Alberto Armendáriz
Reforma
Río de Janeiro, Brasil (27 octubre 2014).- La Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, fue ratificada en el puesto para otro mandato de cuatro años pese a la corrupción y el estancamiento económico que han manchado su Administración.
Su triunfo, sin embargo, lejos de ser holgado, deja ver a un país partido en dos.
En las elecciones más dramáticas y reñidas desde el regreso de la democracia en Brasil, Rousseff obtuvo ayer una victoria ajustada con el 51.64 por ciento de los votos frente al 48.36 por ciento del senador socialdemócrata Aécio Neves.
La Mandataria, quien hizo un llamado a la paz y la unidad, anunció que realizará una reforma política para promover los cambios que el gigante sudamericano necesita para seguir avanzando.
Asimismo, aseguró que tomará medidas urgentes para recuperar el crecimiento económico (hoy virtualmente estancado), y emprenderá mejoras en la legislación para combatir con mayor rigor la corrupción.
Justo este último tema monopolizó la campaña electoral, sobre todo por el escándalo de cobro de sobornos en la estatal Petrobras.
Los cuatro años que siguen se presentan difíciles para la Mandataria, con casi la mitad del país que expresó en las urnas su insatisfacción con el status quo, y una oposición política muy fortalecida.
La candidata del Partido de los Trabajadores (PT) resultó victoriosa con un altísimo porcentaje en el norte y noreste del país, pues rozó el 70 por ciento en la mayoría de los estados de esas áreas, y en algunos, como Maranhão y Piauí, superó el 78 por ciento.
Se trata de los sectores menos avanzados de Brasil, donde se concentran los beneficiarios de los programas sociales que en los últimos 12 años de Gobierno petista lograron sacar a casi 40 millones de personas de la pobreza y crear una emergente clase media.
«Se trata de una masa electoral que votó con el corazón, leal a la atención que le ha dado el PT todos estos años, y con el bolsillo, cuidando de que nada ponga en riesgo los beneficios que recibe», apuntó a REFORMA Alexandre Gouveia, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Brasilia.
«Es gente a la que no le importan las cuestiones macroeconómicas ni los escándalos de corrupción; su vida cambió a un mejor nivel en la última década, y pese a que hoy las cosas no están bien, no quiere arriesgarse a volver atrás».
La feroz campaña del PT siempre resaltó ese riesgo ante un eventual triunfo del socialdemócrata Aécio Neves, y los 85 millones de brasileños que reciben algún tipo de ayuda social prestaron atención al mensaje.
En contraste, en el sur y sureste del país, las regiones más desarrolladas de Brasil, se impuso el candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Incluso en el Estado de São Paulo, que sufre problemas de abastecimiento de agua por la sequía, Neves ganó con el 64.3 por ciento de los votos frente al 35.7 por ciento de Rousseff.
La gran excepción, que representa el mayor error de la campaña de Neves, fue lo que sucedió en Minas Gerais, Estado del que él fue Gobernador dos veces, desde 2003 hasta 2010, y del que salió con un 92 por ciento de popularidad.
Desde el comienzo de la contienda, Neves daba por seguro su triunfo en su tierra natal e hizo muy poco para volver a ganarse la confianza de los mineros, pese a que ya en la primera vuelta electoral Rousseff había salido victoriosa en el Estado, segundo mayor distrito electoral del país. Ayer, la Mandataria cosechó allí el 52.4 por ciento de los votos frente al 47.6 por ciento del ex Gobernador, y se confirmó así el dicho que apunta que quien gana Minas Gerais gana en Brasil.
Más allá de los aciertos y errores de la campaña, el panorama que se abre para el segundo mandato de Rousseff no es fácil. Fue la peor votación del PT en los 12 años desde que asumió por primera vez el poder, y el resultado dista mucho de ser un cheque en blanco para un «vamos por todo».
«La Presidenta volverá a asumir en una posición muy debilitada, sin el liderazgo renovado que le hubiera otorgado un contundente triunfo. La mitad del país no está de acuerdo con el rumbo del Gobierno, principalmente por la falta de crecimiento económico, el aumento de la inflación, y los constantes casos de corrupción que salen a la luz», apuntó el profesor Gouveia.
Ahora, el desafío principal será cicatrizar las heridas generadas en la sociedad por una campaña tan agresiva que dejó al país polarizado. Deberá, cuanto antes, hacer cambios para revertir la situación económica y tender puentes hacia la Oposición para diseñar una agenda integradora hacia el futuro. El escenario electoral, con un resultado tan apretado, exige que se abra un espacio de compromisos, pero la Oposición tal vez no esté tan dispuesta a colaborar.
«La Oposición, que sale de estos comicios muy fortalecida, con una presencia mayor tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados, no va a facilitar el camino; se pondrá a pensar ya en cómo llegar al poder en 2018. Y el Gobierno también tendrá que enfrentar la presión de la prensa, que ha sido esencial en revelar los escándalos de corrupción como el de Petrobras», destacó Gouveia.