Esto parece bueno y lo es en muchos sentidos. El problema es la trampa que encierra: una «institución» extranjera ya se metió en la comunidad y esas corporaciones NUNCA «dan paso sin huarache». Al rato a estos indígenas les saldrá más cara la luz «donando» sus tierras para las eólicas, las hidroeléctricas y otras megaobras que enriquecerán a la empresa «altruista». Querían luz, ¿no?
- Ponen en marcha proyecto de energía solar auspiciado por el Barefoot College de India
- La comunidad, fundada hace un siglo, carecía de electricidad
- Convocarán a interesados en aprender sobre construcción y uso de celdas fotovoltaicas
- Los equipos, entregados en comodato
Diana Manzo
La Jornada
Ixhuatán, Oax. Cuatro abuelas huaves de la isla de Cachimbo –que desde su fundación, hace un siglo, no ha tenido energía eléctrica– concretaron el sueño de todo un pueblo del Istmo de Tehuantepec e iluminaron por primera vez una cena de Nochebuena.
Rosa Elvia, Olga, Norma y María viajaron a India para participar durante cinco meses en un proyecto de energía solar y aprendieron todo lo relacionado con la construcción de celdas fotovoltaicas; regresaron en marzo pasado y a finales de noviembre lograron aplicar sus conocimientos.
La víspera de la Nochebuena, en el ocaso, matices rojos y negros cubren poco a poco el cielo de Cachimbo. En una choza, las abuelas solares, como las llaman, toman herramientas y comienzan a instalar el equipo de iluminación.
Están en el hogar de Alexis Rojas Ramos, de 25 años, quien junto con su esposa celebrará su primera cena navideña con luz eléctrica gracias al proyecto auspiciado por la organización no gubernamental india Barefoot College, apoyada por el gobierno de ese país y agrupaciones sociales.
La isla Cachimbo, agencia del municipio de Ixhuatán, es la última comunidad limítrofe de Oaxaca con Chiapas. Tiene unos 250 pobladores zapotecos y huaves que se dedican a la pesca.
Este sitio fue seleccionado por el Barefoot College, que se enteró además de que la situación en la isla empeoró en 2013, cuando el huracán Bárbara dejó sin bienes a 200 familias.
El proyecto se inició el 20 de junio de 2013, cuando Bunker Roy, fundador del Barefoot College, arribó a Cachimbo en una pequeña lancha para seleccionar a las cuatro mujeres, que el 25 de octubre partieron a India para capacitarse en energía solar.
Beatriz Morales Ruiz, responsable del proyecto de electrificación comunitaria de Cachimbo, dijo que próximamente se abrirá una convocatoria para recibir voluntarios que deseen aprender a construir celdas con las cuatro indígenas huaves. Puntualizó que los equipos no se regalan ni se venden, sino se contratan en comodato.
Mencionó que se formó un “comité solar” que vigilará el uso de recursos en el proyecto de Cachimbo, en el que participan el gobierno de India, el Barefoot College, la Entidad de la Organización de Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer (ONU-Mujeres), la empresa Green Power y el Comité Che Gorio Melendre.
[¿Empresas metidas en labores altruistas? Eso no existe en el mundo neoliberal y creerlo es una absoluta estupidez. Las empresas NUNCA PIERDEN Y NUNCA REGALAN NADA.]
Las abuelas, de entre 40 y 45 años, con estudios de primaria, cortan cables con habilidad, aplican con cautín soldadura de estaño y arman las lámparas, el controlador de energía y los paneles, para luego comenzar la instalación de dispositivos en viviendas y espacios públicos de Cachimbo.
El primer sitio beneficiado fue la escuela primaria Juan Jacobo Rousseau, que tenía un equipo multimedia ocioso, instalado hace nueve años, en el sexenio de Vicente Fox.
José Hilarion Navarrete fue el primer vecino local que tuvo celdas solares. A las 19 horas del 24 de noviembre se encendieron las primeras tres lámparas en Cachimbo. La gente estaba a la expectativa, y comprobó el resultado de los conocimientos de las cuatro abuelas.
A partir de esa fecha y hasta fin de año, Rosa Elvia, Olga, Norma y María habrán instalado 14 equipos elaborados en su taller, en el que laboran de lunes a viernes de las 9 a las 14 y de las 16 a las 18 horas. Los fines se semana descansan. Los roles de estas mujeres huaves han cambiado. Ahora combinan las labores del hogar con el comercio y la energía solar.
Norma vive con su hijo y su esposo. Apenas se está adaptando a combinar las labores del taller, el hogar y la venta de pescado y mariscos. “A veces no salimos a comer. En dos días cortamos cables y pegamos con estaño todo lo necesario para armar los equipos; el tercer día vamos armándolos hasta que logramos entre cuatro y cinco. Luego los instalamos conforme a una lista que el comité nos asigna”, explicó.
Las cuatro coinciden en que para ellas es una enorme satisfacción iluminar su tierra natal. “Estamos satisfechas porque todo lo que aprendimos lo hemos aplicado y ha salido muy bien. Estamos orgullosas”.