Asistimos una vez más al teatro delirante de la «democracia a la mexicana», con los grupos delincuenciales de siempre repartiéndose el pastelote llamado país y dejando migajas a la «oposición» para guardar las apariencias.
No hubo absolutamente nada nuevo bajo el sol en el «proceso electoral» de este domingo 5 de junio, por más que medios, «analistas» y hasta los protagonistas del circo se llenen la boca diciendo que «perdió el PRI». No, ese grupo no «perdió» nada. En todo caso lo que hizo fue ceder cotos de poder a su eterno amasio el PAN, justamente para dar la impresión de que la democracia existe y que el pueblo sí tiene el poder a través del «voto». Nada más falso pero muy eficaz para inhibir la reacción social y el genuino empoderamiento de los mexicanos.
Así, el PAN obtuvo al menos 7 de las 12 gubernaturas rapiñadas este domingo. El resto se las quedó el PRI, a reserva de que se perpetre alguna componenda de último minuto en Veracruz, Oaxaca y Tamualipas, donde la «elección» fue más peleada, pero todo parece indicar que las tres entidades seguirán secuestradas por la gran alianza de facto PRI y AN.
Aguascalientes, Chihuahua, Quintana Roo, Durango y Puebla están seguros para el PAN. En los tres primeros casos, el blanquiazul lleva a cuestas al PRD en una desquiciada «alianza» que sirve como otra prueba fehaciente de que la «política» en México es una farsa, por si la simbiosis manifiesta del PRI y AN no fuera suficiente. Tamaulipas estaba en «disputa» cerrada hasta hace algunas horas, aunque el virtual ganador prácticamente ya está definido: el panista Javier García Cabeza de Vaca, un delincuente vinculado al narco. Por cuanto a Veracruz, donde parecía que Morena obtendría su primera gubernatura para consolidar la farsa democrática, finalmente los «poderes fácticos» decidieron entregarlo a la mafia prianista de los Yunes, encarnada hoy en Miguel Ángel Yunes Linares. En este caso también va colgado el inmoral PRD.
El PRI se quedó con Hidalgo, Sinaloa, Tlaxcala y Zacatecas. En Oaxaca la «elección» se reportaba como cerrada y difícil para declarar un virtual ganador, aunque es altamente probable que el Estado quede en las garras de la mafia priista de los Murat, según la última consulta del «PREP».
Cabe mencionar que en Chihuahua la gubernatura fue asignada al gran simulador Javier Corral Jurado, un panista de toda la vida que ha causado fascinación en los últimos años, particularmente entre la «oposición» e incluso en personajes de la izquierda más beligerante. Pero todo el histrionismo «político» que caracteriza a ese sujeto no servirá para nada a los chihuahenses: seguirá el saqueo del presupuesto, el agua, las minas y demás recursos estatales. Igual que «El Bronco», Javier Corral no se enfrentará a los grandes intereses que tienen secuestrado al Estado. Simulará que persigue a algunos peces flacos, hará quizá el show mediático de ir contra su antecesor, César Duarte, quien sin duda alguna debe estar en la cárcel, pero la necesaria misión de acabar con la oligarquía brutal, jefa de todos ellos, no está en su agenda y el tiempo lo demostrará. Por algo sigue siendo panista.
En Quintana Roo hay un inexplicable ambiente de celebración por la «expulsión del PRI». Este caso es aún más absurdo que el de Chihuahua porque el nuevo «gobernador» era priista apenas hasta febrero de 2016. ¿Cuál «expulsión del PRI»? Carlos Joaquín González, medio hermano del priista Pedro Joaquín Coldwell quien actualmente usurpa la Secretaría de Energía, sirvió igual que su pariente al régimen usurpador de Peña Nieto hasta antes de tener apetito por la gubernatura quintanarroense. Fue secretario estatal de Turismo durante casi toda la «administración» de Roberto Borge. Desde el cargo, convalidó el despojo de tierras ejidales, la brutal represión en Holbox, ecocidios y otros tantos atropellos para beneficio de los grandes imperios inmobiliarios y hoteleros que desde hace décadas se apropiaron del Estado.
Joaquín seguirá al servicio de esa oligarquía y quien lo dude es un «ingenuo». En este medio deploramos la frasecita esa de «al tiempo», pues equivale a decir «siéntate a esperar la puñalada y luego te la voy a echar en cara». Ya sabemos lo que pasará porque tenemos ojos y cerebro para entender la realidad, además de algo muy importante: MEMORIA HISTÓRICA. ¿POR QUÉ NO HACER NADA PARA EVITAR EL DESASTRE DESDE ESTE MOMENTO? ¿POR QUÉ ESPERAR EL AGRAVIO A SABIENDAS DE QUE VENDRÁ?
La cereza del putrefacto pastel son las «victorias» pírricas de Morena: algunas alcaldías aquí y allá —migajas—, así como la mayoría en la Asamblea Constituyente capitalina con muy poca participación del electorado, pero eso sí, cooptada desde un inicio por la alianza PRI y AN con 40 por ciento de las curules sin siquiera simular que fueron electos. Estos «triunfos» de la izquierda institucional sirven precisamente para mantener viva la flamita de la «esperanza de México»; para convalidar la farsa de la simulación democrática y reforzar la fe en un sistema electoral ficticio, abusivo, autoritario y destinado a FRACASAR. «Les ganamos de nuevo en la Ciudad de México», proclamó López Obrador frente a la rapiña del país perpetrada, como desde hace casi un siglo, por los delincuentes de siempre. Ahora, presumiendo «avances» —también los mismos «avances» de siempre—, la militancia de Morena redoblará esfuerzos en convencer a más gente de «votar por un cambio»; ejércitos de ciudadanos «conscientes» saldrán a las calles a afiliar a otros, se intensificará la campaña «a ras de suelo» de López Obrador rumbo a la nueva farsa de 2018, en la que Morena recibirá una gubernatura —tal vez más— a cambio de no rebelarse contra la usurpación en turno… y así sucesivamente, en una demencial repetición perpetua de la historia.