Sanjuana Martínez
Sinembargo
Durante cinco años, Raúl Plascencia Villanueva nos ha demostrado que en su trabajo obedece a un solo amo: el «gobierno» en turno.
Su falta de independencia ha generado una ausencia de agenda de derechos humanos institucional. Primero fue Panista y ahora es Priísta o al menos, intenta parecerlo para lograr la ratificación en el puesto donde pretende eternizarse.
No es para menos. El señor Plascencia Villanueva, es uno de los funcionarios mejor pagados de México. Su sueldo en realidad funciona como un cohecho, porque gracias a esos más de dos millones 740 mil 602 pesos que recibe anualmente, permanece en silencio ante brutales violaciones a los derechos humanos sistemáticas y endémicas.
Analicemos las razones de su silencio ominoso ante el deplorable estado de los derechos humanos, denunciado recientemente por un importante grupo de organizaciones de la sociedad civil que lo han señalado porque “privilegia más una agenda política”.
De acuerdo al Presupuesto de Egresos de la Federación de 2011, su sueldo base era de 316 mil 302 pesos y recibía una “compensación garantizada” de 1 millón 846 mil 366 pesos. Por concepto de “ayuda desarrollo personal y cultural”, prima vacacional y gratificación de fin de año recibe 930 mil 187 pesos brutos anuales. Además de una llamada “percepción extraordinaria anual” de 740 mil 460 pesos.
A las cantidades anteriores habrá que añadirle los respectivos aumentos, ya que en tres años, seguramente el señor Plascencia a diferencia del resto de los trabajadores mexicanos, recibió un jugoso incremento a sus modestas percepciones salariales.
Vista la razón por la cual es señor Plascencia no quiere dejar su puesto, pasemos a ver lo que ha hecho en favor de los derechos humanos en estos últimos cinco años.
Para empezar, el resultado de sus “esfuerzos” no es tangible, debido a una sola razón: México ha reprobado de manera constante todos los exámenes de organismos internacionales sobre desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y tortura, solo por hablar, de estos tres estamentos básicos del universo que se supone el señor Plascencia Villanueva debió haber mejorado durante su destacado trabajo como Ombudsman nacional.
De hecho, no solamente ha sido cuestionado por cientos de organizaciones civiles de nuestro país, sino por organizaciones internacionales como la OEA, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU o la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Y tienen razón. El señor Plascencia Villanueva ha cometido graves errores de omisión. Los ejemplos son tantos que es imposible analizarlos aquí todos, pero tomemos los más representativos.
Triste y absolutamente cómplice con el Estado fue su silencio ominoso en la matanza de migrantes en San Fernando, Tamaulipas ocurrida en agosto de 2010. Hoy en día, los familiares de las víctimas siguen esperando una respuesta por parte de la CNDH sobre el paradero de sus seres queridos. Su participación en esta y en las fosas de San Fernando donde encontraron más de 200 cadáveres fue ciertamente lamentable. Tamaulipas es un estado repleto de fosas clandestinas, y el Ombudsman nacional, nunca ha solicitado al gobernador Egidio Torre Cantú su responsabilidad en la búsqueda de miles y miles de desaparecidos ocurrida en este estado sometido al imperio del Cártel del Golfo y los Zetas.
No existe un tema candente en derechos humanos donde la actuación del Ombudsman no haya sido cuestionada. En la agenda de género, hay un desprecio absoluto por su parte ante la urgencia de atender temas tan importantes como la violencia obstétrica. GIRE (Grupo de Información en Reproducción Elegida) reportó que de 2009 a 2012, el señor Plascencia Villanueva emitió solo 4 recomendaciones frente a las 122 denuncias presentadas ante la CNDH.
El Ombudsman tampoco ha actuado como se debería frente a los excesos, abusos y delitos cometidos por las Fuerzas Armadas. En el caso del Ejército mexicano, institución con mayor número de quejas, no ha habido una posición clara a la hora de retirarle el fuero militar, una violación flagrante a los derechos humanos de los ciudadanos. Tampoco lo ha hecho ante los delitos denunciados contra la Marina Armada de México. Ambas fuerzas castrenses están seriamente cuestionadas en casos contundentes por desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y torturas.
Pero entre todas las omisiones y silencios destaca uno más deleznable que otros: los desaparecidos. El Ombudsman ha preferido mirar hacia otro lado y no contarlos, no buscarlos, ni identificarlos. Seguimos esperando que se pronuncie ante los desatinos del «gobierno» Peñista y sus funcionarios que se dedican a marcar a la baja el número de ausentes. Los familiares de desaparecidos esperan desde hace seis meses que el señor Plascencia Villanueva hable sobre ese velo de silencio que cubre a más de 300 mil personas en México, una verdadera tragedia humanitaria.
Pero el presidente de la CNDH cree ser astuto. Y simula. Es especialista en lanzar la pelotita y en no aceptar casos tan importantes argumentando que deben ser resueltos en el ámbito estatal, con lo cual, las víctimas tienen que acudir a otras instancias nacionales como la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) o bien a instancias internacionales como la CIDH, un organismo que recibe más casos de México que de ningún otro país, lo cual demuestra la ineficiencia de las instituciones locales para resolver los asuntos.
El estamento más lastimoso de silencio fue al final del sexenio de Felipe Calderón. Durante años, las cifras de tortura en México hablaban de un incremento espectacular de casos, entre un 500 y un mil por ciento. Pues bien, el señor Plascencia Villanueva esperó hasta el último día del sexenio para reconocer en un informe que efectivamente la tortura había aumentado durante el calderonato un 500 por ciento.
Pero el último silencio execrable del Ombudsman, es el más llamativo. Se trata de la represión de policías estatales a vecinos de San Bernardino Chalchihuapan en Puebla que costó la vida del niño José Luis Alberto Tehuatlie Tamayo. Espero 22 días para pronunciarse.
Lo que no nos dijo el señor Plascencia Villanueva es que el gobernador Rafael Moreno Valle le entregó el doctorado Honoris Causa de la Universidad Autónoma de Puebla, la Cédula Real del ayuntamiento de Puebla y la Clavis Palafoxiana de parte del Poder Ejecutivo. Tampoco nos comentó nada sobre otro vínculo de dependencia: Juan Pablo Piña Kurzcyn, quien fuera visitador de la CNDH, es actualmente el flamante jefe de la Oficina del gobernador de Puebla.
¿A quién protege Raúl Plascencia Villanueva? ¿Al «presidente» en turno o a los ciudadanos? ¿Al Ejército o a las víctimas de sus delitos? ¿A los «gobernadores» a los gobernados?…
Estas próximas semanas serán cruciales para determinar la continuidad o bien el fin del nefasto período de Raúl Plascencia Villanueva al frente de la CNDH. Y al parecer, los silencios vergonzosos del Ombudsman frente a los excesos del gobierno han surtido efecto. El senado pretende ratificarlo por la vía fast-track.
Ojalá no sea así. Ojalá los representantes del pueblo en la Cámara Alta escuchen a la sociedad civil y hagan bien su trabajo y garanticen abrir el proceso de selección con una evaluación pública que obligue a Plascencia Villanueva a competir con otros candidatos que si tienen una agenda independiente. Afortunadamente hay muchas personas que pueden hacer mejor trabajo en esta CNDH, la más cara del mundo.
De lo contrario, me temo que México seguirá reprobado en derechos humanos.