Gerardo Fernández Noroña
La crisis política que vive el país es la más severa de la historia reciente. Ésta seguirá agudizándose en los meses por venir. No vamos más lejos, sumado a una devaluación de más de 12% de nuestra moneda frente al dólar, de una dramática caída en el precio del petróleo, empezamos el año con un aumento de casi 2% al precio de las gasolinas.
Los 43 normalistas desaparecidos siguen sin aparecer y el gobierno no podrá responder a la exigencia de presentarlos vivos. Encima, el baño de sangre del país seguirá en aumento, junto con la impunidad y la barbarie con que viene aparejado.
Podría continuar con una larga lista de agravios al pueblo de México pero con estos ejemplos es suficiente para generar un enorme estallido social. De hecho, la rebelión ya está en marcha.
Si las diversas formas de manifestación de la inconformidad por esta situación no logran la renuncia de Enrique Peña Nieto antes de las elecciones federales de junio del 2015, éstas se realizarán en un marco de rechazo y de muy fuerte abstencionismo. Hay quienes frente a esta situación, promueven el abstencionismo como una forma de evidenciar la falta de legitimidad del actual gobierno y de la representación popular que surja de los citados comicios, a ellos llamo yo los anulados. Pregunto a éstos: ¿Pero es que tiene alguna legitimidad el desgobierno de Peña? ¿Acaso tiene alguna legitimidad la actual Cámara de Diputados surgida de los comicios del 2012? La respuesta a ambas preguntas es que carecen de legitimidad real. Eso no sólo no les importa, sino que se siguen arrogando el derecho de representar al pueblo de México a pesar de traicionarlo cotidiana y sistemáticamente.
Pongamos que hubiera un 90% abstencionismo en los comicios federales del 2015. Los anulados o promotores del abstencionismo estarían de fiesta. Habrían logrado su objetivo, hasta con el 80 % se dan por bien servidos. Sostienen que con ese abstencionismo la falta de legitimidad del gobierno sería evidente. Yo les pregunto: ¿El gobierno de Peña se caería? La respuesta es un no rotundo.
Pregunto ahora a los anulados: ¿Cuál es el siguiente paso, si a pesar de lograr el abstencionismo necesario según ellos para quitar legitimidad a la Cámara de Diputados, ésta sigue funcionando sin mayor dificultad? Porque no deben convocarnos a no votar sin hacerse cargo del siguiente paso si no se logra el objetivo y no se obtiene el resultado que ellos plantean alcanzar. El objetivo, evidentemente, no debe ser restar legitimidad al sistema político, pues con o sin elección carece de ella. El objetivo debe ser lograr la renuncia de Enrique Peña Nieto y desmantelar el sistema político caduco y corrupto que impera en el país
La posición de quienes llaman al abstencionismo es terriblemente irresponsable. Lo único que harán al retirar de las urnas a quienes están inconformes con el PRI es justo lograr que este partido tenga mayoría en la Cámara de Diputados. No quieren ver que al sistema no le importa ser legítimo, si acaso le interesa parecerlo.¿Pruebas? Van algunos ejemplos: No le importó a Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa carecer de toda legitimidad para ejercer la presidencia de la República. Como no le importa a Enrique Peña Nieto carecer de toda legitimidad y respaldo para seguir al frente del cargo político más importante de nuestra nación. Como no les importa a la mayoría de los integrantes del Congreso ser repudiados, votar por consigna, estar traicionando al pueblo, vivir del pueblo y apuñalarlo constantemente, y carecer igualmente de toda legitimidad. Quienes ostentan cargos públicos en la actualidad, carecen no sólo de legitimidad sino de autoridad y viven un profundo y enérgico rechazo de la mayoría de la sociedad, salvo honrosas excepciones y ello no les quita el sueño. Siguen ejerciendo y cobrando, muy bien por cierto y como es evidente en cada una de sus apariciones públicas eso llamado legitimidad les tiene sin cuidado, son unos cínicos y unos desvergonzados.
Ingenuos e irresponsables son quienes consideran que sólo con no votar lograrán derrocar al sistema. Reitero mi convicción de que el proceso electoral federal del 2015 no es camino para la transformación del país. A pesar de esa certeza, seré candidato a diputado federal intentando regresar al Congreso. Las razones que sustentan esta decisión merecen una reflexión aparte, pero adelanto que considero un error renunciar a un espacio de lucha y defensa de los intereses populares como lo es la Cámara, a pesar de su evidente deterioro. La tribuna de la Cámara de Diputados es un espacio privilegiado para combatir, exhibir y reclamar acciones del gobierno en turno. Asumiendo la representación popular con entereza, se pueden defender con cierta eficacia los intereses del pueblo y de la Nación.
Sin embargo insisto y seguiré insistiendo en que si la rebelión decide impedir que se realicen los comicios, yo estaré apoyando sin ninguna reserva una iniciativa de esta envergadura y es obvio que para hacerlo, tendría que renunciar a toda aspiración de regresar al Congreso. Renunciaría sin dudarlo a mi candidatura, pues impedir la elección del relevo de la actual Cámara de Diputados sí que sumiría al desgobierno de Peña Nieto y al sistema político mexicano en una crisis de la cual no podrían recuperarse. La renuncia de Peña Nieto sería una conclusión lógica a un golpe de esta dimensión.
Claro que para lograr una medida de tal magnitud se requiere que la gente la haga suya y que asuma los riesgos que realizarla implican. No votar es un berrinche, un desahogo, al igual que todas sus derivaciones tales como romper la boleta, anularla, votar por el pato Donald y todas las ocurrencias y variantes de los anulados. Estas medidas no implican ni mayor esfuerzo, ni mayor riesgo. Tampoco generan mayor impacto.
No permitir la realización de los comicios es correr un riesgo fuerte y lograr el objetivo tiene un alto grado de dificultad, que sin embargo, de alcanzarse, tendría como resultado un impacto político demoledor.
Así que déjense de berrinches y de desahogos y como dice Federico Arreola: sean serios. Si tenemos que optar debemos escoger una medida real de cambio social profundo para el país.
«El pueblo tiene derecho a vivir y a ser feliz».
Gerardo Fernández Noroña. México, DF a 1 de enero de 2015.