- En Tierra Caliente niegan que los muchachos tengan nexos con delincuentes
- En Tecoanapa, la familia de Abel García aún espera que le devuelvan a su hijo
- Los que están coludidos son los tres niveles de gobierno, afirman voceros de “la comisión”
Arturo Cano
La Jornada
Tecoanapa, Gro. Las lágrimas de María Micaela Hernández son grandes, redondas e interminables. Ha pasado más de un mes y siguen cayendo igual, sobre su brazo moreno de mixteca; escurren y caen sobre el rojizo piso de tierra de su casa que no termina de tragarlas.
“Mi mamá casi no habla español, somos mixtecos”, explica Verónica, su hija, y hermana de Abel García Hernández, que habla por ella mientras la madre llora.
En el noticiario de televisión, el Presidente de la República habló siete minutos, los actos de violencia contra la casa del gobernador hablaron tres y los padres apenas 45 segundos.
Por eso aquí las familias toman la palabra. Habla Verónica por Abel y los suyos (sin comillas, porque esto es una transcripción libre, garrapateada en la libreta):
Mi hermano no quiso padrino ni fiesta, porque quería seguir estudiando cuando terminó el bachillerato. Decía: “Quiero crecer para ser alguien en la vida”.
Abel se fue con esa ilusión, porque quería ayudar a su familia, y les puedo decir que la normal le encantó.
Sí, ya sé que ellos sufren para entrar, que pasan hambres. Él regresó flaquito y lleno de lodo de su semana de prueba, contento de que la había pasado.
Vino cuatro días antes de lo que pasó y desde entonces no supimos más de él.
Sí, si vinieron del gobierno, una doctora y un licenciado que nos prometieron ayuda. Pero nosotros no queremos recibir nada, porque lo que queremos es la familia. Sea como sea, estamos acostumbrados a vivir en la pobreza.
¿Qué cómo es mi hermano? Un muchacho cariñoso, siempre que llegaba era para darle a mi mamá su abrazo y su beso.
Somos pura gente campesina y sentimos rabia porque no podemos hacer nada.
Estamos aquí, esperando que nos lo devuelvan, porque ni él ni sus compañeros son delincuentes. Son estudiantes y luchadores, nada más.
Mi hermano tiene 19 años. A su novia le dicen Niña, acaba de entrar al Cebeta y a cada rato nos viene a preguntar si sabemos algo. Nos da pena decirle que no.
Abel es campesino, Le gusta mucho subir al cerro, acarrear leña.
A Verónica se le quiebra la voz a cada rato. Su madre, María Micaela, no habla castellano, pero entiende todo.
Aprieta el llanto cuando su hija dice: “Quisiéramos estar en su lugar, dar la vida por ellos”.
–¿Podemos ver dónde dormía Abel?
–No, él dormía en una colchoneta y ahorita está levantada.
“Metemos las manos al fuego” por Ayotzinapa
El palacio municipal fue tomado el pasado lunes. Las oficinas están clausuradas con sellos, pero todo alrededor es romería. La voz cantante la llevan los maestros, aunque éste no es un movimiento de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (Ceteg).
“Este es un movimiento limpio, es por la presentación de los muchachos, por la justicia; no hay demandas laborales ni de ningún otro tipo.”
Tecoanapa es un municipio bajo control de la Unión de Pueblos y Organizaciones de Guerrero (Upoeg), aunque en la zona persiste la presencia del cártel de Los Rojos, archirrivales de los Guerreros Unidos.
“Este movimiento obedece a la petición de los padres de los muchachos desaparecidos, aquí tenemos ocho. Fueron nuestros alumnos, convivimos con ellos, y por eso los maestros estamos al frente”, explica un joven profesor, egresado de Ayotzinapa en 2006.
Los dirigentes piden ser presentados sólo como “la comisión”, pero que se anoten los nombres y lugares de origen de los desaparecidos de este municipio de la Costa Chica.
Del vecino municipio de Ayutla de los Libres, los desaparecidos son tres y de ahí es también originario Aldo Gutiérrez Solano, quien permanece en estado de coma desde la agresión del 26 de septiembre.
Primero lo primero. Aunque se les dice que se conoce la lista, los voceros del movimiento insisten en que se tomen los nombres:
“Tenemos un desaparecido del poblado El Pericón, Alexander Morales Nancio; cuatro de Xalpatláhuac: los hermanos Dorian y Jorge Luis González Parral, Jorge Aníbal Cruz Mendoza y Marcial Pablo Baranda; Abel García Hernández, de Tecuantepec, así como Leonel Castro Abarca y Saúl Bruno García, de Los Magueyitos.”
En Tecontepec ha habido marchas, bloqueos, vigilias, misas y muchas actividades más para demandar la presentación con vida de los normalistas. De aquí también han salido centenares de comunitarios de la Upoeg a buscar en los cerros de Iguala.
Saben aquí de las versiones que involucran a los estudiantes de Ayotzinapa en una guerra de cárteles: “Eso es totalmente falso. El gobierno pretende desviar la atención. Los que están coludidos con la delincuencia son los tres niveles de gobierno. Podemos meter las manos al fuego por los muchachos de Ayotzinapa”, dicen a coro los “portavoces del movimiento social”, como se presentan.
“Quisiera salvar tu vida, no importando quitarme la mia”
Hasta donde su familia sabe, a Abel no le habían puesto apodo en Ayotzinapa, donde todos lo tienen. Aquí le decían Chueco, porque es zurdo.
Su madre sostiene, entre lágrimas, la carta que dictó en mixteco y que Verónica puso en español. Dice así:
“Hoy que no estás conmigo siento un dolor tan grande que no puedo explicar con palabras, creo que mi corazón cada vez se hace más pequeño y poco a poco siento cómo se va desgarrando dentro de mí.
“Cada día que miro tu foto recuerdo aquel día en que naciste, un 15 de junio de 1995, hoy ya un joven de 19 años con una gran ilusión por delante para ser un gran maestro que siempre soñaste.
“Recuerdo que cuando partiste y con esa alegría en tu cara te fuiste a la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, para hacer realidad tu sueño de darnos una vida mejor a nosotros tus padres.
“Desde aquel día de tu partida te sigo esperando, hijo, y sé que estas lágrimas que lloro al final será el precio por verte de vuelta, hijo, para verte comer tu comida favorita, la cocolmeca, que subías al cerro por ella para que yo te la guisara…
“Desde que no estás aquí tu padre no ha dejado de buscarte y a gritos pide y exige que regreses con vida.
“No existe dolor más grande como el que yo siento, y si alguien cree que por ser pobre y humilde no tenemos sentimientos, yo les digo que este dolor me está matando lentamente.
“Quisiera saber dónde estás para ir corriendo y salvar tu vida, no importando quitarme la mía.
“Por último, hijo, quiero decirte que tu pueblo te está buscando. Tu pueblo te reclama y vivimos con la esperanza de volver a verte.”