Tras la intensa difusión que se realizó sobre la llegada del huracán Patricia a costas mexicanas, «promocionado» falsamente como el más terrible de la historia y que, para tranquilidad de todos, no causó los daños que tanto deseaba el régimen de Peña Nieto, una imagen satírica y muy ingeniosa comenzó a circular en redes sociales, describiendo al huracán «Quique».
En efecto, el huracán «Quique» llegó al Distrito Federal procedente del Estado de México, causando hasta el momento daños incalculables en todos los rubros de la vida nacional.
Su existencia se denunció desde hace casi 10 años, cuando la empresa Televisa mintió profusamente al pueblo de México asegurando que su presencia no sería perjudicial, sino al contrario, hasta favorable para el país. No obstante, grupos conscientes de ciudadanos alertaron sobre su alto nivel de peligrosidad y las consecuencias terribles de permitir que ese fenómeno tocara tierra en Los Pinos, frente a los daños que había dejado a su paso por el Estado de México.
Como se esperaba, su violenta llegada al centro del país, el 1 de diciembre de 2012, dejó cientos de heridos en inmediaciones del Palacio Legislativo de San Lázaro y causó la muerte de un activista y actor de teatro, el profesor Juan Francisco Kuykendall.
Casi tres años más tarde, el huracán «Quique» se ha consolidado como el más brutal y asesino de nuestra historia. Su paso por México hasta el momento ha dejado una estela de muerte y devastación sin precedentes. Las cifras oficiales reportan 57 MIL 410 MEXICANOS MUERTOS desde la llegada de «Quique», casi la misma cantidad que en seis años causó su antecesor «Felipe».
Impulsado por los feroces ventarrones de las oligarquías nacional y sobre todo extranjera, el huracán «Quique» es responsable de que cientos de campesinos mexicanos hayan perdido sus tierras y que nuestra patria esté viendo desaparecer su riqueza minera, petrolera y acuífera.
Este extraño fenómeno nunca antes visto en la historia de los desastres naturales (y anti-naturales como él), tiene la rara característica de que es alimentado por la pasividad del propio pueblo de México al que azota.
Al cerrar los ojos y pretender vivir su vida normal, indiferentes a la espantosa desolación que «Quique» está sembrando en todo el país, los ciudadanos incrementan la fuerza de este salvaje fenómeno, padeciendo con ello cada vez peores tribulaciones.
Un pequeño sector de mexicanos traidores a su país y a su pueblo, apoyados por esclavos descerebrados, ven con muy buenos ojos el caos y la destrucción que el huracán «Quique» está provocando, pues de esa forma pueden controlar a la sociedad menos favorecida y perpetuarse en sus posiciones de poder mal habido. Por ello impiden que el pueblo se guarezca y sabotean los esfuerzos de otros ciudadanos en tal sentido.
Científicamente está demostrado –aunque en la práctica no ha sido posible llevarlo a cabo– que si el pueblo buscara refugio en los albergues del BOICOT Y LA DESOBEDIENCIA CIVIL ABSOLUTA, el huracán «Quique» perdería por completo su poder y los cerebros detrás de su existencia quedarían desnudados, exhibidos e indefensos.
En dichos albergues, el pueblo unido podrá planificar la reconstrucción del país mientras el huracán «Quique» y todo lo que representa, se extinguen. Pero en tanto el pueblo no cobre esa necesaria conciencia, «Quique» seguirá desatando toda clase de calamidades.
La «esperanza de salvación» de muchos mexicanos está puesta ingenuamente en el año 2018. Son otros tres años de brutalidad incalculable y para entonces podría ya no quedar nada que rescatar. De cualquier manera, lo más probable es que otro fenómeno igual o peor que «Quique» se imponga otra vez a la fuerza, como ha ocurrido, por lo menos, desde 1988 a la fecha. La medidas para impedirlo deben implementarse AHORA –de hecho vamos tarde–, antes de que siga aumentando la cifra de mexicanos muertos.
«SÓLO EL PUEBLO PUEDE SALVAR AL PUEBLO. LA DESOBEDIENCIA CIVIL ES UN HONROSO DEBER CUANDO SE APLICA CONTRA LOS LADRONES DE LA ESPERANZA Y DE LA FELICIDAD DEL PUEBLO.»