¿A QUÉ SABEN EL DOLOR Y EL MIEDO? Al bistec, los huevos o el vaso de leche con hormonas que te estás tragando

La sobreproducción para cubrir la demanda de consumo de carne en el mundo, ha provocado que el maltrato, el hacinamiento y la enfermedad reinen en las granjas productoras. La ciencia ha demostrado que los animales de sangre caliente pueden sentir miedo y dolor: emociones previas al sacrificio en donde el estrés, sí afecta la calidad de la carne. ¿Qué es entonces lo que te estás llevando a la boca cuando los animales destinados como alimento humano viven en estas condiciones?

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Daniela Medina
Sinembargo

Ciudad de México, 28 de septiembre (SinEmbargo).- Las organizaciones civiles lo han repetido hasta el cansancio, los activistas se han desnudado, empaquetado y ensangrentado para demostrarlo y hasta el mundo de la música han dejado clara su postura: la carne que te comes proviene de un asesinato. Sin embargo, tan solo en México se sacrifican alrededor de 4 millones 659 mil 749 animales de ganado al año para su consumo humano, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi).

A través de videos y fotografías, las asociaciones han mostrado al público consumidor por lo que atraviesan los animales antes de convertirse en alimento para el ser humano. Lo hacen testigo del miedo y del estrés al que son sometidos antes y durante su muerte; con estos materiales además informan que durante su crianza son hacinados en ambientes poco saludables que los enferman constantemente (un 70 por ciento de los cerdos sufren de neumonía al momento en que son llevados al matadero, según PETA), por lo que, para mantenerlos vivos, son medicados con una variedad de fármacos, y en la cabeza del ser humano queda la pregunta: ¿y esto a mí cómo me afecta?

Un aspecto poco conocido de la crianza de animales que culmina en el consumo humano es la constante medicación, la cual puede afectar la inmunidad de las personas más de lo que se cree. Gerardo Ortiz, licenciado en Nutrición y Coordinador de la campaña de vegetarianismo de la asociación AnimaNaturalis habla con SinEmbargo al respecto: ”En esa cadena de administrarle antibiótico al animal, éste lo asimila en su organismo, sin embargo, se queda a veces en los tejidos musculares o en la leche y al final, eso es lo que el ser humano está consumiendo. A la larga puede desarrollarse una resistencia a esos mismos antibióticos. Más del 50 por ciento de los fármacos a nivel mundial son administrados a los animales, medicamentos que igualmente tienen efectos en los seres humanos, entonces al desarrollarse una resistencia se batalla para poder erradicar enfermedades o aliviarlas”.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó en 2001 un documento en el que desarrolla su estrategia en contra de lo que llama “la resistencia a los antimicrobianos”, en el que aclara que este problema se debe en parte a que en las granjas no se cuenta con un adecuado servicio de diagnóstico con pruebas científicas que demuestren la presencia de una enfermedad, además de que “cuando se crían animales, incluso aves, en rebaño o manadas en granjas o fincas, la identificación de unos pocos casos de enfermedad lleva a que se dé tratamiento a todos los alimentos para evitar la propagación de la infección y las pérdidas consiguientes”.

Al quedar residuos de estos fármacos en la carne, el ser humano corre mayor riesgo de contagiarse con agentes patógenos al tener contacto directo con los animales o a través del consumo de agua o alimentos contaminados. Asimismo, alerta de la transferencia de genes resistentes de la flora bacteriana animal a la humana.

Pese a que sí existen reglamentos y normas oficiales (como las NOM-194-SSA1-2004 y la NOM-040-ZOO-1995) para el trato y procedimientos con los con los que deben ser manejados los animales en los rastros, es complicado regular la cantidad de fármacos que se les administran, pues “es algo de la rutina en las granjas industriales, a los mismos productores no les conviene tener animales enfermos, como están en hacinamiento, si se les enferma uno, se les van a enfermar miles. Por eso tienen que estar constantemente administrando fármacos para evitar estas enfermedades entre los animales y que vayan a tener pérdidas económicas”, dice Ortiz.

