Agencias
(Imagen de archivo)
Veracruz, Ver.- El último suspiro del sol sobre la ciudad de Veracruz agiliza a los vecinos. El café huele a canela, los vasos ya están acomodados en la esquina establecida para abastecer de alimentos a los “guardias vigilantes” de Albatros. Los machetes afilan contra el piso. Los palos de madera se ajustan a la moto o se comparten al inspeccionar la “boca del lobo”, la peor área para transitar solo en el día o la noche.
Difícilmente se puede caminar sin un tercero entre los límites con las colonias Paraíso y La Pochota, los vecinos presionan a sus familiares para seguirles la pista o enviar una seña entre la oscuridad de la lluvia o la claridad de la mañana.
Las alarmas ni siquiera se consideran una protección, la mayoría de los habitantes prefirió abandonar sus empleos por proteger lo poco que consiguieron en años de trabajo.
Las horas transcurren, las lámparas se encienden y apagan entre señales modificadas diariamente, temen que los espíen los amantes de lo ajeno y comprendan su lenguaje de vigilancia. La lluvia azotó la madrugada del lunes. Las áreas son divididas entre hombres, mujeres y niños, éstos últimos acompañan a sus madres que negaron dejarlos solos en casa.
Un vecino observa movimiento entre la maleza; movilizan a la comitiva. Inspeccionan la calle. Todos coordinándose de no dejar áreas vacías, propensas a los “malandros”, jóvenes identificados con camisas y tennis de marca que no habitan el fraccionamiento. Falsa alarma. La lluvia movió la hierba.