Agencias
Un tanto apenada por la circunstancia que le tocó vivir, una anciana originaria de Tlapacoyan se instaló en las inmediaciones de la capilla de El Carmen, ubicada en Las Ánimas, para pedir que alguien la socorra para comer.
Con vestimenta típica del rancho, con mandil azul y chaleco blanco, la señora solicitó el aval del sacerdote de la capilla de Las Ánimas, para pedir limosna y con ello llevar de comer a sus nietas de 10 y 14 años.
La señora, quien en todo momento evitó dar su nombre, muestra una cartulina con la leyenda “Socórreme para poder comer. Gracias”, cada vez que ve venir camionetas o autos ostentosos para solicitar su apoyo.
Explicó que en otro momento de su vida lavó y planchó ajeno, y así sobrevivía, además de que asegura ser conocida de la familia Chedraui, quien le apoya mensualmente para el pago de su renta, la luz y el agua de su humilde vivienda.
Resistente a la plática de la extraña que llegó a su lugar, parada junto de un árbol que además de darle sombra le permite resguardar su bolsa negra, la que sirve para transportar lo que los vecinos de Las Ánimas le regalan, explica que a ella la conocen muchas personas de esta unidad habitacional de alta plusvalía.
“Nada más tengo a mis dos nietas y yo las mantengo, están en la escuela y aquí toda la gente me conoce desde que vivía don Antonio Chedraui, sus hijas me ayudan con dinero, me llevo con Ana, con Irma, con Estela, con todas, hasta los muchachos”.
Explicó que su estancia en la calle de Las Palmas, que comunica a Las Ánimas con Lázaro Cárdenas, a la altura de la finca de los Fernández, es solo por horas, y no viene con frecuencia, “cada tres o cuatro días”.
A manera de bienvenida, explicó que llegó tarde este sábado, pues no tenía para el camión y poder trasladarse a la ciudad.
Esperanzada de que alguien le apoye al primer sonido del claxon de un auto, voltea para ver si le llaman e intenta acercarse a la unidad para recibir apoyo, pero el automovilista solo la saluda y sigue su trayecto.
En su breve relato mencionó que su hija murió hace seis años, y desde entonces mantiene a sus nietas.
Antes trabajaba lavando ajeno, pero la edad ya no le permite desarrollar esa labor, por lo que decidió pedir el apoyo ciudadano.
Mencionó que incluso el párroco la conoce, razón por la que aceptó permitir que se instalara en las inmediaciones de la iglesia para pedir apoyo de los capitalinos.
Al percatarse que ya habían pasado varias camionetas en la zona, decidió dar por terminada la plática y caminó metros adelante desde donde de nuevo mostró su cartulina pidiendo ayuda a los automovilistas.