México, 23 de octubre 2018 (NOTIGODÍNEZ).- Las agresivas «políticas» neoliberales implementadas de un solo golpe por el régimen usurpador del asesino de Atenco, Enrique Peña Nieto, destruyeron el empleo «bien» pagado y generaron condiciones prácticamente de esclavitud en nuestro país, con la proliferación de puestos de trabajo cuya remuneración es de apenas uno o dos salarios mínimos cuando mucho.
Se trata de «empleos» con sueldo de 2 mil 652 a 5 mil 304 pesos mensuales, por debajo de la línea de bienestar determinada por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Económica (Coneval). De hecho, el actual salario mínimo de 88.36 pesos diarios no alcanza para adquirir la canasta básica alimentaria, cuyo costo asciende a 99.36 pesos.
De acuerdo con el analista Enrique Galván Ochoa, autor de la columna «Dinero» en el diario La Jornada, Peña presume que ha creado 4 millones de empleos durante su espuriato sangriento, pero omite mencionar que este sexenio fueron destruidos más de 2 millones trabajos mejor remunerados, de dos a cinco salarios mínimos (de 5 mil 304 a 13 mil 260 pesos mensuales)
Esto, de acuerdo con un estudio del Observatorio de Salarios que realizan las universidades Iberoamericana Ciudad de México y Puebla, citado por Galván Ochoa: «Tan sólo en los trabajos que perciben más de cinco salarios mínimos se perdieron 1 millón 58 mil 65 empleos».
Además de proliferar el «empleo» con salarios de hambre, durante el régimen usurpador de Peña Nieto se privilegió la «tercerización» o outsourcing, que consiste en la contratación de empleados a través de una empresa externa -no para la que físicamente trabajan-, con la consecuente pérdida de ingresos y derechos laborales.
En efecto, según Galván Ochoa, a los salarios infímos se suman la falta de seguridad social, las jornadas de más de ocho horas y la ausencia de prestaciones, como la marca principal del espuriato peñista en materia de generación de empleos.
Aunque durante el actual régimen se determinó el salario mínimo en los 88.36 pesos mencionados, lo que representa un aumento de casi 40 pesos respecto de los últimos 11 años y parece muy «importante», en realidad ha sido insuficiente para remontar la inflación y frenar la pérdida de poder adquisitivo de los mexicanos.
Galván Ochoa indicó que el poder adquisitivo del ingreso laboral per cápita ha caído 5.8 por ciento en relación con el Índice Nacional de Precios al Consumidor, mientras que registra una pérdida de 21.5 por ciento respecto del Índice de Costo de Vida del Observatorio de Salarios.
Opinión:
La esclavitud en pleno siglo XXI no requiere cadenas, látigos ni grilletes -aunque en algunos lugares todavía se «estilan» aquellas prácticas de la Edad Media. Las «políticas» neoliberales y el sistema económico dominado por grandes trasnacionales abusivas, han logrado maquillar el esclavismo contemporáneo con una falsa pero bien montada ilusión de «libertad».
La humanidad no se da cuenta que en realidad está sometida por entero a los designios de las corporaciones. Consume absolutamente todo lo que ellas determinan que se debe consumir, trabaja para ellas y recibe a cambio un «salario» miserable que luego les devuelve inmersa en el frenesí de consumismo irracional inducido por las propias corporaciones.
Se trata de un ciclo demencial que lleva más de un siglo replicándose e intensificándose sin control. Es el mejor momento de la historia para los esclavizadores de la humanidad, las trasnacionales que hoy dominan por completo cada aspecto de nuestras vidas. Lograron construir un sistema perfecto en el que medios, gobiernos y educadores se encargan de someter al esclavo desde su nacimiento, de modo que éste considere normal y «correcto» entregarse voluntariamente a sus verdugos, repudiando ferozmente a quienes intenten liberarlo.
México es uno de los nichos que muestran esa realidad con la mayor crudeza, pues las consecuencias han sido devastadoras. Más de la mitad de la población mexicana sobrevive en condiciones de miseria impensables, producto de ese sistema brutal. Su capacidad de sobrevivir en esas condiciones da la medida de su fortaleza, su energía y determinación. Si ese gran poder se canalizara para romper con el sistema brutal que hoy lo esclaviza, otra sería la realidad de nuestro país: más próspera, digna y auténticamente libre.
Con información de La Jornada