Sanjuana Martínez
Sinembargo
“Esta en los huesos”, me dijo un amigo que recibió recientemente un premio de parte de Peña. “Me dio la mano y me abrazo y en ese momento sentí que era como un esqueleto. Peña Nieto esta en los huesos, ojeroso, demacrado, enfermo”.
Su deterioro físico es notable. Su dificultad para hilar los discursos lo deja en vergüenza en importantes eventos. Sus constantes errores a la hora de hablar, denota que está medicado, que las dosis que recibe de medicinas no le permiten tener la suficiente lucidez para ejercer sus funciones cotidianas.
La estrategia de su «gobierno» es reducir la presencia de Peña Nieto en actos oficiales, evitar que hable demasiado, bajarle el ritmo a las giras, disminuir el número de eventos.
Pero esa no es la solución. Los mexicanos necesitamos saber si Peña Nieto padece algún tipo de cáncer. Fue Rafael Loret de Mola quien dijo que el cáncer que padecía era de próstata.
En el Hospital Central Militar la presencia del Estado Mayor Presidencial es constante, según testigos, que aseguran que Peña Nieto lo están atendiendo allí y que el tratamiento exige varias visitas por semana.
La enfermedad “secreta” de Peña Nieto cada día va dejando de ser “secreta” porque no puede tapar el sol con un dedo y al igual que sucede con los embarazos, cada día, es más visible el avance de cualquier padecimiento.
El poder [ROBADO] desgasta, pero si además le añadimos una enfermedad, el deterioro es mayor y si su enfermedad es cáncer, como dicen, las quimioterapias son absolutamente fuertes y en algunos casos, devastadoras, porque agotan y disminuyen considerablemente las fuerzas del enfermo.
Recordemos que el 31 de julio del año pasado, se sometió a una cirugía para retirarle supuestamente un nódulo tiroideo. Eso fue lo que nos contaron. En esa ocasión, estuvo retirado de su actividad durante cuatro días. Los médicos que le atendieron fueron el general de brigada el cirujano Fernando Federico Arcaute, y el general brigadier cirujano, jefe del equipo quirúrgico, Juan Felipe Sánchez Merle, el especialista en otorrinolaringología, cabeza y cuello, el doctor Ruben Drijansky, quien es el médico de cabecera de Peña Nieto.
Desde que llegan a Los Pinos la estrategia médica para sostener el desgaste es medicarlos. Les dan pastillas para retener líquidos a fin de aguantar los largos eventos, pastillas para dormir, pastillas para no dormir, antidepresivos y una larga lista de sustancias químicas para mantenerlos supuestamente al 100 por ciento.
Lo cierto es que Peña Nieto enfermo o sano, tiene sumido a México en una profunda crisis después de una interminable batería de «reformas» nefastas, aprobadas con el tradicional carro completo del PRI, todas son malas para los ciudadanos.
Ciertamente es un hombre que no brilla por su inteligencia, ni su bagaje cultural, sobretodo, si como él mismo reconoce, solo ha leído La Biblia, y a medias.
¿Qué podemos esperar de un hombre limitado en su intelecto y ahora limitado físicamente por sus posibles enfermedades?
En un país como México, donde los silencios de una buena parte de la prensa, son más importantes a veces que el ruido que hacen, es posible leer en ese tupido velo que han colocado para cubrir la salud del inquilino de Los Pinos, que efectivamente la mayoría de los periodistas aplaudidores del régimen no pueden tocar, ni siquiera por encima, el tema de la supuesta enfermedad de Peña Nieto.
Lo que es evidente, es que esta prensa arrodillada ante el poder, ya no puede ocultar los que se ve claramente: su preocupante y evidente deterioro físico.
Por lo pronto, Manlio Fabio Beltrones, o cualquier otra figura insigne del priísmo más dinosaúrico, se frotan las manos pensando en un relevo a mitad de sexenio. Con Peña Nieto o con otro, el que pierde siempre es México y los ciudadanos.
[Y JUSTAMENTE POR ESA RAZÓN, ES QUE CORRESPONDE AL PUEBLO SACAR AL USURPADOR. ¡Y PRONTO!]