Crimen organizado controla la «policía» de Cocula… igual que controla a la Federal y todas las demás

Abel Barajas
Reforma

Cd. de México (01 noviembre 2014).- El comandante César Nava González, uno de los responsables de entregar a los 43 normalistas de Ayotzinapa a los Guerreros Unidos, fue detenido el año pasado por el 27 Batallón de Infantería de Iguala, pero dejado en libertad el mismo día.

Salvador Bravo Bárcenas, director de la Policía de Cocula, narró a la Procuraduría General de la República (PGR) que aproximadamente en agosto de 2013 los militares se llevaron a Nava, porque lo acusó de usar municiones que no eran de la Policía y de arrebatarle el control de la corporación mediante amenazas.

A las pocas horas regresó a sus actividades como subdirector de la Policía Municipal.

Conforme al relato que el pasado 15 de octubre Salvador Bravo expuso a la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO), en menos de año y medio Nava infiltró y logró poner a la Policía de Cocula al servicio del crimen organizado y el Ejército fue enterado, pero no actuó.

Todo empezó el 15 de junio de 2013, cuando el ahora prófugo de la justicia se presentó en la comandancia municipal para pedir empleo. Lo atendió personalmente Bravo Bárcenas, director desde el 15 de noviembre de 2011.

Bravo tenía enfrente a un hombre robusto, de aproximadamente 1.70 metros, entre 70 y 80 kilos, moreno claro, de bigote, cabello negro, ojos café claro.

«Tiene cara alegre», recordó.

«Me comentó que buscaba trabajo, a lo que respondí que sí teníamos vacantes y le comenté que si traía toda su documentación y César Nava respondió que sí, situación por la que le ordené a un compañero policía que lo pasara al área jurídica para darle el empleo», recordó el jefe policial.

Nava fue contratado como subjefe policial, pero su plan iba más allá de contar con un empleo.

Al poco tiempo, ingresó un grupo de sus incondicionales, entre ellos Ysmael Palma Mena, Pedro Flores Ocampo, Ignacio Aceves Rosales y Jesús Parra Arroyo.

Sus muchachos tenían un sueldo de 5 mil 600 pesos mensuales y, como él, se presentaron a trabajar al día siguiente de pedir trabajo.

«Al trascurrir el mes de labores de esta personas, empiezo a notar ciertas irregularidades, es decir, en una ocasión César Nava González me comentó que iba a sacar unas municiones de la armería y que se llevaría a todo el grupo a tirar con las armas.

«Le comenté que así no eran las cosas, ya que se tenían que mandar unas solicitudes al 27 Batallón para la autorización de las prácticas de tiro, ya que el 27 Batallón designa el campo para la práctica de tiro, respondiendo César Nava que las municiones eran de él y se fueron a disparar con las armas de fuego al basurero del Municipio», cuenta Bravo.

Dos semanas más tarde, Nava llegó hasta la oficina del director de la policía y le pidió que lo acompañara al banco de armas que está junto a la oficina.

«Mira, Bárcenas, a partir de este momento, yo voy a tomar las decisiones de la Policía», le dijo el subjefe a su superior.

«¿Por qué, si yo soy el director?», le respondió éste.

«Esto es lo que más te conviene, ya tengo ubicada a tu familia», le advirtió Nava, quien desembolsó su celular y le mostró a Bravo fotografías de sus hijos y su casa.

Imperativo, el subdirector policiaco le indicó a su superior jerárquico que en adelante él únicamente haría trabajo de oficina.

«Así fue como me deslindé, por temor a las represalias, de César Nava, de la dirección de la Policía Ministerial de Cocula, por lo cual todo el personal de la comandancia ya no se reportaban conmigo sino con César Nava», aseguró el director.

Para entonces, Nava ya había instituido un sistema de nómina paralela entre los agentes municipales, a quienes les entregaba quincenalmente fajos de 3 a 4 mil pesos «para el refresco». Nunca les explicaba el origen del dinero.

Cuenta Bravo que entonces le avisó de la situación al comandante del 27 Batallón de Infantería y le respondió «tú no te preocupes, yo me voy a hacer cargo, a ver qué pasa».

Una semana después el comandante del batallón, acompañado de un grupo de militares, fue a la comandancia de policía.

Bravo pensó que finalmente le quitarían de encima a Nava.

«Los militares nos separaron, es decir, en un lado se encontraba César Nava González y su gente Ysmael Palma Mena, Pedro Flores Ocampo, Ignacio Aceves Rosales y Jesús Parra Arroyo y a todos los demás de la comandancia nos separan y nos dice un militar que ahorita me los mandaba y se los llevo en las patrullas de nosotros y acompañados por los militares.

«En ese momento pensé que por fin ya se habían llevado a César Nava y a su gente, pero no fue así. Al poco rato los militares llegaron con César Nava y los demás, sin decirme palabra alguna», recuerda el director policial, quien después de declarar ante la PGR regresó a Cocula.

Las andanzas del subjefe policial no fueron atajadas por el Ejército, cuando tuvo conocimiento de ellas; un año más tarde, Nava se convertiría en uno de los operadores clave de las desapariciones de los 43 normalistas, pues colaboró en sus capturas y los entregó a los Guerreros Unidos el pasado 26 de septiembre.

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