Benito Jiménez
Reforma
Apatzingán, (09 enero 2015).- Esta ciudad fue bastión de Los Caballeros Templarios y ahora Los Viagras buscan ser los dueños e imponer su ley.
Apatzingán, de 130 mil habitantes, es la conexión a la región más productiva de ganado, limón, papaya, toronja y carambolo, y el paso obligado a las dos ciudades más importantes de Michoacán: Uruapan y Morelia.
También es una de las zonas donde las autoridades federales han encontrado la mayor producción de la droga sintética conocida como «ice».
La extorsión a comercios también es una atracción para grupos criminales.
Los Viagras alzaron la mano e intentaron recuperar esta ciudad, que carece de un liderazgo delincuencial desde el desmantelamiento de la Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios, grupos de los que fueron parte.
Los hermanos Sierra Santana, conocidos en la región como líderes de Los Viagras, se escindieron de Los Templarios desde 2011, refieren expedientes judiciales.
Con la creación de la Fuerza Rural, encontraron una puerta abierta para reagruparse, armarse y comenzar a dominar territorios.
«Todos esos muchachos (que apoyan a Los Viagras) yo los conozco, a casi todos, trabajaron para Francisco Galeana Núñez, ‘El Pantera’ (abatido en febrero de 2014), que era el jefe de plaza de Los Templarios», narró un funcionario del Palacio Municipal expulsado por Los Viagras
«El Pantera tenía toda una red de halcones y chicleros que le permitían operar a sus anchas, él sabía dónde se movían las ranas (los soldados) y los bolillos (helicópteros oficiales), también sus rutas y el número de elementos que viajaban en los convoyes, por eso ni lo detenían».
El 24 de diciembre, esa célula delincuencial arribó a Apatzingán para imponer su ley. Se plantaron en el estacionamiento que se ubica a un costado del Ayuntamiento y abrieron su propia oficialía de partes.
Llegaron en camionetas de lujo con los logotipos de la Fuerza Rural, la corporación que fue creada y avalada por el Gobierno federal en mayo de 2014.
A su arribo sellaron el Ayuntamiento, impidieron todo tipo de trámites y se regodearon de ser los que iban a impedir los abusos contra el pueblo.
Incluso vocearon en las calles: «Si un habitante considera que su recibo de luz es alto, puede acercarse con nosotros para exigir un cobro justo».
La camioneta Arcade negra en la que fallecieron el martes integrantes de la familia Madrigal fue reconocida por habitantes como uno de los vehículos empleados para anunciar en las calles que no se iban a permitir abusos de autoridades.
A la par, los manifestantes ligados a los hermanos Sierra Santana exigieron la salida de la Policía Federal de Apatzingán por presuntos abusos de autoridad.
Esos «abusos» incluyeron la detención de varios integrantes de Los Viagras en noviembre.
Se expresaron también a favor de Hipólito Mora, comandante de la Fuerza Rural en La Ruana, actualmente detenido.
«Nos decían que eran los verdaderos autodefensas, los genuinos, los que habían sido parte medular de la Fuerza Rural, sólo los mandos andaban con uniformes, con sus radios y armas largas, pero la mayoría andaba con palos o con escopetas viejas, eso sí, en camionetas o autos de lujo; presumían ser la autoridad en el Apatzingán», narró un comerciante del mercado municipal.
La «justicia» de esta ala de la Fuerza Rural era inmediata.
«Un vecino podía quejarse con ellos sobre un asalto, lo que sucedía es que le daban una madriza al delincuente y ya, ahí queda el asunto, eso lo hacían delante de los federales», indicó un encargado de un consultorio cercano al centro.
Los Viagras, refieren comerciantes y líderes limoneros, intentaron desde noviembre asentar sus reales en Apatzingán.
«Comenzaron a decir que debían apoyar al movimiento y fueron claros: si con Los Templarios los cerveceros pagaban 3 mil pesos; a ellos, a Los Viagras, les iban a dar mil 500, y si un comerciante del centro daba 500, entonces iba a pagar 250 ¿Por qué uno iba a pagar dinero, si ya tenían armas y uniformes del Gobierno?», reclamó un restaurantero.
Uno de los peluqueros del centro recordó que en 2011 pagó a Los Templarios hasta 300 pesos a la semana para que no le quemaran su negocio.
«Imponían las reglas, si se vendía o no tortilla, si se vendía o no carne, si abría o no mi negocio, era la forma de presionarnos para que no dejáramos de pagar, cuando en la semana pasada yo vi a uno que venía por el dinero en 2011 ahora dizque como parte de la Fuerza Rural, con gente que se dice de Los Viagras, me dije, ya valió madre otra vez», lamentó.