Alfredo Jalife-Rahme
La Jornada
En un estrujante escrito que recuerda el apotegma del incomensurable comunicólogo canadiense Marshall McLuhan –el medio es el mensaje”–, pues nada menos que Robert Hannigan, anterior diplomático y flamante (con un solo mes en su cargo) jefe de una de las principales agencias del espionaje británico, GCHQ, arremete en el Financial Times que la World Wide Web (WWW) es una “red selecta de comando y control del terrorismo” (http://goo.gl/D47ZJb). ¡Superuf!
“Comando y control” forman parte de la panoplia de “guerra asimétrica” del Pentágono, sumada a la ciberguerra y sus múltiples técnicas –operaciones de seguridad (OPSEC, por sus siglas en inglés), engaño militar, operaciones sicológicas (PSYOP, por sus siglas en inglés), guerra electrónica y guerra sicológica– cuyo objetivo es la destrucción física de las instalaciones de las comunicaciones enemigas.
Robert Hannigan adelanta el supuesto sentir de la opinión pública –no especifica de dónde, pero se infiere que sea la anglosajona– manipulada con tanta información terrorífica desde el 11/S hasta el extraño ébola: “La gente no quiere que las plataformas de las redes sociales faciliten el asesinato” cuando los yihadistas del Estado Islámico (EI) constituyen “el primer grupo terrorista cuyos miembros han crecido en Internet”.
¿Se adelanta Gran Bretaña (GB) a la inminente balcanización de Internet que promueve el BRICS y, tras bambalinas, Alemania, que no puede ver ni en pintura a Google?
Que conste que ya había adelantado la ciberguerra, ciberyihadismo y control de Internet en la “era de la desinformación”, donde mostraba la sobredimensionada sapiencia del EI en cibernética (http://goo.gl/NpyJnn), sofisma acrobático que realiza Robert Hannigan sin red de protección: los yihadistas “explotan el poder de la WWW para crear una amenaza con un alcance casi (sic) global”, lo cual requiere la cooperación de las trasnacionales tecnológicas.
¿Cuál es la razón por la que GB desea “comandar” y “controlar” a sus aliadas trasnacionales de las redes sociales?
A juicio de Robert Hannigan, hoy los yihadistas del EI “adoptan a la WWW como un canal estridente en el que se promueven, intimidan a la gente y radicalizan a nuevos reclutas”.
No es poca cosa cuando 85 por ciento de los mil 600 millones de la comunidad islámica global son sunitas que constituyen la matriz operativa del califato del EI.
Según Robert Hannigan, “los extremistas” del EI “usan los servicios de mensajes y redes sociales como Twitter, Facebook y WhatsApp, mediante un lenguaje entendible para sus pares”, salpicados de escalofriantes videos descargados de Youtube, con barbáricas decapitaciones, “fuera de todo control” (sic). ¿Será?
A su juicio, Al Qaeda y sus terroristas usaron Internet como un lugar donde distribuyeron material en forma anónima o “se congregaron en los espacios negros” (sic), lo cual ha sido superado por su linaje genealógico de los yihadistas del EI, mejores en ciberterrorismo.
Robert Hannigan fustiga en forma grotesca que la causa del ciberterrorismo ha sido ayudada por Snowden (¡supersic!) al “copiar sus altos niveles de encriptamiento para diseminar su mensaje” que hasta parecen “aprobados por Snowden”. ¿Ya existe el exorcizado “ copyright Snowden”?
El jefe del espionaje británico abulta la capacidad letal de los yihadistas del EI, que envían 40 mil tuits al día.
Ahora resulta que 12 mil vulgares mercenarios, cuya mayoría proviene de Europa, son los genios de la cibernética del siglo XXI, lo cual “representa un mayor desafío a las agencias de inteligencia”, como la británica GCHQ, cuando los “terroristas han encontrado maneras de esconder sus operaciones” mediante la “tecnología móvil y los teléfonos inteligentes”, que “han incrementado las opciones asequibles en forma exponencial”, con “técnicas para encriptar mensajes o hacerlos anónimos”.
En la “era post Snowden” de la desinformación, Robert Hannigan lamenta que “GCHQ y sus agencias hermanas (sic) MI5 y SIS no puedan lidiar con tales desafíos de gran escala sin el apoyo mayor del sector privado, incluyendo las principales trasnacionales estadunidenses de tecnología que dominan la WWW”.
Robert Hannigan nos viene con el cuento texano de que tales trasnacionales desean “permanecer neutrales (¡supersic!), afuera o por encima de la política”, y que “mantienen una relación difícil con los gobiernos”. Yeah, yeah!
El problema hoy es que los “servicios de las redes sociales de las trasnacionales de Estados Unidos albergan el material de extremismo violento o la explotación infantil” como “rutas de facilitación del crimen y el terrorismo”, cuando, “aunque les moleste, se han convertido en las redes de elección de comando y control para los terroristas y los criminales”, que sólo pueden ser disuadidos mediante “mejores arreglos para facilitar la investigación legal”.
Llama la atención que Robert Hannigan eluda la asociación cibernética de Israel (http://goo.gl/B0KDGV y http://goo.gl/O8n2ep), mientras expone el cibersamaritanismo de la “pérfida Albión”: proteger los datos de los ciudadanos conforme el “sector privado se encuentra cada vez más bajo presión en la forma en que filtra y vende los datos de sus usuarios”. ¿A poco hacen eso?
Viene una frase clave de la inminente censura selectiva en la “era de la desinformación”: el “debate (¡supersic!) maduro (sic) sobre la privacidad en la era digital”, la cual “no ha sido nunca (sic) un derecho absoluto”, cuando “algunas (¡supersic!) trasnacionales de la tecnología se encuentran en un síndrome de negación sobre su mala utilización”, que no deben servir para “facilitar el abuso de niños u homicidios”.
Robert Hannigan arroja un insustentable chascarrillo barato: “Internet es consecuencia de los valores de la democracia occidental y no al contrario”.
Steven Swinford, del Daily Telegraph, apunta sin tapujos que “el jefe del espionaje británico dice que las firmas tecnológicas de Estados Unidos ayudan al terrorismo” (http://goo.gl/sEKlWd), en especial Facebook y Twitter, que usan los yihadistas para “intimidar a la gente e inspirar a reclutas en todo el mundo”. ¿Tan sueltos andan Facebook, Twitter, Google y Microsoft que forman parte, con sus conocidos dueños, del complejo bursátil financierista de Wall Street? ¡Otra de vaqueros texanos!
Lo real es que las filtraciones de Edward Snowden, hoy acompañado por su novia en el forzado asilo ruso, pusieron en la picota los conceptos “occidentales” de las elusivas “democracia, soberanía y seguridad” (por cierto, la materia más difícil que he impartido en toda mi vida en la UNAM).
The Financial Times –nunca olvidar, propiedad de BlackRock, el mayor banco de inversiones del mundo (http://goo.gl/bHNNPJ)– procura, al final del texto de Robert Hannigan, una pregunta inducida cuya respuesta puede ser prevista –“¿La privacidad online debe ser sacrificada para combatir el terrorismo?”– para las futuras censuras y control/comando “absolutos” de las redes sociales en Internet, que se han vuelto una amenaza democrática al cibertotalitarismo bajo el pretexto del ya muy visto caballo de Troya israelí-anglosajón del yihadismo del EI.
Es curioso que las locuaces cuan incontinentes trasnacionales de Estados Unidos “hayan declinado hacer comentarios”.