Exigirle a un asesino que «haga su trabajo» es exigirle que siga matando a los jóvenes.
Mathieu Tourliere
Proceso
MÉXICO, D.F. (apro).- El sacerdote y activista Alejandro Solalinde no contuvo su emoción al comentar la desaparición de los normalistas guerrerenses de Ayotzinapán, y culpó de forma directa al gobierno el cual, “si tuviera entrañas”, “les daría prioridad y no les trataría como enemigos políticos”.
“Las escuelas normales siempre han representado un coco para el gobierno”, aseveró al mencionar las tentativas de desalojo de la Escuela de Tenería, en el Estado de México, que ordenó el entonces gobernador Enrique Peña Nieto en 2008. “Porque son pobres, y porque reflexionan”, analizó.
Ante la decisión del gobierno federal de enviar a Guerrero la recientemente creada Gendarmería Nacional, así como el Ejército, con el fin de asumir las tareas de seguridad en el municipio de Iguala, el religioso se mostró muy “escéptico” en cuanto a la “buena voluntad del gobierno respecto del pueblo”.
“Creo que este gobierno no quiere a los jóvenes, porque no se detienen los crímenes contra ellos y no les oye, hace pura simulación”, deploró.
–El gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, ya anunció que no renunciará a su cargo.
–No va a renunciar, primero porque no quiere reconocer que corre sangre priista en sus venas, y segundo porque es un gobernador represor: además de los jóvenes, hemos documentado otras amenazas y actos de represión contra activistas en el Estado.
Enseguida Solalinde exigió al gobierno una verdadera investigación. “No pueden decir como en Tlatlaya que fueron malos y desobedientes muchachitos, como si no supiéramos que en la línea de mandos los subalternos nunca se dan órdenes a sí mismos”.
–¿Y las críticas y denuncias de los medios y la sociedad civil internacional?
–Les duelen un ratito, nomás.
Luego expone: “Ya se han sucedido las advertencias y alarmas de la ONU, de la OEA o de Amnistía Internacional: ¿Han cambiado algunas cosas?”.