México, 5 de septiembre 2016 (NOTIGODÍNEZ).- En un artículo publicado hoy en el portal digital de la revista Proceso, titulado «Peña Nieto y las interrogantes sobre su salud», se plantea la muy alta posibilidad de que el asesino de Atenco sea víctima de esquizofrenia paranoide, una grave enfermedad mental tratable pero incurable, por lo que no podemos ni debemos permitir que siga usurpando la presidencia.
Ernesto Villanueva, autor del texto aquí citado, considera que hay indicios suficientes para determinar que el usurpador Peña Nieto es un enfermo mental incurable.
«Hoy para nadie es un secreto que […] Enrique Peña Nieto tiene un presumible déficit cognitivo y su administración ha sido gravemente desafortunada, ¿Por qué pasa esto? ¿Qué puede haber detrás de un yerro crónico del ejercicio del poder público en un personaje que había transitado por la vida pública sin mayores señalamientos sobre su estado de salud mental?», cuestiona el analista de Proceso.
En tal sentido, plantea que los frecuentes dislates, las malas decisiones —varias de ellas rayando en la locura—, su evasión manifiesta frente a la crítica, sus delirios de grandeza y la evidente paranoia al acusar a «grupos externos» de coludirse en su contra, son síntomas de esquizofrenia paranoide según clasificaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el manual de enfermedades mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría.
Aunque Villanueva reconoce que se requiere la aplicación de un análisis clínico extenso para confirmar un diagnóstico de esa naturaleza, reitera que el manual ICD-10 de la OMS establece como necesaria la concurrencia de los síntomas arriba mencionados, junto a otros de carácter psicótico, para establecer la existencia de la esquizofrenia paranoide.
Entre los sínomas que presenta Peña Nieto destacan la falta de capacidad cognitiva (confudir municipios con estados, por ejemplo), la paranoia (creer que intereses ajenos a su gobierno se confabulan para afectarlo), la evasión y evitación (considerar que la crítica en su contra no es de interés público y huir del país luego de algún escándalo mediático), así como la incoherencia entre sus dichos y sus hechos.
Síntomas de índole psicótica —arranques de violencia y alucinaciones— también podrían estarse manifestando, aunque pasarían desapercibidos ante la ciudadanía debido a la ingesta de fármacos.
«El gobernante sano tiene un mayor umbral de tolerancia a la crítica, al estrés y a ser exhibido, con razón o sin ella. Eso no sucede con quien tiene antecedentes –eventualmente asintomáticos– de la enfermedad a la que me he referido. Es normal que los juicios negativos afecten a cualquiera, pero hay quienes generan una respuesta anormal de autodefensa que el cerebro canaliza, paradójicamente, a través de una patología como la esquizofrenia paranoide. Esto hace las veces de mecanismo involuntario de evasión», señala el articulista.
La débil psique del asesino de Atenco pudo verse afectada por el cambio brusco de su etapa como «gobernador» a la de candidato y posteriormente usurpador de la presidencia, pues pasó de recibir aplausos y adulación barata al repudio multitudinario en su contra.
En tal sentido, Villaneuva recordó el escándalo de la mansión de Sierra Gorda 150, la «casa blanca», uno de los puntos de inflexión del actual espuriato que exhibió al usurpador de cuerpo entero: corrupto, mentiroso y criminal hasta la médula.
Su conducta errática luego de la difusión del reportaje es otra evidencia de que Peña no está bien de sus facultades mentales: envió a su mujer a dar la cara, montó un circo ridículo para «auto-exonerarse» a través de su amigo Virgilio Andrade, ofreció disculpas dos años después y, en el interín, persiguió y criminalizó a la periodista que reveló sus corruptelas, mientras hundía al país en una crisis de violencia, ingobernabilidad y estancamiento económico sin precedentes.
Urge, pues, sacar a Peña Nieto de Los Pinos y, si se confirma que todo el daño que ha hecho a los mexicanos es producto de un padecimiento mental, encerrarlo en un manicomio para darle tratamiento, pues todo enfermo tiene derecho a ello. Pero no podemos ni debemos permitir que semejante engendro siga usurpando la presidencia y acabando con el país.
Con información de Proceso