Luis Fernando Lozano
Reforma
Cd. de México (17 septiembre 2014).- La señora Galván salió de su casa en Coatzacoalcos con sus dos bebés, uno de 3 años y otro de 11 meses; fue a comprar leche y pañales. No regresó. Era el 11 de julio.
Un mes después, según su esposo, José Miguel Galván, los presuntos plagiarios se comunicaron con él para exigirle 250 mil pesos de rescate dándole como plazo para entregar la suma este 16 de septiembre.
El señor Galván denunció el hecho ante la Procuraduría de Justicia de Veracruz. No tuvo respuesta.
Pidió dinero en Coatzacoalcos pero no reunió lo suficiente. Para obtener más viajó con otros familiares al Distrito Federal y el lunes pasado se instaló en la calle de Madero, en el Centro Histórico, para pedir ayuda entre la multitud que acudía a la ceremonia del Grito en el Zócalo.
José Miguel y su familia llevan un mes en el DF buscando recursos para pagar el rescate por el secuestro de su esposa y dos de sus hijos.
El viernes 11 de julio por la tarde, su esposa salió con los dos pequeños rumbo al supermercado en el centro de Coatzacoalcos y la última vez que se le vio fue una calle antes de la tienda de autoservicio, según relatan.
Este fin de semana se cumple el plazo que los plagiarios les concedieron para recolectar el monto del rescate, de 250 mil pesos.
Ayer por la tarde aún les faltaban 5 mil 500, que intentaron juntar por más de 12 horas. El lunes 15, intentaron pedir apoyo sentados en la calle de Madero, donde estaba uno de los accesos a la Plaza de la Constitución con mayor afluencia para presenciar la ceremonia del Grito de Independencia.
Miguel, acompañado de su hermano Julian, su madre y su hijo, repartieron volantes y pidieron apoyo con alguna moneda a los paseantes que acudieron a la noche mexicana. La mayoría de transeúntes pasaba de largo, y de los que se detenían a leer o escuchar su historia, pocos les ofrecían algunas monedas.
«Casi todos (los que dan) son personas que han pasado por una situación similar, o tienen un familiar que pasó por esto. Sólo ellos te pueden entender», lamentó.
Ayer estuvieron en el Zócalo donde recibieron poco apoyo de los paseantes y fueron los comerciantes quienes les ofrecieron algunas monedas.
Desde el día del plagio, Miguel tuvo que esperar 11 días más para presentar un acta en el Ministerio Público.
«Fuimos al día siguiente (del secuestro), a las 3 de la mañana, pero nos dijeron que tenían que pasar 72 horas. Volvimos a ir y ese día no había hojas, que volviéramos en ocho días», dijo.
Incluso, relató, al presentar la denuncia que quedó en el acta con número 3368/2014, fue señalado por las autoridades de la Procuraduría General de Justicia del Estado en Coatzacoalcos, como responsable de la desaparición por violencia intrafamiliar.
Por sus medios, Miguel y su hermano recorrieron los municipios aledaños en la zona sur del Estado, con carteles con las fotos de los plagiados, pero sólo obtuvieron llamadas de broma y alarmas falsas.
También intentaron pedir apoyo al Gobierno municipal, pero el Alcalde de Coatzacoalcos, Joaquín Caballero, nunca estaba en su oficina y no accedió a darles una cita.
Incluso viajaron a Xalapa, a pedir ayuda del Gobierno estatal, donde les pidieron hacer cita para recibir atención en un periodo de alrededor de dos meses.
Pasaron 26 días hasta que dos sujetos armados se presentaron en la casa que rentaba la familia en Coatzacoalcos, quienes le entregaron un teléfono celular por el cual han mantenido la comunicación con él, desde números de distintas partes del País.
«Nos han hablado de cinco números diferentes, uno de Puebla, uno de Morelos, uno de Villahermosa… nos han dicho cosas que no podemos hablar. Pero siempre son personas distintas, un joven, una señora, un señor ya grande, una muchacha, no más para recordarnos que si no les pagamos, van a matar a mi familia», cuenta.
Desde hace tres años ha habido un incremento en la violencia en la entidad, producto de la presencia del grupo criminal Los Zetas, según señalan habitantes de la zona.
Luego de ese encuentro, la familia intentó juntar recursos con la venta de todos los bienes que disponían.
«Vendimos todo allá, el carro de mi hermano, el de mi mamá, un carrito que yo tenía, los muebles, hasta la casa donde vivíamos la entregamos. Hemos empeñado todo lo que teníamos pero no juntábamos, por eso vinimos a México», cuenta, con la resignación en la voz.
En su intento, recolectaron 204 mil pesos, aún insuficientes para pagar el rescate.
A los pocos días, toda la familia se trasladó a la Ciudad de México, donde alquilan un cuarto que les rentan por 100 pesos al día.
«Desde que llegamos diario salgo a pedir, pero apenas nos apoyan. El primer día llegué con todos los huevos y le dije a mi mamá hoy vamos a sacar lo que nos falta. Ese día apenas junté 30 pesos», recordó Miguel.
El lunes, juntó apenas unos 350 pesos, de los cuales también tiene que salir el recurso para subsistir.
«Ya no tenemos nada allá, lo que pase después, va a ser volver a empezar desde cero en todo. Vendimos todo lo que teníamos, ya no tenemos nada, empeñamos todo. Tenemos que volver a empezar», sentenció.