Julio Hernández López
La Jornada
En México la goleada contra el interés nacional seguía adelante sin que hubiera afición respondona ni protesta alguna. Todo sereno. Diez días atrás la selección mexicana de futbol fue eliminada del torneo organizado por la FIFA, pero casi nadie (muy pocos, élites especializadas o bien informadas) parece deseoso de zafarse del sopor mundialista y asomarse en serio al batidillo legislativo que por instrucciones de Los Pinos se está realizando para reacomodar a los principales grupos económicos en el tablero del reparto del país, específicamente, en estos días, lo relacionado con las telecomunicaciones, y dentro de poco, lo relativo a los energéticos.
El mayor atisbo de protesta social organizada se ha dado en Internet, pero sólo a propósito del cebo de distracción televisivamente muy promovido, el del penal marcado en el juego de México contra Holanda. Así, resulta que #NoEraPenal se ha convertido en desahogo de frustraciones, pretexto de derrotas y muletilla populista (el propio Peña Nieto se ha sumado a la campaña de presunta reivindicación legalista, pero sólo en el mundo del futbol, no en cuanto a la realidad del país, en concreto el reformismo pinolero).
Ayer, por ejemplo, en la cancha de San Lázaro, el 11 oficialista, con el Partido Revolucionario Institucional en la delantera, despachó por 340 votos a favor el desigual partido arreglado para favorecer a los patrocinadores del director técnico, EPN, apoyado abiertamente por firmas publicitarias, con Televisa a la cabeza, desde que ese jugador mexiquense de pocas lecturas hacía campaña en busca de hacerse de la conducción del Tri. El encuentro, una especie de Copa Telecomunicaciones, fue negociado en un juego de ida en el selecto césped del Senado, con el auxiliar técnico Emilio Gamboa siempre dispuesto a servir a los intereses de los poderosos anunciantes y luego, en el de vuelta, con el otro auxiliar, Manlio Fabio Beltrones, igualmente decidido a cumplir con eficacia las instrucciones de Los Pinos.
El resultado está a la vista. Televisa, pero también Televisión Azteca, se consolidan como poder económico preponderante en términos de connivencia con el poder político al que en una jugada apretada acabarían sometiendo a sus reglas y no al revés. Nada por aquí, nada por allá, han dicho los magos de las iniciativas y sus enmiendas de fantasía, para que a fin de cuentas emerja de la chistera (no se habla de un sombrero de copa, sino de una cesta para chistes políticos) el sabido conejo de las estrellas, y sus similares, como triunfadores espectros en el país que para ellos es de las mil y un maravillas (con todo y que habrá competencia por la vía de dos cadenas públicas de televisión, cuando menos una de ellas disponible para sospechosistas irredentos que en su condición de malpensados profesionales quieran creer que será asignada a prestanombres de, de…, pues de alguien). Así que ¡Televisa vive, el dominio desde las pantallas sigue!
En ese juego profesional de apariencias que a nadie causa gran desasosiego (¡que #NoEraPenal!), los presuntos afectados por las reformas presuntamente justicieras del presunto, no, perdón, del licenciado Peña Nieto, han resultado beneficiados. El gatopeñismo hace que todo se reforme para que todo siga más o menos igual. Ni Televisa ni Televisión Azteca protestan, sino todo lo contrario, aceptan disciplinadas lo que ‘‘aprobaron’’ sus verdaderas telebancadas, es decir, no sus empleados directos y confesos, sino las élites directivas y sus mansos rebaños votantes.
También se ha acomodado, a última hora, el enemigo público número uno de esos telepoderes, Carlos Slim, aplicadamente atacado en las pantallas dominantes donde uno y otro día se detallan las pérfidas maniobras con las que ese supermillonario va llenando de grano en grano, celular y fijo, el mítico buche global Forbes. El beneficiario de la privatización de Telmex en tiempos de Carlos Salinas de Gortari (Carlos&Charlie, se decía que era el nombre del negocio hecho) fluctúa entre ser el villano favorito de las televisoras unidas (Televisa y TvAzteca) y, al mismo tiempo, el nuevo héroe insólito de ciertos segmentos de izquierda ligera donde se pretende que uno de los grandes monopolistas del país habrá de dar aire fresco y espíritu democrático a medios televisivos si le conceden su sueño de una cadena abierta.
Por lo pronto, Slim anuncia de último momento lo que llevaba largo tiempo preparando: la desincorporación de activos de América Móvil (Telmex y Telcel). Un pase legal por aquí, otro pasecito de ‘‘ventas’’ por allá, y ¡sorpresa!, el ingeniero Slim podría conseguir que se le quite la etiqueta limitante de la preponderancia en telefonía, como Televisa lo consiguió en televisión de paga. Mediante esas maniobras, América Móvil será teóricamente más pequeña, con sus negocios convenientemente distribuidos, igual que podría hacer Televisa, incluso invirtiendo en alguna de las cadenas ‘‘competidoras’’ por venir. ¡Todos más o menos contentos: goooooooool (léase varias veces, con entusiasmo a punto de infarto y aires de llevar el patriotismo en los pies, a nivel de cancha)!
Y, mientras una operación israelí contra palestinos ( Margen protector, la llaman) ha dejado 23 muertos y 123 heridos, ¡hasta mañana!