La libertad de explotar y la dictadura «democrática»
«La antigua concepción, en la que el hombre aparece siempre como el objetivo de la producción, parece mucho más exaltada que el mundo moderno, en el que la producción es el objetivo del hombre y la riqueza el objetivo de la producción. De hecho, cuando la estrecha forma burguesa se ha eliminado, ¿qué es la riqueza, si no la universalidad de las necesidades, capacidades, placeres, poderes productivos, etc., de los individuos, producidos en el intercambio universal? ¿Qué es si no el completo desarrollo del control humano sobre las fuerzas de la naturaleza, las de su propia naturaleza así como las de la llamada <
-Karl Marx.
«Libertad» y «democracia» son los comodines más usados por la burguesía y quienes la representan. Tales palabras son los pretextos y el ideal disfraz para aplicar y mantener su explotación, invasión, destrucción y dominio en el mundo. Alrededor de esos disfraces se construyen las leyes y sistemas que protegen y salvaguardan a la burguesía y su condición explotadora.
La democracia burguesa protege la libertad de explotación. La libertad burguesa protege la conservación del dominio.
Desde siglos atrás hasta la historia moderna, las palabras inundan el dialecto burgués y cubren los abismos de su perversión e injusticia inherente.
Muchos movimientos independentistas buscaron la emancipación del sector racial dominante del yugo de imperios, es decir, la «libertad» del blanco, particularmente de la clase alta, para tener auto-determinadamente el poder de la explotación y su condición de amo sobre otras razas.
Los extranjeros, estadounidenses en su gran mayoría, que declararon la «Independencia de Texas», lo hicieron porque en México estaba prohibida la esclavitud. Y la declararon en nombre de la «libertad» (de poseer esclavos). La distorsionada historia estadounidense recuerda a aquellos esclavistas invasores como mártires, héroes de la «libertad» y la «democracia».
«Libertad» y «democracia» fueron usadas por el carismático genocida, Barack Obama, en su discurso al recibir el Premio Nobel de la Paz para justificar su genocidio alrededor del mundo. «Estados Unidos nunca ha librado una guerra contra una democracia, y nuestros amigos más cercanos son los gobiernos que protegen los derechos de sus ciudadanos» dijo el hipócrita, amigo de la brutal monarquía saudita, el Estado colonial y genocida de Israel y el desgobierno golpista neonazi de Ucrania (entre varios).
Con el estandarte de «democracia» y «libertad» rebuznó el maniático supremacista, Donald Trump, al amenazar, en el podio de la ONU, con guerra e intervencionismo a países no alineados a su unilateralismo, es decir, al dominio de EUA. Tales palabras han sido también regurgitadas, por ejemplo, cuando ha amenazado al gobierno (mucho más democrático) de Venezuela puesto que busca instaurar un gobierno fascista y siervo que ponga a su disposición sus recursos naturales, los cuales en petróleo y gas son los mayores del mundo. En efecto, el mismo xenófobo que ganó las elecciones recibiendo menos votos habla de «democracia», el mismo magnate que se ha ganado la vida explotando habla de «libertad».
«Libertad» y «democracia» para Siria, dice la OTAN y aliados. Su «libertad» es invadir ilegalmente y bombardear a la población siria, es financiar, armar, proteger y entrenar a grupos terroristas para derrocar al popularmente apoyado presidente, Bashar al-Ásad, y utilizar el territorio geoestratégico de Siria para sus intereses. Su «democracia» es usar su músculo mediático para inundar al mundo de falsedades, falacias y tergiversaciones sobre la región, montando farsas o incluso explotando niños, hijos de terroristas, para abusar del sentimentalismo.
«Democracia» y «libertad» corean los países aliados, sus repúblicas bananeras y su encubridora ONU para condenar a Corea del Norte, país que en la Guerra de Corea (1950-1953) recibió su «libertad» y «democracia» en forma de 32 mil toneladas de napalm (635 mil toneladas de explosivos en total) arrojadas contra su población, la devastación de ciudades enteras, la destrucción del 75% de Pyongyang, la muerte de alrededor del 15% de su población y más terrorismo y amenazas de ser atacada con bombas atómicas por los años. «Libertad» y «democracia» contra Corea del Norte (país que no ha atacado a otro en más de 50 años), su posesión de bombas atómicas y sus 6 pruebas atómicas, dice EUA (país que ha atacado a 50 países en 50 años y es el máximo realizador de pruebas atómicas en la historia (más de mil)). Porque con la posesión de bombas atómicas, EUA no se animará a invadir Corea del Norte en nombre de la «libertad» y «democracia».
México, con el estúpido y humillante nuevo lineamiento, impuesto por EUA, de relaciones exteriores del usurpador Enrique Peña Nieto, condenó a Corea del Norte y expulsó al embajador norcoreano, Kim Hyong Gil. Es irrelevante para el desgobierno criminal mexicano que, en la actualidad, la naturaleza del país continúa contaminada por las pruebas atómicas de EUA.