Por su parte, la médico veterinario zootecnista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Brenda L. Zárate Gallegos, dice que ”si el animal presenta un cuadro clínico que requiera el uso de antibióticos o antimicrobianos, se les maneja un tiempo de retiro, el cual viene especificado en las indicaciones de cada fármaco”.

La experta menciona también la hormona que más eco tiene en la salud humana: el clembuterol. “Se deposita en el hígado y puede llegar a causar una intoxicación al ser humano, pero tendrías que comer mucho hígado o de forma frecuente. Aparte de ésta, no hay hormona tal que se le pueda administrar a los animales y reditúe. Son caras y en la mayoría de las especies productoras se consigue un buen peso gracias a selección genética”.

En el caso de la carne de pollo, se ha registrado que más del 99 por ciento de los cadáveres para asar y listos para vender tenían niveles detectables de E. coli (bacteria presente en los intestinos de los animales), según un informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, la cual causa en los humanos infecciones que incluyen síntomas como diarrea, vómitos y fiebre.

Además de que, de acuerdo con PETA, a este tipo de carne se le adhieren niveles peligrosos de arsénico, que puede causar cáncer, demencia, problemas neurológicos, en las personas.

CONSUMIDORES DEL MIEDO

La idea de que los animales son incapaces de tener emociones ha sido debatida y contradicha por diversos estudios y expertos a lo largo del tiempo, como en 2005 cuando un grupo de investigadores de la Universidad de Cambridge demostró que un grupo de vacas fue capaz de adquirir el conocimiento de abrir su corral y salir por su comida, con lo que observaron que una vez aprendido, su ritmo cardiaco aumentaba.

Asimismo, un estudio desarrollado en la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la UNAM concluyó que “los animales vertebrados tienen todas las estructuras cerebrales y la fisiología para poder desarrollar emociones, incluso tienen todas las estructuras y la fisiología para demostrarlas, aunque no de una manera verbal, si de una manera conductual que es claramente apreciable la de observar a un animal. Incluso los estudios que se desarrollan actualmente sobre la neurofisiología de las emociones en humanos se realizan en modelos animales. Por lo tanto podemos afirmar que los animales son capaces de sentir emociones”.

Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) especificó en su documento Directrices para el Manejo, Transporte y Sacrificio Humanitario del Ganado, publicado en 2001 que “la investigación científica ha demostrado que los animales de sangre caliente (incluyendo el ganado), sienten dolor y miedo. En particular los mamíferos, incluyendo los destinados a la producción de alimentos, tienen una estructura cerebral que les permite sentir el temor y el dolor, y es muy probable que sufran dolor de la misma manera que los humanos. El temor y el dolor son causas muy importantes de estrés en el ganado, y éste afecta a la calidad de la carne. El dolor generalmente es la consecuencia de una lesión o del maltrato, que a su vez influye en la calidad de la carne de los animales afectados”.

Distintas organizaciones pro derechos de los animales se han encargado de que este sufrimiento sea documentado y exhibido en material explícito que muestra a cerdos siendo golpeados contra el suelo en medio de un charco de sangre hasta retorcerse; o los pollos a quienes les cortan el pico para evitar que se piquen o desplumen entre ellos, mientras que los pavos son desnucados con las propias manos de los trabajadores de los mataderos, o en ocasiones a patadas.

Quizá ésta sea la mayor preocupación de los seres humanos que luego consumirán una carne que pasó por este doloroso proceso, ¿cómo me afectarán todas estas hormonas liberadas antes y durante su muerte?

Ante ello, el experto menciona que no hay evidencia científica para asegurar que los humanos carnívoros tendrán un efecto negativo en su salud resultado del sufrimiento animal, eso sí, quizá se topen con que su corte de carne no está tan suave como se esperaba.

“Afectaría más que nada en el aspecto del tejido muscular, al momento que un animal está estresado, la adrenalina hace que el mismo músculo se endurezca y que al momento de comerlo se le considere un tejido de baja calidad, en realidad no hay mucha investigación todavía al respecto de si estas hormonas que se generan durante una situación de estrés o miedo pudieran llegar a afectar al ser humano”, dice Ortiz.

