y enfocan la vida con criterio humanista, pueden adquirir actitudes no criminógenas”.
Presas del desempleo
Si el principal motivo de la violencia para 40% de los jóvenes es el desempleo, en México se debería encender la alarma roja porque la juventud es la víctima por excelencia de la desocupación.
Los números no mienten. Si bien la tasa de desocupación de la Población Económicamente Activa es de 4.8%, en los jóvenes este porcentaje se duplica a 8.4%. Es decir, si a una persona adulta le cuesta encontrar un trabajo, a los jóvenes se les complica mucho más “por la falta de experiencia laboral”.
Un aspecto que caracteriza la ocupación en la población joven, según la Organización Internacional del trabajo (OIT), es que un mayor número de ellos acepta trabajos temporales o empleos a tiempo parcial, ya que los empleos seguros (permanentes), que en una época eran lo habitual para generaciones anteriores –por lo menos en las economías avanzadas–, han pasado a ser más difíciles de conseguir para los jóvenes de hoy.
Ante esta situación, 7.7% de la población ocupada de 15 a 29 años declaró estar subocupada, o sea que tienen la necesidad y la disponibilidad de ofertar más tiempo de trabajo de lo que su ocupación actual les permite.
Y la válvula de escape es la informalidad, el trabajo sin prestaciones, sin seguridad social y sin sueldos fijos. Ahí se encuentran seis de cada 10 jóvenes.
Pero es aún peor porque prácticamente nueve de cada 10 no completaron la primaria y 8.4 de cada 10 con primaria terminada laboran en el mercado informal. Eso no es todo, 44.8% de jóvenes con estudios medio superior y superior también se ocupan de manera informal.
Respecto de los salarios, la economía informal arroja vulnerabilidad de ingresos, ya que según el Inegi la proporción de jóvenes que se ocupan de esa manera y que reciben hasta un salario mínimo es de 17.7%, uno de cada tres (32.2%) recibe más de uno y hasta dos salarios mínimos, mientras que uno de cada seis (17.1%) no recibe remuneración.
Además, 36% de quienes estudian la preparatoria o cualquiera de sus variantes deserta por falta de recursos para útiles escolares, pasajes e inscripciones, y una tercera parte de los jóvenes no está afiliada o inscrita a algún servicio médico.
Derechos sexuales violados
Aunado a lo anterior, una de cada 10 adolescentes de 15 a 19 años han tenido al menos un hijo nacido vivo, y hay una gran proporción de jóvenes unidas que están expuestas a un embarazo y no hacen uso de un método anticonceptivo, a pesar de su deseo expreso de querer limitar o espaciar su descendencia.
“Su impacto social también ha sido analizado por los especialistas, ya que las madres adolescentes ven restringidas sus oportunidades futuras, pues la mayoría sufre de exclusión social y pobreza”, según el Inegi.
En esta etapa de vida en la que los individuos se incorporan a la actividad económica, inician su vida en pareja y empiezan su reproducción, lo que en términos de política pública implica el enorme desafío de garantizar la satisfacción de sus necesidades en materia de educación, empleo y salud, entre otros aspectos que permiten potencializar sus capacidades y mejorar su calidad de vida futura.
En suma, de 1990 a 2014 el monto de la población joven aumentó de 23.9 millones a 31.4 millones. No obstante, su proporción con respecto al total disminuyó de 29.4 a 26.3%.
Lo anterior se explica por un proceso de envejecimiento que se manifiesta en un aumento relativo de la población de mayor edad y en una menor participación porcentual de niños y jóvenes.
“Se estima que para 2022 su tasa de crecimiento anual sea negativa (-0.03% respecto a 2021) y su monto irá disminuyendo hasta alcanzar los 30.5 millones de jóvenes en 2050”.
Ello significa que México tendrá menos personas en edad productiva, lo que frenará su crecimiento económico si no se garantizan las condiciones necesarias como educación para que la fuerza laboral juvenil sea aprovechada.