Vivero de Cherán, pulmón de la economía comunitaria

Francisco Torres
La Jornada

Cherán, 16 de agosto.- Entre las faldas de un bosque y tierras de siembra se ha consolidado ya el vivero más grande que hay en Michoacán, tiene capacidad para producir 1.6 millones de plantas al año y es administrado por manos indígenas, jóvenes y mujeres comprometidos con la tierra y con su entorno.

A un kilómetro, mientras los académicos y analistas tratan de deshilvanar la cosmovisión de una comunidad y su naturaleza, en las orillas de la población surge la simbiosis de lo espiritual con lo natural que se materializa en virtud del trabajo de manos mestizas.

Las manos resecas y arrugadas de una mujer indígena empuñan la tierra que se coloca en una bolsa negra, con suma delicadeza coloca un árbol de apenas tres meses de nacido, lo deja listo para que vuelva a otra parte del vivero donde pacientemente aguardará a que transcurra un año más, tiempo en el que se convertirá en un ejemplar robusto, capaz de resistir incendios moderados o inclemencias del tiempo.

Esas mismas manos apilan diariamente uno a uno cientos de pinos verdes que manipulan sus dedos. Cada planta deja en las palmas de la mujer un ligero filamento de resina, y entre las uñas de sus manos se incrusta la tierra de la composta con la que rellena las bolsas especiales que almacenarán cada pino destinado a aguardar el nuevo ciclo de reforestación. Así, la mujer experta en tejer costura ahora prepara lo que será parte esencial de un nuevo bosque.

En este vivero se hace desde la colecta de semilla, la producción de la composta y se procura el cuidado necesario para generar nuevas plántulas. Un grupo de mujeres se encarga de sacar las plantas de cajas de plástico con menos de un año de nacidas, mientras una cuadrilla de jóvenes acarrea los árboles hasta una camioneta para llevarlos a los montes, donde otras brigadas de comuneros se encargan de reforestar cada una de las parcelas afectadas por la tala inmoderada y por los incendios forestales intencionales.

Este vivero genera en promedio 200 jornales diarios, y los salarios oscilan entre los 2 mil 800 y los 3 mil pesos mensuales. Aunque es un salario bajo, la gente que ayuda a renovar el bosque lo hace con entusiasmo, tal vez porque no hay muchas alternativas de empleo para la población en general, o tal vez porque los nuevos pinos tardarán muchos años en crecer y deben asimilar los ciclos de la naturaleza.

La única certeza es que la comunidad se ha puesto de pie. Una vez que se sacudió el yugo del crimen organizado y la indiferencia del Estado, ha comenzado una nueva etapa histórica, reivindicándose con la naturaleza para comenzar, juntos otra vez desde abajo.

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