Por John M. Ackerman
Proceso
CIUDAD DE MÉXICO, (apro).- Una de las máscaras más importantes que utiliza el régimen autoritario mexicano para esconder las redes de poder corrupto que en realidad mandan en el país es el mito de la “institucionalidad” democrática. Todos los días nuestros gobernantes insisten en que México es un país de “instituciones” y que lo único que hacen los servidores públicos es “aplicar la ley”. El mismo partido en el poder, el Revolucionario Institucional (PRI), se ufana desde su mismo nombre de ser supuestamente “institucional”.
Sin embargo, en la práctica el PRI, sus funcionarios y sus aliados de otros partidos se empeñan todos los días en subvertir el estado de derecho y poner las instituciones gubernamentales al servicio de los poderes fácticos e informales.
El video de Xóchitl Gálvez en el que balconea a los invitados de la fiesta de cumpleaños de Diego Fernández de Cevallos hace un gran servicio a la sociedad al transparentar las redes de complicidad y contubernio que determinan hoy el destino de la nación. Felipe Calderón, Carlos y Raúl Salinas, Luis Carlos Ugalde, Carlos Slim, Porfirio Muñoz Ledo, José Narro, Jorge Castañeda, Carlos Navarrete, Norberto Rivera, Carlos Marín, Roberto Gil y Ciro Gómez Leyva, todos pertenecen al mismo círculo social y político. Los oligarcas, el PRI, el PAN, el PRD, el IFE, los intelectuales “independientes”, los altos funcionarios universitarios, los periodistas mercenarios y la jerarquía de la Iglesia católica, todos se codean en la misma mesa de la corrupción estructural.
El Periscope de la delegada en la Miguel Hidalgo solamente capta a algunos de los presentes en un momento en que el jolgorio ya se encontraba a punto de terminar. ¿Quién más habrá asistido a la fiesta? ¿Quiénes lograron escaparse por un túnel, por la puerta de atrás o en el baño, una vez que se haya levantado la alarma generalizada de que Gálvez había empezado a transmitir en vivo el encuentro?
¿Acaso habrá acudido el actual titular del INE, Lorenzo Córdova, a tomar una copa con Salinas, Calderón y El Jefe Diego? ¿Emilio Azcárraga y Manlio Fabio Beltrones comían juntos bistecs en la mesa de honor? ¿El mismo Chapo Guzmán pasó a saludar muy atentamente a los presentes? ¿Enrique Peña Nieto tuvo la atención de dar el abrazo de rigor al responsable de la destrucción de las boletas electorales de 1988?
Ninguno de estos escenarios sería sorprendente ni fuera de lugar. Se vale casi cualquier especulación sobre el incómodo encuentro porque ya es vox populi que México hoy no es gobernado por sus “instituciones” sino por las redes de poder caciquil que entrelazan y unen a los políticos, los empresarios, los delincuentes y los altos funcionarios de una amplia diversidad de colores y sabores.
Tanto las declaraciones de la hija de El Chapo Guzmán como las recientes revelaciones de Aristegui Noticias confirman la consolidación de un narcogobierno en México. En declaraciones al periódico británico The Guardian, Rosa Isela Guzmán Ortiz denunció públicamente que numerosos políticos mexicanos han recibido cuantiosas donaciones de parte del narcotraficante. Y de acuerdo con Aristegui Noticias, una parte importante del financiamiento para las tarjetas Monex utilizadas para la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto en 2012 fue proporcionada por la empresa Grupo Comercial Cónclave, controlada por Rodolfo David Dávila Córdoba, uno de los principales operadores del Cártel de Juárez.
Los ciudadanos hoy nos encontramos más vigilados que nunca antes en la historia. Todos los días se colocan nuevas cámaras de vigilancia en las calles, el gobierno documenta con mayor detalle nuestros intercambios en las redes sociales y los órganos de inteligencia intervienen con más insistencia en nuestros correos electrónicos y conversaciones telefónicas. Recordemos, por ejemplo, el caso de la reciente contratación de la empresa Hacking Team por una variedad de autoridades mexicanas para llevar a cabo labores de espionaje.
Pero quienes realmente tendrían que estar exhibidos constantemente no son los ciudadanos sino los poseedores de poder político, económico e institucional. Urge romper el silencio cómplice que permite que la red de corrupción estructural siga destruyendo al país. Gálvez ya se arrepintió de haber transmitido la fiesta en vivo. Pero los ciudadanos de a pie podemos continuar con su labor.
Hoy cualquier mesero, taxista, estilista, maestro, estudiante, secretaria o ciudadano armado con un smartphone puede hacer un gran favor a la patria divulgando datos sobre las fechorías del poder. Participemos todos en la generación de conciencia grabando y compartiendo cualquier evidencia de corrupción, abuso o complicidad. La plataforma Méxicoleaks (disponible aquí: https://mexicoleaks.mx/) existe precisamente para canalizar este tipo de información, aunque también hay otras numerosas vías para dar a conocer anónimamente información reveladora.
Hay que seguir el ejemplo de Julian Assange y Edward Snowden, quienes han hecho un gran servicio a la humanidad volteando la vigilancia hacia los poderosos. Todos tendríamos que asumir nuestra responsabilidad ciudadana en el esfuerzo colectivo de desarticular las telarañas de la mafia del poder para generar el espacio necesario para construir una nueva república más justa y democrática.
Twitter: @JohnMAckerman