Por décadas, las empresas mineras de Grupo México han ido formando una megamancha de contaminación por desechos tóxicos, denuncian.
RAYMUNDO RUIZ AVILÉS
La Jornada (FOTO: RAYMUNDO RUIZ AVILÉS / La Jornada)
Taxco, 20 de septiembre. “El color ocre que se confunde con el óxido es el rostro de la región minera de La Cañada, donde las enfermedades aparecen y se van; pero lo peor es que no hay vida, mueren los animales, y todo lo tenemos que soportar porque el agua esta contaminada por la mina”, expresaron dos jóvenes que continuamente acuden a destapar los pozos de agua, ubicados en medio de una presa convertida en un cerro construido de desechos mineros, y que a lo lejos es la megamancha de contaminación que han dejado por décadas las empresas extractoras de minerales, como Industrial Minera México, filial de Grupo México (GM).
En la zona, la vida no es sencilla, dijo uno de ellos, “venimos a destapar los pozos de agua, porque cuando hay lluvia el jal los tapa, y necesitamos agua”.
Ambos, acompañados por un diminuto perro y con dos palas, caminaron por las venas de la mole compuesta por miles de toneladas de desechos metalúrgicos, que se distinguen por el color amarillento oxidado.
Entrar al lugar es una especie de travesía, debido a que en la comunidad de Santa Rosa existe una desviación que de empedrado pasa a ser de tierra, y de ahí, el caminar va mostrando las características de la contaminación que “siempre hemos denunciado, y nadie nos ha hecho caso”, señaló el dirigente de la sección 17 del Sindicato Nacional Minero, Roberto Hernández Mojica, quien también caminó en medio de arenales, vegetación muerta y hasta animales.
Los jóvenes dijeron que la empresa GM los contrató para hacer el desazolve, por lo que lo único que tienen de seguridad es su can y las dos palas. Pero respiran y están en contacto directo con la polución.
Arriba, en la punta del cerro, hace años “vinieron los del gobierno federal y también de la empresa IMMSA para plantar unos arbolitos; pero, mira, no han crecido los pobres; con eso nos trataron de decir que están luchando para que no haya contaminación, pero no se han dado cuenta que la gente de la región se ve obligada a llevarse el agua, no de la que escurre, sino de atrás del jal minero, que sale cristalina pero al fin de cuentas está contaminada, y así se la llevan para las poblaciones de El Ejido, Las Joyas, Santa Rosa, Dolores, El Frayle, Cacalotenango y Tecalpulco, comentó Juan Pérez, uno de los mineros en huelga.
“En tiempo de estiaje, salen dos pulgadas de agua, y aun así la gente la utiliza para bañarse, por eso hay enfermedades”, agregó.
En el camino hay una represa que dejó inconclusa la extractora, y ahí el agua luce amarillenta, contaminada. A lo lejos hay un túnel por el que se vierte el agua que nace de la mole tóxica, incluso la polución trazó el camino y lo coloreó en tono ocre, mostró el minero.
El agua se trasluce entre transparente y amarillenta, por eso Pérez dijo que las personas cruzan el túnel de 400 metros de longitud en medio de la contaminación para instalar sus mangueras y poder traer el agua.
Al caminar, en medio de lo que es el cerro de toxicidad, el ambiente es otro; tiene un aroma especial, entre azufre, sarro y muerte.
La empresa extractora colocó una barda de unos 100 metros de largo, pero “eso no funciona porque el problema es que la tierra suelta, con la lluvia va colorando las rocas y el río, y en tiempo de estiaje, el óxido se va desintegrando para que el aire se lleve las partículas y ocasione enfermedades a los habitantes y a los animales”, denunció.
El sarro, convertido desde hace muchos años cuando la mina funcionó en una mole de desechos mineros, mantiene la vida de la flora que intenta permanecer aunque sea inerte en el lugar donde nació, donde la población se ha acostumbrado a ignorar el peligro que vive a cada momento en su hogar.