«Democracia» sentenció el franquista Mariano Rajoy el 1 de octubre 2017, en que la población catalana votaba por el referéndum de independencia de Cataluña, y mandó su «democracia» contra los catalanes en forma de una brutal represión para impedir el voto, a tal nivel que los medios de derecha se tuvieron que ver obligados a informarlo.
Luego, el rey Felipe VI, que por supuesto nunca fue electo, salió despótico a exigir unidad y dar clases de «democracia».
Es irrelevante para el Estado fascista-monárquico español que incluso el mismo Tribunal de Justicia de la Haya permite las declaraciones democráticas unilaterales de independencia de una región por encima de la legalidad constitucional del Estado mismo.
«México tiene una democracia vibrante» dijo el alcohólico genocida y entonces usurpador de la presidencia, Felipe Calderón, en el Día Internacional de la Democracia, en 2011. Un visceral déspota que ni siquiera pudo ganar unas elecciones «democráticas» y usurpó el poder con el apoyo extranjero (pues sigue la línea económica neoliberal y no la línea del capitalismo regulado) e instauró una guerra sangrienta para darse legitimidad, y dejó un infierno.
«Democracia» y «libertad» para Cuba, desea el mismo ex-usurpador Felipe Calderón porque en el dialecto de las democracias burguesas, todos los sistemas democráticos no burgueses, o no tan extremadamente burgueses, son «dictaduras» y países sin «libertad». Para el borracho, y para tantos ignorantes o mal instruidos, es desconocido que en Cuba existe una Asamblea Nacional del Poder Popular, supremo poder del Estado, que se conforma vía elecciones populares, es decir, personas propuestas por el propio pueblo, y no por partidos, cada 5 años. En cambio, incluso las monarquías más pestilentes como las de España y el Reino Unido son «democracias».
«Libertad de expresión, pilar de la democracia en México» dijo el usurpador Enrique Peña Nieto. Cierto, esa «libertad» de expresión que existe en el tercer país más peligroso del mundo para periodistas es uno de los pilares de los fraudes electorales y usurpaciones del poder que existen en esta «democracia». Como ejemplo tienen a los teatreros Televisa y TV Azteca.
Y en este contexto de «libertad» y «democracia» burguesas, todos los partidos políticos mexicanos buscan la continuidad o el cambio dentro del mismo. Es decir, cualquier cambio dentro del modelo capitalista derivará todavía en un sistema donde el dominio burgués es preponderante, donde la explotación (engendradora de la miseria) prevalece porque esa es la naturalidad del capitalismo.
A tal lineamiento se dirige la base partidaria que ha secuestrado el encono social y los clamores de cambio. Se predica la austeridad y regulación gubernamental pero ni siquiera la seria regulación del sector privado.
En cambio, avanza amorfamente la «democracia» a un estado más segregativo. Partidos sin financiamiento público y la «libertad» de ser financiados privadamente: Cambio siendo recibido con aplausos. El fin del cambio será una «democracia» donde habrá libertad para el cabildeo y libertad para la prostitución política, es decir, para que los políticos se vendan e imploren a la burguesía por donaciones de campaña.
Todo es basado en el discurso edulcorante, el qué suena bien, el qué sentimiento nacional hay para aprovechar: Ahí yace el poderío de lo reaccionario: Ahí yace el sumo peligro de decisiones contraproducentes que empeoran la condición social.
Esto no es un llamado al abstencionismo. Dicho llanamente: no es un llamado a no votar. El abstencionismo beneficia a la peor y más putrefacta rama política mexicana, que junto al fraude y la participación de sus bases en las elecciones, usurpa el poder.
De otra manera, una mayor participación electoral acrecienta la probabilidad de evadir el fraude y obtener un resultado justo.
No se puede anular la vía «democrática» como una vía de lucha. Hacerlo sería simplón y caer, en lo que muchos, en el sueño, la esperanza y la espera de una revolución perfecta.
Cabe decir que, hipotéticamente, tras la victoria del sector partidario que más represente las necesidades del pueblo debe haber un alzamiento popular y activo en la política que obligue a transformaciones serias como el establecimiento de un Congreso Constituyente, como la aplicación del artículo 136 constitucional.
Esto en sí es un llamado a la lucha en el presente. Una verdadera democracia es activa y permanente en cuanto a la actitud del pueblo; no es poner, o no poner, una tacha en una boleta cada cuantos años. El enfoque a la participación social es de suma importancia porque determina el sistema que rige sobre cada una de nuestras vidas privadas. Y la indiferencia es producto del mismo sistema inhumano que promueve el individualismo, el nihilismo, la explotación brutal…
La actitud del pueblo mexicano tras los sismos fue ejemplo de solidaridad a nivel mundial. Tal solidaridad puede ser aplicada para tumbar el yugo de explotación que nos tiene sumidos en la miseria.
La única manera de lograr el verdadero cambio es con un pueblo levantado y activo, es decir, un pueblo libre y democrático por voluntad propia.
Comandante Haza. México, 12 de octubre 2017.
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