Antonio Medina Trejo (@antoniomedina41)
Periodista Independiente
Los panistas dan pena ajena. Están sacando el cobre con su homofobia interna e institucional, mientras los valores morales que su partido dice enarbolar se desvanecen frente a los escándalos de corrupción, abuso sexual y fanatismo ideológico de sus miembros, entre los que se encuentran jóvenes neonazis financiados por el partido; abusadores sexuales premiados para ir a Brasil por contratos sospechosos en la única delegación panista de la ciudad de México, y un tristemente célebre senador que cabildea en el recinto de Insurgentes y Reforma en contra de derechos ganados por minorías sociales.
Antes de estos escándalos, no se puede olvidar aquel que protagonizó Juan Pablo Castro Gamble en el Parlamento Juvenil del 2012 frente a jóvenes en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), cuando arremetió contra diputados y diputadas por legislar en favor de las uniones entre personas del mismo sexo y los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
Desde luego ese fue un ejercicio ciudadano en el que los y las jóvenes simularon ser asambleístas por un día, pero lo que protagonizaron en Brasil Sergio Eguren (quien alguna vez dijo que si pasaba la ley de matrimonio entre personas del mismos sexo, “el DF se convertiría en la Jaula de las locas”) y Rafael Medina, ex diputados locales y funcionarios de la delegación panista, rebasa toda proporción, pues abusar de una mujer, golpear al marido y además querer charolear con una supuesta inmunidad diplomática –de la cual carecen-, no tiene nombre.
Y por si fuera poco, ahora se sabe, de acuerdo a una nota del periodista Manuel López, de La Razón (4-07-2014), que estos correligionarios del PAN fueron premiados para ir al mundial de Brasil como pago por un contrato millonario que se firmó entre la delegación Benito Juárez y la empresa Oracle, encargada de la venta de un software que servirá para el Centro de Soluciones que pondrá en funcionamiento el delegado Jorge Romero en fechas próximas.
Pero los escándalos no terminan ahí, pues en estos días también se destapó la cloaca conservadora de un grupo de jóvenes neonazis de Guadalajara, agrupados en el “Movimiento Nacionalista del Trabajo” e “Imperio Nacionalista”, que, de acuerdo a mensajes que intercambiaban en las redes sociales para difundir sus ideas, enaltecían a genocidas del pasado como Francisco Franco y Adolfo Hitler, al tiempo que manifestaron una xenofobia exacerbada contra chinos y judíos, y, un odio expreso contra homosexuales.
Herencia homofóbica del PAN
Esta postura de los panistas no es nueva, pues sólo hay que recordar las declaraciones del ex gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, quien dijo que le daba “asquito” el matrimonio entre personas del mismo sexo, ya que él, justificó ( haciéndose el gracioso) que estaba hecho “a la antigüita”; por lo que rechazó tajantemente la posibilidad de que en su gobierno se apoyaran iniciativas encaminadas a avanzar en los derechos de la comunidad lésbico, gay, bisexual y de personas trans (LGBT).
Esa postura del ex gobernador responde a la lógica yunquista, que durante su estancia en el poder ejecutivo del estado (2007-2013), se protegió a ultranza a miembros del Yunque, lo que permitió además, la formación de grupos beligerantes en las juventudes panistas, que a su vez han tenido el cobijo de la jerarquía católica jalisciense, que se benefició con cuantiosos recursos públicos durante ese periodo.
Esas acciones, además de conservadoras, responden a la lógica de Diego Fernández de Cevallos cuando en 2002 se discutía el tema de las cuotas de género en el Congreso de la Unión, pues el panista dijo no creer que debiera haber un porcentaje de mujeres ocupando curules, ya que de ceder en ello, “tendríamos que buscar, a lo mejor, cuotas para los jotos”. (La Jornada, 24 de marzo de 2002).
Tal percepción del líder panista estuvo muy clara cuando en 2001 se aprobaron cambios en materia de no discriminación al artículo 1o de la Constitución, al lograr que no se agregaran las “preferencias sexuales” como motivo de discriminación, por lo que solamente se usó el término “preferencias”. En junio de 2011 esa decisión se revirtió gracias al consenso mayoritario para integrarla.
