Luciano Campos Garza
Proceso
MONTERREY, N.L. (apro).- Los memoriales para recordar a las víctimas de la guerra contra el narcotráfico son objeto de menosprecio por parte de las autoridades de esta ciudad.
Ejemplo de ello son dos casos emblemáticos, ocurridos en 2011: el homicidio del joven Jorge Otilio Cantú, quien fue acribillado en su vehículo por militares que, aparentemente, lo confundieron con un sicario, y el de los 52 asesinados por criminales en un ataque incendiario al Casino Royale.
La obra para recordar al hombre abatido fue robada durante trabajos de adecuaciones viales, según denuncia su padre, el doctor Otilio Cantú González.
Y en el caso del memorial de las víctimas de la casa de apuestas, la fuente del mismo dejó de funcionar al día siguiente de su inauguración. Además, el muro se erigió atropellando las especificaciones acordadas con los deudos.
Jorge Otilio Cantú Cantú, de 29 años, circulaba en su camioneta la madrugada del 18 de abril de 2011 por la avenida Lázaro Cárdenas, a la altura de la colonia Valle de las Brisas, al sur de Monterrey.
Un grupo de soldados, integrantes del Grupo Caimán, abrió fuego contra la unidad, que recibió más de 40 disparos. El vehículo quedó inmovilizado a la altura de Lázaro Cárdenas y Puerto San Blas.
La Procuraduría estatal aseguró primero que los soldados, que hacían trabajo de policías preventivos, habían acribillado a un maleante.
Sin embargo, el padre de la víctima hizo un recorrido por los medios de difusión para aclarar que su hijo era un hombre de bien y que, al morir, se dirigía a su trabajo.
Más tarde la PGJ debió rectificar y ofrecer una disculpa pública a los deudos del joven.
Como consecuencia de la agresión, siete militares se encuentran procesados, cinco de ellos por cargos de homicidio calificado y dos por alteración de evidencias.
Después de la tragedia, el doctor Cantú construyó en el camellón de Lázaro Cárdenas y Puerto de San Blas un pequeño memorial con el nombre de su hijo y la fecha de su asesinato.
El padre quería que se recordara de manera permanente que ahí se cometió una injusticia. Ahora, el monolito se encuentra desaparecido.
En el lugar fueron elaboradas adecuaciones viales, se modificó el camellón y en el sitio donde estaba el recuerdo pétreo únicamente quedó un parche de cemento.
Cantú Cantú acusa a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), entidad encargada de los trabajos, de haberse robado el memorial.
“De repente se roban el memorial estos cabrones. Y no sólo la roban, no saben dónde está. El gobierno del estado no sabe ni el municipal, y ahora resulta que es una obra federal. Estoy de acuerdo en que, si estorbaba, lo quitaran por la adecuación, pero que me lo devuelvan, porque se lo están robando. Que no le hagan al pendejo”, acusó.
El afectado dijo que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ya está enterada de la desaparición del memorial y, por ello, busca al delegado de la SCT, Heriberto Treviño, para que explique el destino de la obra.
“Ahora dicen que nadie sabe porque son muchos los que ahí trabajan. Pero alguien dio la orden, ¡que no la chinguen! Ocurre que en este país todo se hace con los pies”, denunció.
Peor aún, pues al poniente de la ciudad, sobre la avenida San Jerónimo, se encuentra el derruido Casino Royale.
En este lugar, el 25 de agosto de 2011, sicarios de Los Zetas incendiaron la entrada. El fuego se propagó de inmediato por todo el local, que a esas horas se encontraba abarrotado. En el ataque fallecieron asfixiadas 52 personas.
En enero de 2013, la CNDH emitió una serie de recomendaciones a las autoridades, y entre ellas destacaba la construcción de un memorial para recordar la tragedia.
Familiares de los afectados de reunieron con representantes del gobierno de Rodrigo Medina y del ayuntamiento de Monterrey para acordar las características de la pieza de arte propuesta por la arquitecta Brenda Tamez, quien perdió a su padre en el atentado.
Se acordó construir un monumento en forma de pared, de 12 metros de longitud. Sin embargo, para sorpresa de los afectados, el municipio y el estado determinaron construir una pequeña pared de 1.50 metros de ancho por dos de alto.
Al pie del muro había 52 surtidores de agua, en representación de cada una de las víctimas mortales. Al día siguiente de su apertura, la fuente dejó de funcionar y así se encuentra ahora, seca.
De cualquier manera, los deudos se indignaron por la obra, pues representa un engaño. No era ese diseño que habían acordado con el municipio regiomontano. A partir de ahí le llaman el “mini memorial”.
Samra Pérez, vocera de los afectados, lamentó que la alcaldesa Margarita Arellanes se encuentre más ocupada en su campaña que en atender las cuestiones que le importan a la ciudad.
“El año pasado hubo una disculpa pública de la alcaldesa Margarita Arellanes, pero ahorita como está muy ocupada en campaña, ni siquiera se ha tomado la molestia de preguntar cómo están los niños huérfanos, los jóvenes que cursan sus carreras y cómo sí cumplir en su totalidad con las recomendaciones del ombudsman”, se quejó.