«El Azul» no está muerto… tampoco «El Lazca», ni el «Señor de los Cielos», ni varios otros beneficiarios del «Saving Mexico»

Abel Barajas
Reforma

Cd. de México (11 septiembre 2014).- La muerte de Juan José Esparragoza Moreno «El Azul» parece ser una leyenda.

De acuerdo con agencias de inteligencia, la última pista que hubo del capo del Cártel de Sinaloa era un supuesto ingreso al Hospital Real San José de Zapopan, Jalisco, entre el sábado 7 y domingo 8 de junio.

Ese mismo fin de semana surgió la versión del fallecimiento de Esparragoza, uno de los pocos líderes del narcotráfico vigentes con su longevidad, con tres temporadas en prisión desde 1970, año en que empezó a traficar drogas.

Una de las versiones en ese momento fue que el capo había fallecido en el hospital San Javier, también en Zapopan, donde el domingo 8 hubo un movimiento inusual de camionetas de aspecto sospechoso.

Agencias de inteligencia de México y Estados Unidos no creen hasta hoy en la versión de su muerte, según fuentes consultadas por REFORMA.

Conforme las fuentes, después de una búsqueda en varios hospitales, sólo tienen una hipótesis: que habría visitado el nosocomio Real San José y que no falleció en el lugar.

Incluso el Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, declaró recientemente que no era un hecho confirmado el presunto deceso de Esparragoza.

Por escuchas de radio y telefónicas a integrantes del crimen organizado en Guadalajara, corporaciones involucradas en la búsqueda del capo fueron alertadas con el primer dato sobre la supuesta muerte del traficante, según las fuentes.

Las conversaciones interceptadas mencionaban que había muerto la noche del sábado 7 de junio; luego, algunos informantes señalaron un lugar: el Hospital Real San José de Zapopan.

Las investigaciones verificaron que ese fin de semana no murió en el hospital ninguna persona con el nombre, apellido, edad o fisonomía de Esparragoza. No hay un solo dato en los archivos internos que sugiera su fallecimiento, dijeron fuentes de inteligencia.

En los registros de los servicios funerarios de la ciudad tampoco se hallaron datos sobre un velatorio o incineración de una persona parecida a «El Azul». En las florerías a las que podían comprarle coronas y arreglos, tampoco había indicios, agregaron las fuentes.

Tampoco hay evidencias concluyentes en las 41 cámaras de vigilancia del hospital.

Las imágenes del circuito cerrado, a las que REFORMA tuvo acceso, no registran ninguna pista el sábado.

El único aspecto que ha llamado la atención de las agencias de inteligencia es una secuencia que tiene lugar hasta el domingo 8 de junio a las 20:06 horas, en que ingresa al área de urgencias un sujeto de edad madura con bigotes, pantalón oscuro, camisa gris de manga corta y una gorra deportiva del mismo color.

Este hombre llega detrás de una anciana en silla de ruedas, llevada por un empleado con gafete del hospital, quien a su vez es seguido por una señora de lentes y vestido blanco con detalles oscuros.

El hombre de bigotes camina a la distancia con un libro o agenda en la mano izquierda, hasta llegar al mostrador donde toma una silla giratoria que está al frente.

De pronto, una doctora se le acerca, intercambia unas palabras y luego se retira, mientras las demás empleadas continúan con sus labores. En algún momento, este hombre se coloca sus lentes.

A las corporaciones involucradas en la búsqueda de «El Azul», les ha resultado prácticamente imposible realizar un análisis concluyente sobre las imágenes de este hombre, debido a la baja calidad del video.

Este hombre parecido a Esparragoza, a primera vista aparenta ser menor a los 64 años de edad del capo sinaloense y tener un tono de piel menos oscuro, aunque su andar no es precisamente el de un joven y se pudo saber que las imágenes fueron aclaradas para resaltar los rasgos y analizarlos.

No se sabe si este sujeto es «El Azul», por ahora sólo es una hipótesis y por ello ninguna autoridad se atreve a darlo por muerto.

Pero en las prisiones de alta seguridad desde aquel sábado 7 de junio varios connotados narcotraficantes daban por hecho el deceso y pedían a sus personeros y abogados enviar condolencias a la familia Esparragoza.

Durante la semana siguiente se llevaron a cabo tres misas en iglesias de Culiacán, para recordar al difunto «Juan Moreno».

Lo que causó más confusión es que un joven de nombre José Juan Esparragoza Jiménez, detenido el pasado 20 de agosto por el Ejército en Culiacán, dijo ser hijo del narcotraficante y afirmó que su padre estaba muerto, aunque señaló una versión distinta del fallecimiento.

El joven aseguró que «El Azul» murió en el DF, después de sufrir un accidente, y que lo incineraron en esta ciudad, para luego trasladar sus cenizas a la capital de Sinaloa.

Después de esta detención, el Procurador Jesús Murillo Karam dijo que la PGR no tiene pruebas que confirmen la muerte Esparragoza.

Lo que hizo dudar a las autoridades sobre su acomedida versión es que el supuesto hijo de «El Azul» se reservó su derecho a declarar ante la SEIDO y únicamente se limitó a hablar de la muerte del capo.

El otro detalle es que ninguna corporación ni organismo de inteligencia tenía registrado en la genealogía de Esparragoza Moreno a un hijo con el nombre del detenido.

Los registros sobre «El Azul» indican que con Epigmenia Burgos tuvo dos hijos de nombres Rosario Karina y Rosalío (finado); de su relación con Ofelia Monzón nacieron Juan José y Silvia Alejandra, y con Guadalupe Gastélum procreó a Juan Ignacio, Nadia Patricia, Brenda Guadalupe y Cristian Iván.

Ninguna de las mujeres que se le conocían se apellida Jiménez y ninguna autoridad mexicana o estadounidense cuenta con una muestra genética para corroborar si el joven detenido el mes pasado efectivamente es su hijo.

Y eso parece ser una anomalía para los exhaustivos expedientes con que cuentan las agencias policiacas sobre «El Azul».

Consta en documentos federales, por ejemplo, que sus padres Ignacio Esparragoza Salazar y Rosario Moreno Vaca, murieron el mismo año y de la misma enfermedad: en 1981 y de cáncer.

El capo, además, es fumador desde los 15 años de edad y los estudios que le practicaron en prisión siempre arrojaron que tenía «rasgos de personalidad hipocondriaca». Pero no sólo temía a las enfermedades.

El 11 de marzo de 1986, cuando fue encarcelado por tercera y última vez, las autoridades penitenciarias del DF le practicaron un estudio de personalidad en donde confesó: «La mayoría de mis amigos no saben que tengo miedo de morir».

Antes de ser trasladado al Penal Federal del Altiplano, el Departamento de Psicología de la Penitenciaría del DF -a la que había ingresado el 9 de julio de 1990-, le pidió responder un test de 60 frases incompletas.

Esparragoza Moreno entonces tenía 41 años y algunas de las oraciones que remató hoy podrían ser su destino y su epitafio.

«Cuando sea más viejo… me cuidaré más».

«Haría cualquier cosa por olvidar… la vez que sufrí un accidente».

«Siempre quise ser… un hombre de bien».

Fuente

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