Por primera vez en mucho tiempo, regresa el Andrés Manuel López Obrador que tuvo nuestro respeto y admiración. Ese líder que en alguna época lejana parecía genuino en su interés de luchar por la defensa de la riqueza nacional, proteger a las comunidades indígenas de la voracidad neoliberal y avanzar en el rescate de nuestra soberanía. ¿Cuánto durará ahora entre nosotros el espíritu del viejo AMLO, ese firme enemigo de la “mafia del poder”, antes de que vuelva a dar el bandazo y se someta, una vez más, a los designios de las trasnacionales?
En marzo de 2019, López Obrador parecía dispuesto a cumplir su promesa de cancelar la maldita contrarreforma energética espuria impulsada por sus criminales antecesores. Si bien dejó intocados todos los contratos leoninos que, hasta ese momento, se habían otorgado en las rondas de subastas –sí, literalmente subastas al mejor postor– de nuestros yacimientos petrolíferos, dio un paso muy importante rumbo a la derogación de la contrarreforma al anunciar la cancelación de más subastas, devolver el control de los sectores petrolero y eléctrico a Petróleos Mexicanos (Pemex) y Comisión Federal de Eletricidad (CFE) respectivamente, así como prohibir la “inversión privada” –SAQUEO– en el sector de la petroquímica.
Nos duró muy poco el gusto. En julio de ese mismo año, tras enfrentar una feroz ofensiva mediática impulsada por las grandes empresas nacionales y extranjeras del sector, dio marcha atrás a todo lo que había ordenado y, encima, terminó de entregar al sector privado lo que a Peña le faltó: la industria petroquímica, los cuatro rubros del sector energético –petróleo, gas, electricidad y energías renovables– y los gasoductos en litigio con CFE. El artífice del bandazo fue, ¿quién más?, Alfonso Romo Garza, cabildero de la cúpula empresarial infiltrado en el más alto nivel del régimen lópezobradorista, nada menos, como jefe del gabinete presidencial.
Hoy asistimos a un escenario muy parecido. En abril de este año, López Obrador emitió un nuevo acuerdo por el que devuelve la rectoría del sector eléctrico a CFE. La decisión, muy necesaria para evitar más despojos de tierras y otros abusos de las trasnacionales, inconformó por supuesto a estas empresas voraces, particularmente las que ya desarrollaban casi una treintena de proyectos eólicos en diversas regiones del país. Tienen prácticamente todo… y no les basta. Desde luego ya iniciaron, y están arreciando, las presiones desde varios frentes para obligar al tabasqueño a recular. Hasta el momento, contrario a la tibieza y sumisión que había mostrado desde el inicio de su sexenio, López Obrador parece, y enfatizamos, parece, resuelto a hacer valer la autoridad que el pueblo le confirió.
Necesitamos poner orden y que ya no se siga consumando el saqueo del período neoliberal. Si no ponemos orden, va a seguir lo mismo: la corrupción. Van a seguir viendo a México como tierra de conquista […]. Se habían apoderado del sector energético y estaban conspirando para destruir Pemex y CFE. Y hay constancia de lo que estoy diciendo: se entregaron contratos en el caso de Pemex, se dejó de invertir para que se dejara de producir petróleo, se entregaron contratos particulares con la llamada reforma energética, dijeron que esos contratos iban a suponer mas producción y más beneficios y no ha sido así.
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Ciertamente se puede cuestionar mucho de lo que AMLO declara durante sus conferencias matutinas, pero en esta ocasión tiene toda la razón, como la tuvo siempre que señalaba los abusos del neoliberalismo en sus viejos tiempos de lucha social. En efecto, se conspira de forma tácita para destruir a Pemex y CFE. La intención de empresas como Iberdrola, Repsol, AvantGrid y otras extranjeras que impulsan proyectos eólicos y solares en México, es acaparar por completo del mercado eléctrico nacional, apropiarse de la infraestructura creada por los mexicanos y obligarlos a pagarles a ellas el servicio eléctrico en perjuicio de las finanzas del país. Una aberración que ya se consumó en el sector energético, por ejemplo, con la apertura del mercado de las gasolinas que ha permitido a trasnacionales ecocidas como Shell, BP y Chevron, vender gasolina en nuestro propio territorio y utilizar incluso la infraestructura de Pemex para el almacenamiento y transporte de combustibles. ¡Somos un país petrolero y productor nato de hidrocarburos! ¡No las necesitábamos, ni antes ni ahora!, pero están logrando el objetivo de quebrar por completo a Pemex, la empresa nacional más importante de nuestra historia.
Peor aún, la asesina voracidad de las trasnacionales ha costado la vida de comunidades enteras, despojadas de sus tierras, privadas del derecho al agua y a producir su propio alimento; desplazadas de sus hogares destruidos sobre los que hoy se alzan monstruosos proyectos de la muerte, incluidos esos parques eólicos que ahora la derecha rabiosa defiende con el pretexto de las «energías limpias», sin hacer mención de los pueblos afectados. Súmese la vida sacrificada en holocausto de cientos de activistas, auténticos héroes que tuvieron la dignidad de enfrentar a esas empresas genocidas, sucumbiendo por la indiferencia, inmovilidad y complicidad del resto de los mexicanos. Todo eso no lo mencionó AMLO, por cierto, aunque lo sabe muy bien, pues su régimen también ha sido cómplice en la prolongación de estos abusos. Ahí está el caso de la termoeléctrica de Huexca, para quien pretenda negarlo o hacerse el desmemoriado, entre varios más.
¿Se requiere el desarrollo de energías limpias? ¡Claro! Pero México no necesita a empresas extranjeras para ello. El pueblo ha construido todo lo necesario –redes eléctricas, antenas, plantas generadoras, etc.– para cubrir sus necesidades energéticas desde hace mucho tiempo. Del mismo modo podemos iniciar la transición a las energías renovables y abandonar por fin el uso de combustibles fósiles que tanto dañan el medio ambiente, sin dejar de aprovechar los hidrocarburos en otros sectores.
Así pues, apoyamos el desarrollo de la industria nacional en el sector de las energías limpias, pero decimos NO A LA INVASIÓN DE LAS TRASNACIONALES ASESINAS QUE BUSCAN APODERARSE DE TODO EN MÉXICO. Los mexicanos podemos y debemos seguir desarrollando la infraestructura que necesita el país, siempre anteponiendo el respeto a los derechos humanos y la conservación de los recursos naturales. Lo hemos hecho en el pasado y podemos hacerlo ahora, porque nunca, NUNCA EN LA HISTORIA, hemos necesitado a las criminales trasnacionales para salir adelante.