Por Gerardo Fernández Noroña
(@fernandeznorona)
El 31 de enero, en territorio de Estados Unidos, se llevará a cabo la reunión entre Donald Trump y Enrique Peña Nieto. No está demás decir que no es una reunión personal, ambos irán en su condición de presidentes de sus respectivas naciones.
Pero hoy, 25 de enero de 2017, seis días antes de esa reunión, Trump ya emitió el acuerdo para construir un muro fronterizo entre Estados Unidos y México. Hay quienes consideran que Estados Unidos tiene derecho a hacernos esta afrenta. Nada más lejano a la justicia y a la vecindad entre naciones. Todos los que hoy defienden el muro, se rasgaban las vestiduras frente al muro de Berlín. Aquel les parecía un oprobio, éste les parece el derecho de un gobierno racista y profundamente ignorante.
Hago una pequeña digresión: la paradoja es que quizás los únicos empleos que pueda generar Donald Trump serán los necesarios para levantar ese muro, y como ningún anglosajón estará interesado en ese empleo, tendrá que usar a migrantes para realizar esa obra ignominiosa.
Hoy es un hecho que existen fronteras entre los países y resguardarlas es responsabilidad de cada nación. De allí a realizar un acto racista e infame cómo construir un muro a lo largo de miles de kilómetros de frontera, es simplemente incalificable.
En primer lugar, Trump lejos de reconocer el quiebre el sistema económico, pretende culparnos a los mexicanos de la debacle de Estados Unidos. No admite que el neoliberalismo ha hecho de Estados Unidos una nación tercermundista, donde seis hombres concentran la riqueza y el pueblo estadounidense se empobrece día con día.
Argumenta en cambio que el Tratado de Libre Comercio nos ha sido beneficioso, el colmo de la ignorancia sobre lo que pasa en nuestro país, y que los mexicanos en Estados Unidos, generan el desempleo en aquel país.
México ha contribuido como pocos a que Estados Unidos sea un imperio y haya tenido los niveles de vida que mantuvo durante décadas. Tanto con los millones de mexicanos que trabajan en su territorio y con su esfuerzo aportan enorme a la riqueza de ese país, como con el saqueo permanente de nuestra riqueza que se ha venido realizado a través de las grandes compañías trasnacionales con base en Estados Unidos durante más de un siglo.
Ello sin contar con el agravio vivo del despojo de más de la mitad de nuestro territorio perpetrado mediante una guerra ilegal, a mediados del siglo XIX.
En este marco, sería por decirlo suave, poco prudentes asistir a una reunión con el presidente Trump. Pero esperar de nuestro gobierno una posición digna y de firme exigencia de respeto a nuestra independencia y soberanía es demasiado pedir. El actual gobierno, como sus antecesores, se subordina de manera absoluta al gobierno y a los intereses del capital estadounidense.
¿Renegociar el TLC? No es su intención, es un tratado bárbaramente lesivo a México y Trump quiere torcerlo aún más en favor de los Estados Unidos. ¿Defender a los migrantes? Pero si nunca lo han hecho, ni siquiera con administraciones estadounidenses menos racistas y menos feroces que la que recién inicia. ¿No pagar el muro? Ese ha sido el máximo balbuceo de Enrique Peña, pero eso ni siquiera debería estar a discusión. El muro no debe construirse.
Así que cerrar filas con Enrique Peña Nieto en el mejor de los casos se equivocan y en el peor, hacen trampa. Además cometen el enorme error político de pedir cerrar filas a ciegas, pues Enrique Peña Nieto no ha hecho pública su posición, ni ha solicitado respaldo ante una propuesta que debería conocer el pueblo de México(ya que en teoría presentar a Peña frente a Trump). Nunca como hoy el pueblo de México debería conocer la posición que su gobierno adoptará en esa reunión, que sería importante, si este gobierno no fuera simplemente a hincarse frente al gobierno de Estados Unidos.
A este marco absolutamente desfavorable, se debe sumar el que nadie puede negar el repudio casi unánime que ha alcanzado el desgobierno mexicano. No pueden desconocer la mentira, la falsedad y la traición permanente que Enrique Peña Nieto ha venido consumando en contra de nuestro pueblo. No pueden decir que este hombre nos representa cuando ha entregado el petróleo, la energía eléctrica y la riqueza natural que nos quedaba, al capital extranjero y particularmente, al estadounidense.
Lo que debemos hacer es obligar a Enrique Peña Nieto a renunciar. Andrés Manuel López Obrador plantea que su llegada a la presidencia, de darse, modificaría todo este escenario. Está equivocado, sólo el pueblo de México puede, mediante una rebelión violenta o no violenta, cambiar de raíz la situación de nuestra patria y el rumbo de la misma.
Peña Nieto no me ha representado nunca, no lo hará, menos aún, el próximo 31 de enero. Pero no es un tema personal, ese vendepatrias no representa al pueblo de México. Ese honor le quedó grande desde el 1 de diciembre de 2012.
«El pueblo de México tiene derecho a vivir y a ser feliz».
Gerardo Fernandez Noroña.
México D.F. a 25 de enero de 2017.