Sólo una foto de recuerdo le queda, dice un comerciante, y lamenta ya no poder llevar a sus nietos a ver desde las escalinatas a los payasos.
CLAUDIO VARGAS
La Jornada
Ayer por la mañana amaneció el puerto de Acapulco sin kiosco, la empresa constructora encargada de la remodelación del zócalo lo destruyó en la madrugada cuando no había nadie que pudiera protestar o impedirlo.
Luego de la demolición, las palomas sobrevolaban el espacio que ocupaba uno de los emblemas del puerto, y aunque dicen que no era original de este lugar, sino una réplica de otro que fue construido primero en Guadalajara, era un sitio donde propios y extraños se tomaban la foto del recuerdo.
El kiosco era el centro de las manifestaciones y plantones, así como de huelgas de hambre, y hasta funcionaba como hotel para mendigos e indigentes. Entre los comerciantes de la zona algunos expresaron que apoyan la modernización de esta parte emblemática del puerto, y otros afirmaron que no hubieran tumbado el kiosco porque era un reconocido atractivo.
Lo cierto es que por la madrugada llegaron las máquinas, y en menos de tres horas la estructura estaba hecha añicos. Ahora la zona se ve más amplia y despejada; hasta el momento nadie ha dicho nada ni se han manifestado; quizá, como dice Juan Calixto Gómez, es porque ya vienen los de Ayotzinapa.
Los comerciantes asentados en ese lugar pidieron que los trabajos de remodelación avancen lo más pronto posible porque la temporada de vacaciones de fin de año se asoma y temen que si no se termina no puedan vender sus productos como se espera en esos días.
El vendedor Mauricio García Molina expresó que ahora solamente le queda la foto que le tomó al kiosco, como recuerdo, pues ahora que fue demolido ante el amparo de la noche ya no podrá llevar a sus nietos para que observen desde las escalinatas a los payasos léperos que divierten a la gente cada domingo.