Santiago Igartúa
Proceso
Estudiantes protestan por los normalistas desaparecidos. Foto: Xinhua / Alejandro Ayala
MÉXICO, D.F. (apro).- Una vez más, decenas de miles de estudiantes tomaron las calles de la capital del país para exigir la presentación con vida de los 43 normalistas desaparecidos la noche del 26 de septiembre en Iguala, Guerrero, y castigo a los culpables de su ausencia y la de seis personas asesinadas en el operativo perpetrado por autoridades de gobierno en sociedad con grupos criminales.
Esta vez, los jóvenes decidieron hacerse oír, de viva voz, por el [usurpador] del gobierno federal.
Se los impidieron. Llegaron hasta donde el Estado levantó una muralla de vayas metálicas, resguardadas por filas inamovibles de granaderos y el Estado Mayor Presidencial, en cada camino que llega a Los Pinos.
En la avenida Chivatito, casi al cruce con Paseo de la Reforma, los estudiantes dejaron sus primeros mensajes para un gobierno que consideran “criminal”.
Dibujaron siluetas de cuerpos sin vida apuntando a la residencia oficial y las leyendas: “Fue el Estado”, “Peña, asesino, fuera de Los Pinos”, “Da la cara, cobarde”.
Para las cinco de la tarde, una hora después de la cita, los estudiantes representados por jóvenes de todo el país, de escuelas públicas y privadas, iniciaron la marcha llenos de indignación, de rabia, de hartazgo, de arte con pancartas de colores y caras pintadas y música con bailes.
Con la protesta volvieron también las preguntas: ¿Dónde están los 43? ¿Por qué nos asesinan?
“Que el sufrimiento y la angustia de los familiares de los asesinados y desaparecidos se convierta en convicción de lucha, que nos permita alcanzar la meta de un país diferente”, decía un volante que repudiaba el “terrorismo de Estado”.
Como eco, iba y venía el nombre de los normalistas de la Rural de Ayotzinapa, pases de lista para recordar que no están y que estos miles, hasta encontrarlos, no dejarán de estar.
“Pasan los días, ya van 40, y lo único que aparecen son fosas clandestinas llenas de cadáveres sin nombre. ¿Éste es el país que merecemos? Nosotros decimos que no”. La voz era de estudiantes que lanzaban flores blancas al aire.
“Se solicita sangre tipo Zapata”, decían con ánimos revolucionarios chicos preparatorianos. Continuaban:
“Somos los de abajo y vamos por los de arriba”, “El enemigo del gobierno es el pueblo que piensa. Pero no nos pueden meter a todos en fosas”, repetían escoltando a un grupo de normalistas y sus familiares, que a su vez cantaban:
“Normales, rurales, nos quieren desaparecer. Con lucha y sangre, nos vamos a defender”.
Hombres y mujeres encapuchados, iban y venían pintando en donde podían su indignación, acompañada siempre por la “A” de la anarquía:
“Indignaos. Vengaremos a nuestros hermanos”, “Muerte al gobierno. Vida al pueblo”, “Somos pólvora detonada por el gobierno terrorista”.
Al caer el sol, 06:28 de la tarde, alcanzaron el Ángel de la Independencia, iluminado de un azul que contrastaba con el rojo pintado en las calles.
Doce minutos más tarde aterrizó un helicóptero en la cima del edificio de la PGR, al que el movimiento estudiantil piensa cercar desde las ocho de la mañana del jueves y durante seis horas.
“Esos son, esos son, los que chingan la nación”, cantó el colectivo apuntando a la aeronave oficial.
Con la noche llegaron los primeros contingentes a la Plaza de la Constitución. Y seguirían llegando por larguísimos minutos.
En un sencillo templete, con nada más que las fotografías de los que les arrebataron, los esperaban familiares y compañeros de los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa.
Frente a Palacio Nacional, reclamaron:
“Si el gobierno se los llevó no entendemos por qué no nos los quiere regresar. Pero si no nos los entrega, que se atenga a las consecuencias. Vamos a hacer justicia”.
A los medios de comunicación les pidieron que “no jueguen con los padres de familia de los compañeros. Sienten un dolor muy grande cada que alguien dice que están muertos. ¡Vivos se los llevarnos, vivos los queremos!”.
A su voz se unió la de Jody Williams, Premio Nobel de La Paz:
“El pueblo ya no aguanta el matrimonio del gobierno, el ejército y la policía con narcos”, dijo la estadunidense, para luego remarcar:
“Cuando aparezcan estos 43, van a ser símbolo del cambio de país que se necesita. Fuera el gobierno corrupto. Todos somos Ayotzinapa”.
En entrevista, a un costado de los familiares de los normalistas, entre el clamor por justicia, la Nobel condenó la partida de Enrique Peña Nieto rumbo a China en estos momentos.
“No debe viajar a China. Tiene la obligación de estar con las familias (de los normalistas desaparecidos) y buscar un cambio de sistema. Pero sabemos que eso no va a pasar”.