Así pues, los panistas han tenido una obsesión por contener avances democráticos en las leyes y políticas públicas para integrar al sector homosexual a los derechos que como ciudadanos tienen. También han influido para detener propuestas en materia de derechos sexuales y reproductivos, pues su postura frente al tema de la interrupción legal de embarazo, está cruzada por preceptos religiosos que defienden lo que ellos llaman “la vida desde el momento de la concepción”, negando con ello el derecho a decidir de las mujeres por su salud.
Cabildeo conservador en el senado
Esos preceptos machistas, misóginos y homofóbicos del Partido Acción Nacional han sido materializados recientemente en la propuesta del senador José María Martínez Martínez con la creación de la Comisión de la Familia y Desarrollo Humano, la cual pretende revertir avances legislativos en materia de derechos de las mujeres y de la población LGBT en la ciudad de México y algunos estados del país; así mismo evitar que se avance al respecto.
El PAN no ha dejado de cabildear a todos los niveles para posicionar su visión conservadora de la familia. Se ha inmiscuido en la SEP para influir en los contenidos educativos para que los niños y las niñas no tengan información sobre sexualidad desde una perspectiva humanista, sólo biológica; que excluya los temas del género e invisibilice la diversidad sexual. Y ahora vemos además, actos beligerantes, por ejemplo, contra la profesora Ada Lilia Gaxiola Peraza, que fue perseguida y agredida verbal y físicamente por el ex candidato a diputado local del PAN en Morelos, Jorge Óscar Medina Rodríguez y el tesorero de la organización de Padres de Familia, Víctor García Bahena, quienes la golpearon luego de un proceso de hostigamiento y calumnias construidas por ser una mujer abiertamente lesbiana.
¿Y los panistas gays?
Luego de estos escándalos, es pertinente recordar la pregunta que un día se hizo el ex diputado José Luis Muñoz Soria, cuando la ALDF aprobó cambios en la legislación local para permitir las uniones entre personas del mismo sexo con la posibilidad de adopción (2009), en la que desde tribuna cuestionó a los panistas si se habían preguntado cuántos militantes de su partido tienen una preferencia sexual diferente a la heterosexualidad; y remató sacando del clóset (de cristal) al finado Carlos Castillo Peraza, líder moral de ese partido, de quien dijo que si se habían cuestionado si “el panista vivió una existencia feliz o si tuvo toda una serie de traumas porque nunca se le permitió ejercer su sexualidad”. (Excélsior, 22-12-09)
Desde luego la mención del ex diputado fue una desafortunada provocación, pero en el contexto de desenfreno partidista, en el que se usan recursos públicos para financiar comisiones ultra conservadoras en el senado, se protegen e incentivan grupos beligerantes en las juventudes panistas, o se violenta a una profesora lesbiana, amén de lo que hicieron los machines y prepotentes funcionarios de la delegación Benito Juárez en Brasil, cabe la necesidad de cuestionar a los correligionarios de ese partido para que se vean a si mismos frente a un espejo y qué tanto ese conservadurismo irracional, autoritario y sofocante, está lacerando a sus propios miembros.
En ese sentido, debe ser un verdadero infierno pertenecer al PAN y ser homosexual, pues sin duda existen gays y lesbianas en las filas del blanquiazul. Peor aun, saberse gay o mujer que quiere decidir sobre su propio cuerpo, y tener que luchar contra sí mismo con propuestas de mujeres y hombres panistas que van en contra de su sentir o sus decisiones, como ha sucedido en las últimas legislaturas tanto en congresos estatales, la ALDF o en el Congreso de la Unión, donde grupos panistas se esfuerzan por contener avances legislativos a favor de la diversidad sexual y de las mujeres.
Sin duda, la homofobia y machismo partidista en el PAN habla de un gremio político que lejos está de poder representar los intereses de una sociedad diversa, plural y abierta a los cambios socioculturales, propios de una sociedad democrática.
Es importante que como sociedad tengamos en claro el papel que deben jugar los partidos políticos, y vigilar muy de cerca lo que hacen con los recursos que se les otorgan y cómo los usan, pues no se puede usar el dinero público para financiar prejuicios y dobles morales en contra de sectores sociales que además han sido estigmatizados y excluidos de las políticas públicas como resultado de preceptos cuasi religiosos, y, además gozar de impunidad cuando se cometen actos delictivos como resultado de la homofobia prevaleciente en esa organización política.