El grupo en el poder decidió hacer coincidir las sesiones legislativas en las que pretende aprobar las leyes secundarias para las reformas energética y de telecomunicaciones con los partidos que jugará la selección nacional de futbol en el Mundial de Brasil.
Al mismo tiempo, los poderes institucionales y mediáticos han buscado alentar entre los aficionados expectativas desmesuradas y poco realistas, a decir de los expertos en ese deporte, incluso la de que el equipo mexicano podría hacerse con el campeonato mundial.
Por otra parte, ayer el Instituto Federal de Telecomunicaciones (Ifetel) falló que las transmisiones de los partidos de la selección mexicana, la ceremonia inaugural del Mundial y otros acontecimientos deportivos de relevancia no serán exclusivas para Televisa y América Móvil sino que podrán ser difundidas por otras empresas de telecomunicaciones.
Esa decisión, que en cualquier otra circunstancia sería plausible y positiva, en la actual parece armonizar con otras acciones que buscarían orientar la atención nacional hacia los estadios brasileños y, en contraparte, quitarle reflectores a las sesiones legislativas en las que se pretende lograr la aprobación de leyes regulatorias en materia energética y de telecomunicaciones que resultan, a decir de muchas voces procedentes de todos los ámbitos, lesivas para el país, su soberanía y sus perspectivas de desarrollo.
En efecto, el «Congreso de la Unión» se apresta a votar disposiciones cuya aplicación producirá una reconfiguración del país, y el más elemental sentido democrático y republicano aconsejaría enfocar la atención en lo que allí se discuta y también, desde luego, en ampliar el debate e incorporar a él al mayor número posible de actores sociales, políticos, científicos, académicos, sindicales y empresariales, y no en eclipsar las sesiones correspondientes saturando con futbol todos los canales y medios.
Con razón, la agenda congresal genera suspicacias. Ayer Osorio Chong declaró que el Mundial “no debe modificar los tiempos” previstos para el análisis y la discusión de las leyes secundarias en materia energética y de telecomunicaciones. Da la impresión de que ya lo hizo y que la bancada del partido gobernante decidió ceñirse al calendario mundialista para convertir el tratamiento y la eventual aprobación de las leyes reglamentarias en un asunto de bajo perfil.
Llama la atención, por otra parte, que el «titular de Gobernación» irrumpa en forma tan abierta en el ámbito de facultades de un Legislativo que se dice soberano y vulnere, de esa forma, el principio de separación de poderes.
Las leyes secundarias de las reformas energética y de telecomunicaciones son demasiado relevantes para la nación como para que su trámite parlamentario sea opacado por una justa deportiva que resulta apasionante para muchos pero que, sean cuales sean sus resultados, no va a modificar en nada el curso de los asuntos públicos.