México, 13 de junio 2015 (NOTIGODÍNEZ).- La fiesta por la gigantesca tomada de pelo denominada «revolución del Bronco» en Nuevo León, un refrito local de lo que fue el «triunfo» de Vicente Fox en el año 2000, apenas comienza… ¡y toda la escoria está invitada!, empezando por las víboras y las tepocatas del PRI y AN.
Luego de ponerse a las órdenes del asesino de Atenco y actual usurpador Enrique Peña Nieto, Jaime Rodríguez Calderón alias el «Bronco» se reunió con quien fuera su «rival» del pasado fraude, el panista Felipe Cantú, para seguir descarando y afianzando la red de complicidades que pusieron al «Bronco» donde está, como objeto legitimador del fraude electoral que contabilizó el 100.6 por ciento de la votación.
Fue el propio sujeto quien presumió en Facebook su reunión con el panista en un restaurante de Monterrey, para «platicar sobre sus mejores propuestas para los ciudadanos» –del programa neoliberal derechista del P(RI)AN– y mantener embrutecida a la bola de ingenuotas que se están tragando el cuento de que el sujeto es «independiente» y que «votar sí sirve».
Rodríguez Calderón, priista de toda la vida hasta hace apenas unos meses, informó también que se reunirá con su ex compañera Ivonne Álvarez García. «Diplomacia» y «acuerdos políticos», dirán los apologistas del farsante que les tomó el pelo. Desafortunadamente, el tiempo nos dará la razón en cuanto a la farsa que el «Bronco» representa, pero ni siquiera necesitamos esperar demasiado.
Apenas el pasado 11 de junio, el «gobernador independiente» se puso mansito y aflojó el cuerpo para ponerse de tapete ante uno de los criminales más peligrosos de este país, el asesino de Atenco Enrique Peña Nieto, lisojeándolo y agradeciéndole su apoyo para poder llegar a la gubernatura de Nuevo León. Lo que para muchos ingenuos significa «diplomacia», en realidad revela el montaje orquestado desde las cúpulas.
Por si fuera poco, el «Bronco» se puso a las órdenes del genocida Peña Nieto, en un acto vergonzante de inmoralidad e ignominia que debería provocar la indignación de los votantes de este sujeto, pues se comprometió a desterrar de Nuevo León los vicios del priismo y lo primero que hizo fue arrodillarse frente al criminal que mejor representa la ruindad y putrefacción del PRI.
En lugar de ello, una bola de fanáticos recalcitrantes han pretendido justificar a su farsante ídolo con argumentos torpes, defendiendo lo indefendible y disculpando la doble cara, traición, hipocresía y falta de dignidad de su adorado «bronco».
No podría ser de otra manera: Rodríguez Calderón fue priista durante 33 años. Sirvió a ese grupo criminal en diversos cargos, desde diputaciones hasta alcaldías, pasando por las dirigencias de los brazos sindicales cooptados por el PRI. En fechas recientes renunció al partido en un movimiento estratégico orquestado desde el propio régimen para engañar a la ciudadanía y legitimar la farsa electoral.