«COMPROMISO CUMPLIDO»: Comunidad de San Marcos Majada del Toro, abandonada y sin apoyo dede hace un año

  • Durante un año han vivido arrimados en Xicaixtlahuac, la comunidad más próxima
  • La ayuda a los de San Marcos Majada del Toro, a cuentagotas
  • Agustín González Bruno ha tenido que salir a cazar ardillas para alimentar a su familia
  • En una noche, del 15 al 16 de septiembre, su pueblo, de 2 mil 500 habitantes, se vació

ARTURO DE DIOS PALMA
La Jornada

Chilapa, 12 de septiembre. Un año puede pasar muy rápido, son 365 días, pero cuando se trata de las horas de un damnificado, transcurre muy lento. Cuando ese tiempo se vive al límite, alimentándose con lo mínimo, durmiendo siempre sobre el sueldo húmedo; habitando una choza construida con palos, trapos, lonas y cartón; a la espera de que un día llegue la oportunidad de un trabajo temporal y, siempre, con la idea de que el patrimonio construido en años nunca regresará, un año, sí es mucho tiempo.

Es 15 de septiembre de 2013, y en la comunidad de San Marcos Majada del Toro unas 2 mil 500 personas se preparan para huir, sin saber que ya no podrán regresar a vivir.

Las torrenciales lluvias que comenzaron dos días atrás reblandecieron los cerros donde está cimentada la comunidad y poco a poco los fue deslavando. Esos mismos cerros desvanecidos bloquearon los caminos e impidieron que alguien pudiera salir a bordo de su propio carro. La única alternativa fue caminar, y el lugar más cercano para refugiarse fue la localidad de Xicaixtlahuac.

Y así lo hicieron. Los primeros en salir fueron Octaviano Martínez Catarino, un anciano de 80 años que no esperó más, y su esposa: tomaron lo que pudieron y caminaron durante más de dos horas por veredas hasta llegar a Xicaixtlahuac. Detrás de ellos salieron más ancianos, niños, mujeres embarazadas.

Al otro día, el 16 de septiembre, San Marcos Majada del Toro era una comunidad fantasma, y Xicaixtlahuac pasó –de golpe– de 150 a más de 2 mil 500 habitantes.

Pero también ese 16 de septiembre Xicaixtlahuac se convirtió en un gran albergue improvisado, y para los pobladores de San Marcos comenzó su verdadera tragedia.

Desde entonces empezaron a vivir bajo láminas de aluminio o lonas de plástico que con el tiempo pudieron convertir en chozas. Pero desde ese momento, las 450 familias de San Marcos han estado marcadas por la carencia y el olvido gubernamental.

Han tenido que amarrarse las tripas y acostumbrar al cuerpo a recibir con frecuencia –por no decir a diario– maíz, frijol, quelites, huevos y sopa aguada. Pero también ha soportado la desidia de los gobiernos de los tres niveles. Ninguno de ellos les ha cumplido a cabalidad lo que les han prometido.

El gobierno municipal de Chilapa, que encabeza el priísta Francisco Javier García González, les prometió abastecerlos de alimentos básicos; incluso, hasta firmó el acuerdo. No cumplió.

El gobierno federal, que preside el también priísta Enrique Peña Nieto, anuncia por televisión y en medios impresos los montos con los que se construirá el “Nuevo Guerrero”, pero acá en el refugio de Xicaixtlahuac los recursos llegan a cuentagotas.

Y sí, un año es mucho tiempo cuando no se cuenta con ningún servicio. Cuando se vive en cuartos prácticamente vacíos, sin ningún mueble, sin luz eléctrica y sin sanitario. Cuando no hay un médico cerca y o cuando los niños toman clases sobre el piso.

A cazar ardillas

En el madero que sostiene el techo de su casa, Agustín González Bruno, uno de los damnificados de San Marcos, tiene colgada una resortera. Con ella, dice, sale a cazar ardillas cuando de plano no tiene nada con qué alimentar a sus hijos y a su esposa.

–¿Y cómo le va cuándo sale a cazar ardillas?

–Pues. más o menos; a veces no agarra nada uno.

–¿Le falla el tino?

–Pues, no, pero están vivas, se mueven –dice y apenas suelta una sonrisa.

Agustín vive en Xicaixtlahuac desde hace un año, cuando salió corriendo de su pueblo. Lo hace en un cuarto edificado con paredes, techo de láminas de cartón y piso de tierra. El espacio apenas es superior a los 12 metros cuadrados.

Sin embargo, ahí viven siete personas: él, su esposa y sus cinco hijos. Dentro del cuarto no hay prácticamente nada más que un fogón construido con tres piedras y dos camas de palos. En una duermen Agustín y su esposa, Basilia Gaspar Ciriano, y en la otra, todos sus hijos, amontonados.

Agustín no tiene por ahora trabajo; todo este año lo ha ido pasando con lo poco que puede ganar cuando se renta para trabajar en el campo. A veces, advierte, sólo puede trabajar dos o tres días a la semana.

Ahora que están comenzando las labores de la reubicación, Agustín ya fue a solicitar trabajo, pero no obtuvo. Le dijeron que no hay presupuesto para contratar a más de los 30 trabajadores que ya laboran en la construcción de las viviendas.

Ha logrado sobrevivir con su familia gracias a sus hijos. Cuatro de sus cinco hijos reciben 350 pesos bimestrales como parte del apoyo del programa Oportunidades. Mil 400 pesos puede juntar cada dos meses, pero no todo es para el gasto de la familia.

–Hay gastos; hay que comprarles su cuaderno o el material que les piden los maestros, pues para eso es el apoyo –explica, sentado sobre su cama.

Agustín tiene 43 años de edad, y su esposa, 10 años menos que él. Son jóvenes y tienen la esperanza de que les toque una casa en esta primera etapa, porque quieren que sus hijos vuelvan a tener el espacio que tenían en San Marcos Majada de Toro.

“No era grande allá, era de lámina de asbesto; pero, pues allá nos acomodábamos mejor, los niños tenían más espacio”, finaliza.

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