Por su parte, la veterinaria lo refrenda: “En cuanto a las hormonas no hay un daño que se les pueda achacar, si acaso la calidad de la carne se pierde, pero esto debido a que hay una utilización de glucógeno (azúcares) y una acidificación, restándole a la carne propiedades tales como sabor, color, suavidad, etc”.

Y pese a los estrictos controles de calidad que las compañías y los gobiernos tienen, se han dado casos de retiro de carne de animales enfermos o en mal estado y dado que el muestreo es aleatorio, es decir, de una producción de mil piezas revisan una y está en orden, se asume que todas los están, es común escuchar comentarios sobre carne dura o con mal sabor.

La FAO recomienda para ello dejar que el animal descanse 24 horas antes de su sacrificio, de lo contrario, si está lesionado o estresado producto del aturdimiento por las técnicas de inmovilización y encierro, consumirá el glucógeno de los músculos, el cual al momento de su muerte se convierte en ácido láctico, sustancia que retarda el desarrollo de bacterias, necesaria para producir carne tierna y de buena calidad. Pero si el animal está estresado antes y durante el sacrificio, se consume todo el glucógeno y se reduce el nivel de ácido láctico.

Pero el problema puede venir en otro aspecto, uno en el que se está tratando más que nunca en hacer conciencia. ”Tal vez si nos vamos a un estado más espiritual, por así decirlo, pues técnicamente estamos consumiendo miedo, dolor, angustia, y hay gente que en este plano sí les puede afectar, sin embargo no hemos encontrado evidencia científica como para decir ‘esto afecta al ser humano por esta razón’”, dice el nutriólogo.

SIN CONSECUENCIAS

Aunque el estilo de vida vegetariano y vegano continúa debatiéndose entre sus ventajas y desventajas, y en el entendido que mucha gente no está dispuesta a cambiar de hábitos pese a conocer por lo que pasa lo que luego ellos llaman bistec, tocino o alitas, y los fármacos que los acompañan, los expertos recomiendan por un lado reducir su consumo, adquirir productos orgánicos y poner más atención en el higiene y los hábitos alimenticios.

El miembro de Animanaturalis dice: “Si no se tiene la disposición de eliminar el consumo total, sí es importante reducirlo […] es algo bastante tangible, no para nosotros, pero si lo multiplicamos por miles o millones de personas que reduzcan su consumo, esto va a devenir en menos demanda, menos demanda a menos producción de carne, menos producción de carne quiere decir que va a haber más espacio para los animales que están concentrados en las granjas, no van a ser susceptibles a tantas enfermedades, por lo mismo que ya no estarían en una situación tan crítica de hacinamiento, entonces los procesos para criar a los animales también mejorarían en cuanto a la calidad de vida del animal”.

Y recomienda el consumo de carne orgánica, es decir, aquella a la que no se le suministraron antibióticos ni el animal fue alimentado con pasto que contenía fertilizantes, ” esa podría ser alternativa desde el punto de vista estrictamente de los antibióticos, ya que la misma carne ya sea de origen orgánico u no orgánico contiene colesterol, grasas saturadas y es también gran parte del problema que aqueja a la población: las enfermedades cardiovasculares producidas por el alto consumo de alimentos de origen animal”, finaliza el coordinador de la campaña de vegetarianismo de la asociación.

Los consejos de Zárate Gallegos se inclinan más a la higiene, como limpiar un cuchillo con el que se cortó carne cruda antes de volver a usarlo, así como lavar, hervir, cocer y asar bien los alimentos, pues con eso eliminar bacterias que llegan a ser sumamente dañinas.

Además sugiere consumir productos de un rastro TIF (Tipo Inspección Federal) “ya que están regulados uniformemente y cumplen con los criterios necesarios”.

Y concluye: “Comer balanceado, un cuerpo bien nutrido es un cuerpo capaz de enfrentar cualquier microorganismo”.

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